Lectores estadounidenses con doble nacionalidad en Europa afirman que renunciarían a su pasaporte de EE. UU. para conservar su ciudadanía europea si se vieran forzados, citando en muchos casos desencanto político, temores por su seguridad y un sentimiento de pertenencia a su país de adopción.
El 1 de diciembre de 2025, el senador republicano Bernie Moreno de Ohio presentó en el Senado estadounidense la “Ley de Ciudadanía Exclusiva de 2025”. El proyecto de ley propuesto, de llegar a promulgarse, obligaría efectivamente a los estadounidenses a elegir entre su pasaporte nacional y cualquier otra ciudadanía. Como era de esperar, generó una gran conmoción entre los titulares de pasaporte estadounidense que residen en Europa y en otras partes del mundo.
Aunque muchos han tachado la iniciativa de fantasiosa, oportunista y anticonstitucional—señalando que jamás prosperaría dada la ingente cantidad de personas afectadas, incluyendo a la primera dama Melania Trump, quien posee doble nacionalidad eslovena y estadounidense—no por ello ha dejado de plantear serias cuestiones acerca del valor que tiene el pasaporte estadounidense para quienes viven en el extranjero.
Para sondear el sentir de nuestros lectores, preguntamos a estadounidenses en Europa si renunciarían a su ciudadanía de EE. UU. para mantener o adquirir la ciudadanía europea.
Esto fue lo que opinaron nuestros lectores.
Casi la mitad, dispuestos a renunciar al pasaporte
La encuesta reveló que casi la mitad de los encuestados (72 de 146) renunciaría a su ciudadanía estadounidense si se viera obligado a elegir. No obstante, la mayoría manifestó sentir tristeza ante tal decisión. Los motivos esgrimidos abarcaron desde la alienación política y social respecto a EE. UU. hasta una preferencia por el estilo de vida y las infraestructuras europeas.
Un amplio desencanto político con la dirección que toma la política en EE. UU. sustenta el razonamiento de muchos participantes. Para algunos, esto ha culminado en un cuestionamiento de su propia identidad estadounidense.
“No quiero volver a vivir allí, las obligaciones fiscales de declaración son absurdas, un pasaporte alemán es más potente y simplemente ya no deseo ser ‘estadounidense'”, afirmó la Dra. Sara Anthony, de 36 años, originaria de Oregón y residente en Münster, Alemania.
Patrick L., de 38 años, procedente de Wisconsin y residente en Berlín, Alemania, coincide. “Aunque en mi corazón me siento estadounidense, realmente ya no reconozco el país en el que crecí”.
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Muchos encuestados simplemente declararon sentirse ahora más en casa en sus países de residencia que en EE. UU. y vislumbran su futuro en este lado del Atlántico.
Ángela, de Michigan, comentó: “Me rompería el corazón tener que elegir, pero optaría por la ciudadanía francesa. Ya he vivido más tiempo en París que en cualquier otro lugar. Me siento profundamente arraigada aquí.”
Ryan, de California, estuvo de acuerdo, afirmando: “Mi vida está aquí, mi esposa es francesa, nuestro primer hijo será francés. Mi futuro es francés, no estadounidense.”
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Numerosos participantes mencionaron temores por la dirección que está tomando EE. UU., siendo la seguridad personal una preocupación recurrente. Orion Diamond, de 31 años, originario de Arizona y residente en Lund, Suecia, nos dijo: “Amo a mi país…, pero me siento cada vez más alienado de EE. UU. y políticamente asustado. Soy transgénero y temo… por mi vida en al menos la mitad de los estados.”
Este sentimiento fue compartido por Eden Gallanter, de San Francisco, residente en Estocolmo, Suecia. Declaró a The Local que “Mi esposa, mi hija y yo huimos de EE. UU. para vivir en Suecia y planeamos quedarnos aquí porque mi esposa, una inmigrante trans, no se siente segura en Estados Unidos.”
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Tanto la identidad de género como la condición de minoría siguen siendo una preocupación apremiante para muchos con raíces en EE. UU. Un lector anónimo que vive en Alemania explicó cómo se siente como parte de una minoría étnica en América: “[Pertenezco] a un grupo minoritario que siempre ha luchado por sentirse como si perteneciera o como si a América le importara”. Sin embargo, al igual que muchos lectores que respondieron en esta línea, expresó preocupación por el auge de ideologías de derecha aquí mismo, a nuestras puertas. “También me preocupa cada vez más la dirección que podría estar tomando Alemania”.
Al margen de la política, bastantes argumentaron que prefieren las ventajas económicas y de calidad de vida de Europa. Mientras muchos señalaron los posibles problemas financieros de revocar su ciudadanía estadounidense, algunos lectores consideran que sus condiciones laborales son muy superiores en Europa.
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“Teniendo en cuenta que gano más dinero repartiendo en bicicleta para Foodora en Suecia que como operario de máquinas en una fábrica de moldeo por inyección de plásticos en EE. UU., no tengo ningún deseo de regresar”, afirmó Zachery Schaftlein, de 31 años, originario de Tennessee, que vive y trabaja en Estocolmo, Suecia.
Richard DeCarlo, de 57 años, de Buffalo, Nueva York, residente en el sur rural de Francia, señaló el desgaste que supone la cultura estadounidense tanto para las personas como para el planeta. En su lugar, preferiría vivir en “una sociedad que se centre en la familia, en disfrutar de la vida y en el equilibrio entre trabajo y vida personal. [Una] que abrace… el futuro de la energía limpia y renovable, las infraestructuras y el transporte público”.
Pero un lector anónimo residente en Suecia resumió sucintamente el abanico de razones potenciales para renunciar a la ciudadanía estadounidense, en caso de que el proyecto de ley prosperara. “Las escuelas estadounidenses son inseguras, el futuro de sus programas de seguridad social es incierto, el coste de la atención sanitaria es empobrecedor, y el precio de la vivienda es extremo.” El país ha sacrificado el bienestar de sus futuras generaciones para llenar los bolsillos de los más acaudalados.
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**Por qué el cuarto que dijo ‘no’ se mantiene firme**
Aproximadamente una cuarta parte de los encuestados, por otro lado, manifestó que conservaría su ciudadanía estadounidense si se viera forzado a elegir. Su postura venía motivada por una combinación de factores económicos y emocionales, además de un sentimiento de lealtad nacional.
Algunos señalaron los elevados costes financieros y logísticos que conlleva renunciar a la ciudadanía, lo cual puede implicar complejas leyes fiscales de EE. UU. e inquietudes sobre los ahorros para la jubilación.
“Los costes económicos de renunciar a la ciudadanía son demasiado altos. Tengo ahorros jubilatorios y del seguro social que se verían en peligro”, comentó Ian, de 47 años, residente en Estocolmo. Charles Vestal, de 43 años y viviendo en Berlín, coincidió en que sería “prohibitivamente caro hacerlo”.
Otros alegaron vínculos emocionales e identitarios, considerando el acto de renunciar como un abandono innecesario. “Puedes tener el corazón en dos países, pero volver la espalda por completo a EE. UU. es absurdo”, afirmó Conner, de 36 años, natural de California y residente en Irlanda.
En última instancia, muchos compartían la visión de que, aunque puedan no estar de acuerdo con todo lo que surge de EE. UU., su ciudadanía está estrechamente ligada a su identidad. Kent Ozkum, de 63 años y originario de Washington DC, viviendo en Niza, nos dijo que simplemente “no se sentiría cómodo siendo considerado plenamente europeo”.
**Los indecisos**
Dada la naturaleza profundamente personal y compleja de la cuestión, no es sorprendente que un número tan significativo de encuestados se mostrara indeciso. Les costaba sopesar los lazos familiares y el riesgo financiero frente a sus profundas reservas políticas, un equilibrio que la decisión exigiría.
“Todo depende de si una mentalidad al estilo MAGA sigue impulsando al Partido Republicano y [de] si parece que los republicanos mantendrán el control del gobierno…”, explicó Larry Schulz, de 79 años, del área de Chicago, quien vive en Múnich desde 1980.
Bob, de 64 años, de Colorado, señaló que, por ahora, no es una decisión que deba tomar. “La gran pregunta es: ‘¿Necesito hacerlo hoy, o puedo esperar?’ Ahora mismo, puedo esperar. Pero mañana…”.
Desde luego, nadie debería estar triturando su pasaporte todavía. Según una [encuesta reciente de YouGov](https://today.yougov.com/politics/articles/53679-only-one-third-of-americans-support-eliminating-dual-citizenship), solo el 31% de los estadounidenses opina que los ciudadanos naturalizados deberían verse obligados a renunciar a la ciudadanía de cualquier otro país. En segundo lugar, y más importante, iría en contra de la constitución.
“La Decimocuarta Enmienda garantiza que todas las personas nacidas o naturalizadas en los Estados Unidos son ciudadanas”, y además, el Tribunal Supremo ha [afirmado de manera continuada](https://www.democratsabroad.org/da_statement_on_moreno_bill) que el gobierno no puede revocar la ciudadanía estadounidense como castigo o por un cambio de política.
Sea como fuere, está claro que ha planteado interrogantes de calado para los estadounidenses que han establecido una nueva vida en el extranjero. Es cuestionable si Moreno predijo la posible reacción adversa a una política que forzaría una reflexión sobre la lealtad, dada la tumultuosa historia política reciente de EE. UU. Lo que sí queda claro es que, para muchos de los ciudadanos estadounidenses residentes en Europa consultados, el futuro se está enraizando cada vez más en Europa.
Agradecemos a todos los que participaron en la encuesta.
