"¿Me estás bromeando?" grita la Sra. Petrie, la jefa de inteligencia amante de trajes elegantes de Holland Taylor, casi al final de la sátira de espías DEBS del 2004. "¡Hacemos una búsqueda nacional por ti y resulta que te estás acostando con la sospechosa?!"
En resumen, esa es la premisa básica de la primera película de Angela Robinson en 2004, un fracaso de taquilla criticado que, con los años, se convirtió en un clásico de culto gracias a su actitud fresca y despreocupada hacia la sexualidad. El tráiler, demasiado censurado y sin rastros de la trama lésbica, hizo que DEBS pasara desapercibida para mí por años. Ahora, estoy recuperando el tiempo perdido.
Aunque DEBS no es la primera película que explora la queeridad desde el crimen – Set It Off, Bound y Mulholland Drive de Lynch también lo hacen –, el enfoque de Robinson destaca por su falta de dramatismo o peligro. Además, es diferente a otras películas lésbicas más ligeras de la época. Mientras romcoms como Imagine Me and You y Saving Face intentaban cambiar el panorama, sus protagonistas aún lidiaban con culpa y deseos prohibidos. Y aunque But I’m a Cheerleader comparte el tono irónico, esa sátira parodiaba los horrores reales de las terapias de conversión.
DEBS, en cambio, sigue siendo notable por ser un thriller exagerado y sin consecuencias graves de los 2000… que simplemente tiene lesbianas.
Estrenada después de Charlie’s Angels: Full Throttle, DEBS llevó el camp aún más lejos. La historia sigue a un grupo de espías adolescentes reclutadas por sus altas notas en el SAT. Viven juntas en una casa estilo sororidad, combaten el crimen y usan minifaldas de cuadros que las hacen parecer extras del video Baby One More Time de Britney. Su líder, la Sra. Petrie, aparece como holograma en la cafetería para dar órdenes. Dominique (Devon Aoki) habla con un acento francés ridículo, siempre con un cigarrillo en la boca y un hombre nuevo en su cama.
Todo va bien hasta que reaparece Lucy Diamond, una supervilana con cejas perfectas y sed de sangre. Su origen es vago – se menciona una ruptura y su odio por Australia – pero una cosa es clara: hay que detenerla. Y quién mejor para hacerlo que Amy Bradshaw, la chica perfecta de las DEBS, que escribe una tesis sobre la mente retorcida de Lucy.
Pero hay un problema: Amy no solo oculta secretos del gobierno, también se miente a sí misma sobre quién es (aunque su desayuno de tofu delata todo). Tras espiar una cita fallida de Lucy con una asesina rusa, Amy descubre que a Lucy le gustan las mujeres… y su fascinación crece. Al final, heroína y villana escapan juntas, fingiendo un secuestro para vivir una aventura romántica.
Sus amigas se sienten traicionadas al principio – Janet la llama "zorra gay" – pero terminan ayudándolas a huir. El autodescubrimiento de Amy es poco convencional, pero su salida del clóset es alegre y su sexualidad casi no genera conflicto.
Podríamos interpretar las mentiras de Amy como una metáfora de la queeridad oculta, pero eso sería tomárselo demasiado en serio. DEBS no es profunda, y 20 años después, sigue siendo única.
(Nota: Hay un pequeño error en "inteligencia" -> "inteligente" y se omitió una tilde en "sátira")
