Existe un pequeño pueblo encaramado en la ladera de una montaña en el parque nacional de los Picos de Europa, en Asturias, como un lugar al que el tiempo abandonó y que merece mucho la pena conocer.
Con apenas seis residentes permanentes, San Esteban de Cuñaba ostenta el distintivo de ser el primer ‘Pueblo Ejemplar’ de España, un galardón que recibió en 1990 cuando aún carecía de servicio telefónico.
En la ceremonia de aquel día de octubre, un joven Príncipe Felipe entregó el premio inaugural a una comunidad de apenas cien almas que habitaba en uno de los rincones más aislados del país.
Treinta y cinco años después, la población ha descendido a cifras de un solo dígito, pero el encanto medieval del pueblo permanece intacto.
Llegar a San Esteban de Cuñaba requiere determinación. La carretera desde Panes serpentea a través del desfiladero de La Hermida —el más largo de España—, obligando a los conductores a avanzar lentamente por pasos de montaña durante diez kilómetros que parecen cincuenta.
El recorrido sigue el curso del Río Deva a lo largo de la frontera cántabra hasta que una posada derruida a la vera de la carretera marca el desvío final.
Casas tradicionales asturianas de piedra se alinean en las empinadas calles, con sus galerías de madera curtidas por siglos de inviernos montañosos.
Los visitantes que planeen pernoctar deberán reservar alojamiento en Panes o en Arenas de Cabrales, ya que el pueblo en sí no ofrece hoteles ni restaurantes.
Las instalaciones más cercanas se encuentran cuesta abajo, en Panes, por lo que se recomienda llevar agua y algo de comer para el trayecto.
La estrecha carretera de montaña no es apta para vehículos grandes o caravanas, y las visitas invernales requieren consultar las condiciones meteorológicas, pues la nieve puede bloquear el acceso.
Para el senderismo, el pueblo sirve de puerta de entrada a varias rutas señalizadas hacia los Picos de Europa, aunque es esencial contar con equipo de montaña adecuado debido al tiempo impredecible en altitud.
El hito más famoso de la localidad es el tronco conservado de un castaño de 400 años que murió en 1994, mantenido como un monumento a las generaciones que recolectaron sus frutos.
La cobertura de telefonía móvil sigue siendo irregular, convirtiendo a este lugar en una de las últimas zonas de desconexión auténtica de Europa Occidental.
El silencio solo se ve interrumpido por el viento de montaña, los cencerros del ganado en los pastos altos y el ocasional grito de las águilas que circulan en el cielo.
Para los senderistas, la ubicación ofrece acceso directo a la wilderness más prístina de los Picos de Europa.
Para todos los demás, San Esteban de Cuñaba brinda una rara visión de la España preindustrial, donde seis residentes determinados mantienen un modo de vida que ha desaparecido en gran parte del resto del territorio.
El estatus ejemplar del pueblo inició una tradición anual que continúa hoy en día, con comunidades asturianas que aún compiten por el prestigioso galardón.
Pero ninguna iguala la pura historia de supervivencia de este puesto de avanzada montañoso, donde el mundo medieval persiste contra toda probabilidad moderna.
