Tras el reciente desvelo por el gobierno británico de unos planes de inmigración inspirados en otro gobierno socialdemócrata en Copenhague, The Local dirige su mirada a España y reflexiona sobre cómo el estricto modelo danés no es la única respuesta al auge de la retórica antiinmigración en Europa.
Cabría argüir que solo quedan tres gobiernos de centroizquierda en Europa Occidental: Dinamarca, España y el Reino Unido. Muchos podrían cuestionar su pedigrí progresista, pero lo cierto es que se trata de naciones aún gobernadas por esa suerte de partidos socialistas o socialdemócratas tradicionales que en otras partes de Europa sucumbieron al efecto pasokización y cayeron en la irrelevancia electoral.
Poco tienen en común estos tres ejecutivos, pero todos se hallan en el poder mientras el continente experimenta un auge de sentimiento antiinmigración enmarcado por una retórica de derechas más beligerante.
Quizás resulte menos sorprendente que gobiernos de centroderecha, como los de Francia y Alemania, también se hayan visto arrastrados hacia posturas más duras en materia migratoria. No obstante, en la izquierda han emergido dos caminos bien distintos.
En Londres, el gobierno laborista ha esbozado recientemente unas estrictas normas de asilo e inmigración que imitan a las de la primera ministra danesa Mette Frederiksen y sus Socialdemócratas. En Madrid, sin embargo, los Socialistas del presidente Pedro Sánchez han adoptado un enfoque diferente.
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El modelo danés
Tras el éxito del ultraderechista Partido Popular Danés (DF), que obtuvo más de una quinta parte de los votos en las elecciones de 2015, los Socialdemócratas (SD) recalibraron su política migratoria. Se unieron al centroderecha y al DF en lo que se dio en llamar el “cambio de paradigma” de 2019, que otorga a todos los refugiados un estatus temporal. Los SD también han seguido enfoques más rigurosos en cuanto a la ciudadanía, con un plan en curso para evaluar las opiniones de los solicitantes, y Dinamarca es uno de los ocho estados de la UE que abogan por un replanteamiento del Convenio Europeo de Derechos Humanos.
En términos electorales, podría decirse que la estrategia "funcionó": el porcentaje de votos del DF se desplomó al 8,7 % en 2019 y al 2,6 % en 2022. Sin embargo, la reciente derrota de los SD en las elecciones locales, que incluyó la pérdida de la alcaldía de Copenhague tras un siglo en el poder, fue síntoma de unos pobres resultados a nivel nacional y algunos la han interpretado como un referéndum sobre el giro a la derecha del partido.
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La profesora Michelle Pace, Catedrática de Estudios Globales en la Universidad de Roskilde, lleva años estudiando las políticas de inmigración danesas. Sugiere que los resultados de las elecciones locales revelan las limitaciones del viraje de los SD hacia la derecha en esta materia.
En declaraciones a The Local, afirma que en Dinamarca existe “una discordancia entre lo que dicen los políticos y lo que siente la ciudadanía y la mayoría de la población sobre este asunto”, y señala la “dura retórica” dirigida hacia migrantes y solicitantes de asilo como una posible explicación para el mal desempeño electoral.
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Las políticas más inflexibles de los SD parecen haber tenido un impacto en términos cuantitativos, ya que Dinamarca registra unas cifras históricamente bajas de solicitudes de asilo en los últimos años.
También han perturbado a su electorado tradicional debido a una percibida crueldad performativa, notablemente por la polémica “Ley de las Joyas” de 2016, que permite incautar objetos de valor a los solicitantes de asilo.
Dicha ley fue en realidad aprobada por un anterior gobierno de centroderecha, pero contó con el apoyo de los Socialdemócratas en la oposición. Aunque acaparó titulares, rara vez se ha aplicado.
Las cifras del Ministerio de Inmigración danés muestran solo 194 casos de joyas incautadas entre enero de 2016 y junio de 2025.
En resumen: se trata de un lenguaje contundente para demostrar que la izquierda no es blanda con la inmigración en un debate que se desplaza a la derecha. La ley de joyas “fue solo un elemento disuasorio retórico”, afirma Pace, pero contribuyó a crear un ambiente hostil y reforzó la idea de Frederiksen como la ‘Dama de Hierro’.
En un reciente artículo para The Conversation, Pace lanzó una clara advertencia a los gobiernos centristas de Europa que buscan emular a Dinamarca. Reducir el número de solicitudes de asilo conlleva un coste humano y jurídico, sostiene.
“Cualquier gobierno que pretenda copiar este enfoque debería mirar más allá de las estadísticas y considerar las experiencias reales de las personas afectadas. La historia de Dinamarca es un recordatorio de que la política migratoria no consiste solo en gestionar cifras, sino también en las vidas que son moldeadas por esas políticas”, afirma Pace.
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**El modelo español**
El presidente de gobierno de centroizquierda español, Pedro Sánchez, es una especia en peligro de extinción en la década de 2020. Es un líder abiertamente proinmigración que no se hace eco de la retórica de la derecha, sino que vincula la inmigración con la prosperidad a largo plazo del país.
Para la izquierda española, la inmigración no es solo una obligación moral y legal, sino un bien público para todos los españoles: “Acoger a quienes vienen de fuera en busca de una vida mejor no es solo un deber que nos obliga el derecho internacional, sino también un paso esencial para garantizar la prosperidad y sostenibilidad de nuestro Estado de bienestar”, afirmó Sánchez recientemente.
Y no es que España carezca de una ultraderecha en auge. El partido Vox escala en las encuestas, situándose en torno al 17 % y robando votantes al de centroderecha Partido Popular.
El problema para Sánchez y su postura más abierta sobre la inmigración es que una victoria de una coalición de derechas parece probable la próxima vez que los españoles acudan a las urnas. Sin embargo, el Presidente del Gobierno español se niega a imitar lo que los analistas creen que muchos electores quieren oír.
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“No retórica a corto plazo, sino beneficio económico a largo plazo”.
En lugar de cifras decrecientes, la inmigración ha contribuido en un 84 por ciento al crecimiento de la población española desde 2022 y ha supuesto un beneficio para la fuerza laboral y la economía en su conjunto.
La mayoría de esos inmigrantes se han incorporado al mercado laboral, contribuyendo “a ampliar la oferta [de trabajadores], aliviando la escasez de mano de obra e impulsando el crecimiento económico”, según el Banco Central Europeo (BCE).
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España ha superado a sus vecinos europeos gracias a la inmigración. En 2024, la economía española creció un 3,2 por ciento, la tasa más rápida de la Eurozona.
En Dinamarca, persiste el **escepticismo** sobre la conveniencia de atraer mano de obra extranjera cualificada a pesar de la escasez en muchos sectores.
Mientras Copenhague y Londres han buscado acuerdos con terceros países para deportar a solicitantes de asilo en los últimos años, España ha firmado acuerdos internacionales para atraer a más migrantes y trabajadores temporales con el fin de garantizar una migración legal y segura porque, según Sánchez, es la “mejor manera de poner fin a la migración irregular y a la miseria asociada a ella”.
Sánchez no niega que la migración ilegal pueda causar problemas en la sociedad. España tiene tensiones sociales como cualquier otro país. No obstante, el modelo Sánchez, según Pace, no se fija en “la retórica política a corto plazo, sino que mira a largo plazo hacia la economía”.
Un estudio del Banco de España del año pasado estimó que el país necesitará 25 millones más de trabajadores inmigrantes para 2053 a fin de combatir el envejecamiento demográfico y mantener el sistema de pensiones para la generación de *baby boomers* españoles que está a punto de jubilarse.
Así pues, frente al populismo de derechas alimentado por el sentimiento antiinmigración, se observan dos caminos claros en Europa. El modelo danés: una política de mano dura, basada en la disuasión, que pisa el terreno de la extrema derecha en materia de inmigración; y el modelo español, que rechaza el marco de la extrema derecha y presenta los argumentos económicos a favor de la inmigración.
En última instancia, se trata de valores, afirma Pace. “Se trata de los verdaderos valores de un Partido Socialdemócrata… Y ahí es donde creo que España podría ser un modelo muy interesante, aunque se habla muy poco de ello”, dice.
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La mirada a Europa
Hemos tratado muchos de estos temas en nuestra cobertura conjunta de esta semana. Para un análisis más completo de la derrota de los Socialdemócratas en las elecciones locales, lean la cobertura de The Local Dinamarca aquí.
En Francia, John Lichfield reflexionó sobre si podríamos ver a un presidente de extrema derecha, Bardella, en Francia y concluyó que podría suceder.
En Suecia, el eurodiputado de extrema derecha de los Demócratas Suecos, Charlie Weimers, ha lanzado un “mapa de la inmigración” que, según él, muestra que Suecia está “experimentando un cambio dramático y que la población está siendo reemplazada”. Nuestro Richard Orange tuvo una brillante respuesta irónica a esto, mostrando lo bien que está progresando nuestra toma de poder inmigrante en Suecia.
Para la sección de Política en Suecia de esta semana, Paul O’Mahony repasa una serie de escándalos en la historia sueca moderna que siguen reverberando hoy.
Italia tiene sus propias elecciones regionales próximamente y pueden leer a la editora de The Local Italia, Clare Speak, desglosando por qué importan las elecciones regionales y quién puede votar en ellas.
Austria introducirá cursos de integración obligatorios más estrictos de cinco días para refugiados en 2026, añadiendo una declaración vinculante y consecuencias más claras por incumplimiento.
Y finalmente, en Suiza, el equipo echó un vistazo a los cambios en la inmigración que esperan a los extranjeros en 2026 y más allá.
