Sí, has leído bien. A partir de noviembre, todo ciudadano británico que entre en la UE en coche será sacado de su vehículo para ser escaneado, sellado y fotografiado, gracias a un desastroso lanzamiento de biometría que dista mucho de ser fluido.
‘Quita las manos del pasaporte: necesitaremos tus huellas dactilares’
El Puerto de Dover, ya el puesto fronterizo más concurrido del Reino Unido, se prepara para un embotellamiento de proporciones épicas. “Este verano será como siempre”, prometió el director del puerto, Doug Bannister, en una entrevista al Guardian, antes de admitir que en noviembre habrá un “gran cambio”.
Como la aplicación biométrica de alta tecnología de la UE aún no está lista, los pasajeros que entren en el espacio Schengen deberán bajarse del vehículo para verificar su identidad manualmente con huellas y fotos. Y no, una vez no basta. En cada viaje, tus huellas se comprobarán de nuevo.
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Control de pasaportes avanzado: Autobuses sellados e IA vigilando
Para mantener el flujo de tráfico, Dover se está convirtiendo en algo sacado de Black Mirror. Se ha creado un sistema fronterizo virtual a 2,25 km del terminal de ferrys real. Los pasajeros serán procesados en una enorme extensión de terreno ganado al mar, cubierto de arena dorada: una especie de frontera post-Brexit playera.
Los autobuses serán sellados con cinta tras los controles, conducidos por la ciudad y vigilados por IA y reconocimiento de matrículas. Es una solución tecnológica con poca confianza pública.
“Teníamos que prepararnos para un coche con cuatro personas en una noche de tormenta”, explicó Bannister. “No podíamos permitir que la gente bajase de los vehículos en las colas del ferry. Sería peligroso”.
Aún así, Bannister afirma que esto solo añadirá seis minutos al viaje de cada coche, aunque los críticos sospechan que es más un deseo que la realidad, con 10.000 camiones y turistas despistados saturando el puerto a diario.
De rupturas amargas a acuerdos dulces: la UE retira discretamente el ‘no cherry-picking’
Mientras tanto, en Bruselas, un mantra de una década ha sido archivado sin ceremonía. La famosa frase “no cherry-picking”, lanzada como un pastel de nata a cada primer ministro británico post-Brexit, ha desaparecido oficialmente del menú.
“Esto no va de ‘cherry-picking’ o no”, dijo Pedro Serrano, embajador de la UE en Londres, el 27 de mayo. “Esa retórica ya no ayuda”. ¿Traducción? Volvemos a ser amigos… más o menos.
Este desintoxicación diplomática llega tras el acuerdo entre el Reino Unido y la UE para negociar sobre exportaciones alimentarias, comercio eléctrico, aplicación de la ley e incluso visados para jóvenes. La prensa lo ha vendido como un trato cerrado, pero, en verdad, es más una lista de tareas post-Brexit que un tratado.
Aun así, los funcionarios son optimistas. Para esta fecha el año que viene, Serrano afirmó que “habremos implementado varias decisiones”, incluyendo acuerdos sobre normas de seguridad alimentaria (SPS), energía, pesca y, posiblemente, acceso del Reino Unido al fondo de defensa SAFE de la UE (150.000 millones de euros). Podríamos llamarlo “Operación Renacimiento de la Cereza”.
Entonces… ¿hemos vuelto a la UE?
No exactamente. Pero las cerezas han vuelto, los escáneres de huellas se están calentando, y la guerra fría del Brexit por fin se descongela hacia algo un poco más… tibio.
Con 144.000 millones de libras en comercio cruzando el Canal cada año, ambos lados tienen mucho que perder —y quizá lo justo que ganar— si mantienen la retórica a raya y los ferris en movimiento.
Hasta entonces, los turistas británicos quizá deban cambiar el protector solar por paciencia. Y tal vez un pañuelo para las huellas.
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