Cómo J.J. Spaun luchó contra Oakmont, la lluvia y la mala suerte para conquistar el título del U.S. Open

OAKMONT, Pensilvania — Oakmont no necesitaba esto. No necesitaba una tormenta bíblica para humillar a los mejores golfistas del mundo y convertir la prueba más difícil del golf en algo aún más duro. Así que, cuando llegó el domingo, las lluvias torrenciales que convirtieron los campos de césped en rios, se sintió como un golpe bajo para quienes luchaban por ganar un campeonato importante.

A las 4:01 p.m., el juego se detuvo. El green del hoyo 18 era irreconocible, cubierto por un río de agua. Los jugadores fueron retirados del campo. Durante la pausa, algunos comieron, otros llamaron a sus familias. Robert MacIntyre se quitó la camiseta e intentó secarla con un aparato de aire acondicionado. Los aficionados se agruparon bajo paraguas o buscaron refugio en un campo de 191 acres con solo un árbol.

Poco después, el ejército de mantenimiento de Oakmont apareció con mangos de esponja en mano, intentando desviar el agua de las superficies de juego. La lluvia finalmente amainó y, a las 5:40 p.m., cuando se reanudó el juego, los líderes se dieron cuenta de que el campo que habían dejado ya no era el mismo.

Los encargados del campo retiran agua del hoyo 18 en Oakmont durante el U.S. Open del domingo.
(Foto: David Cannon/Getty Images)

Adam Scott dijo: "Una vez que los fairways se empaparon, fue muy difícil controlar la pelota. Estuvo al límite de lo jugable. Pero todos tuvimos que lidiar con eso."

A pesar de los esfuerzos, los fairways estaban lejos de estar secos. Las pelotas que aterrizaban después del golpe inicial no rodaban, o si lo hacían, retrocedían. Al golpear con cualquier palo, ya fuera un hierro, un wedge o una madera, salpicaba agua. Incluso Scottie Scheffler apenas sabía hacia dónde iría la pelota después de golpearla. El campo, ya difícil de por sí, se convirtió en una prueba aún mas dura de paciencia y resistencia mental.

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"No es divertido esperar a que sequen, y no hay mucho ritmo ahí afuera", dijo Cam Young, quien terminó cuarto. "Hay zonas mojadas. Solo tienes que adivinar. No hay mucho que puedas hacer. Esperas a que limpien, pero mientras sigue lloviendo, el agua se acumula tan rápido que terminas golpeando entre charcos a ver qué pasa."

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"Es domingo del U.S. Open, uno de los torneos más duros, y las condiciones fueron las peores de la semana", dijo Scott. "Menos mal que no estuvo así toda la semana."

Tras la pausa, el sol salió brevemente, burlándose de los competidores entre las nubes. Pero cuando el último grupo salió al hoyo 10, la lluvia regresó. El torneo ya no era sobre quién avanzaría, sino sobre quién sobreviviría. Hasta Justin Thomas, eliminado antes, publicó en redes que el campo estaba "un poco dudoso para jugar."

"Estuvo al límite, pero era jugable", dijo Viktor Hovland. "Las condiciones se pusieron durísimas, y este campo es una bestia. Fue una batalla."

Mientras otros jugadores luchaban por recuperar su ritmo, la adversidad fue justo lo que J.J. Spaun necesitaba para convertirse en uno de los campeones más improbables de los últimos tiempos.

"Intenté seguir esforzándome", dijo Spaun. "Lo he hecho toda mi vida."

Empezó el día solo un golpe detrás de Burns, pero la ilusión se convirtió en decepción. No solo hizo bogey en cinco de los primeros seis hoyos. En el segundo, su pelota golpeó la bandera y retrocedió hasta salir del green. Al llegar al hoyo 10, su tarjeta marcaba 40. Parecía que los dioses del golf habían decidido que no sería su día. Hasta que llegó la lluvia.

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"Lo mejor que pasó fue el reinicio", dijo su entrenador, Josh Gregory.

"Sentí que tenía oportunidad, una buena, de ganar el U.S. Open al empezar el día. Pero todo se desmoronó rápido", admitió Spaun. "Pero esa pausa fue la clave para ganar."

Spaun siempre ha superado expectativas. Nunca fue una promesa del golf ni se esperaba que ganara un grande. Ganó su primer torneo del PGA Tour a los 31 años. Pero este año dio el salto: llegó al U.S. Open como el 15° del mundo.

"Ya estuvo cerca antes", dijo Gregory. "Creo que eso le demostró que puede ser de los mejores, que puede ganar un major."

Ante la adversidad, Spaun no se inmutó. En un día que exigió más que talento, él supo dónde encontrarlo.

"Es perseverancia", dijo. "Siempre he luchado, pase lo que pase, para llegar donde quiero."

Mientras los últimos grupos entraban en la recta final, la lluvia volvió a intensificarse. El viento llevaba la lluvia de oeste a este, dándole a Spaun un último desafío: el hoyo 18 de Oakmont bajo otro aguacero.

Nueve años atrás, Dustin Johnson estuvo en ese mismo tee intentando cerrar su primer gran triunfo y jugó el hoyo de forma impecable. Un fairway, un green y un putt corto después, había conquistado Oakmont.

El domingo, Spaun partió el fairway. Llegó al green y, bajo un paraguas que su caddie sostenía—y que no le daba mucha protección—, se tomó su tiempo para leer el putt de 64 pies. Solo necesitaba un par para ganar su primer major.

Toda la semana, los jugadores pensaban que si alguien terminaba el torneo a par, podía llevarse el trofeo. Spaun estaba a punto de lograrlo. Pero cuando Oakmont lanzó un último desafío agotador, fue él quién respondió.

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—No quería jugar a la defensiva—dijo Spaun.

El putt rodó por el green irregular, que ha frustrado a innumerables jugadores en sus 124 años de historia, y se desvió de izquierda a derecha hacia el hoyo del domingo. Justo al centro. Birdie.

J.J. Spaun celebra tras embocar el putt en el hoyo 18 para ganar el U.S. Open. Andy Lyons/Getty Images

—¿En serio?—dijo su caddie, Mark Carens, mientras subía las escaleras del club. —¿Qué *** acaba de pasar?—

Spaun no solo fue el último en pie. Fue el único que terminó bajo par. El único número rojo junto a su nombre será recordado para siempre. Para él, será prueba de muchas cosas: su habilidad, resistencia y cómo luchó contra todo—el campo, el clima y su propia mente—durante 72 hoyos.

—Es un luchador, un trabajador—dijo Gregory. —Esto debería demostrarle que es uno de los mejores del mundo.—

Para Oakmont, el -1 puede ser un resultado agridulce. El campo no logró un ganador sobre par* como deseaba su membresía, pero tras 72 hoyos—y 18 agotadores el domingo—, una vez más dio al mundo del golf un ganador merecido.