Nuestras vidas modernas están impulsadas por las API —herramientas de software que permiten que diferentes sistemas se comuniquen— y están tan integradas en nuestras rutinas que rara vez pensamos en ellas. Revisamos nuestros saldos bancarios, horarios de vuelo, listas de música y pronósticos del tiempo en tiempo real, todo desde nuestros teléfonos. Entre bastidores, innumerables programas y servidores trabajan juntos a través de internet para obtener la información que necesitamos y enviarla al instante. Estas interacciones suelen depender de API RESTful (un estilo común de diseño de servicios web) y transmiten datos usando JSON, un formato ligero para estructurar información.
Sin embargo, la atención médica —posiblemente la industria más vital (nunca mejor dicho)— no funciona con la misma fluidez y tiempo real. Aunque existen piezas clave, como API que integran resultados de laboratorio e imágenes en los historiales electrónicos (EHR), procesos de reclamaciones para datos financieros y API personalizadas que monitorean signos vitales en entornos de cuidados intensivos, aún falta una integración profunda entre nuestra salud personal (cada vez más autogestionable gracias al movimiento del quantified self) y los sistemas de proveedores capaces de monitorear y responder a esos datos de forma continua.
Muchos de nosotros podríamos beneficiarnos de un mayor apoyo en la gestión de nuestra salud. Un ejemplo de atención avanzada impulsada por API es la integración de monitores continuos de glucosa, bombas de insulina y, en ocasiones, el EHR para pacientes con diabetes insulinodependiente. Otras condiciones crónicas como la obesidad, hipertension, enfermedad coronaria, asma, EPOC, depresión y enfermedades vasculares también podrían beneficiarse de API que permitan un intercambio fluido de datos entre individuos y servidores inteligentes.
Entonces, ¿por qué esta experiencia fluida basada en API no se ha extendido ampliamente en el sistema de salud estadounidense? No es cuestión de capacidad técnica. El problema es que nuestra infraestructura sanitaria aún se basa en visitas y procedimientos presenciales. Todo el modelo de negocio incentiva servicios dentro de clínicas y hospitales, no en el cuidado digital continuo que las API hacen posible.
Aunque se promueve la atención basada en valor como el futuro, sigue siendo en gran parte teórica. Y los futuros no vienen con códigos de facturación. René Descartes dijo: "Cogito, ergo sum" —pienso, luego existo. En la atención médica estadounidense, sería más preciso decir: "CPTo, ergo sum" —codifico, luego existo.
Además, nuestro ancla digital en salud es el EHR, una herramienta diseñada para documentación, no para automatización. Cuando pensamos en monitorizar el "estado" en términos informáticos, ese es precisamente el tipo de cálculo necesario para entender y responder en tiempo real al estado de salud de un paciente. Podría decirse que todo el mundo de la computación en la nube se trata de llevar esta sofisticación directamente a las API, una estrategia API-first.
Para liberar los beneficios que las API han traído a otras industrias, debemos replantear los incentivos que rigen cómo se presta y se paga la atención. Actualmente, muchos sistemas de salud y proveedores de EHR operan como fortalezas monolíticas, temiendo que la conectividad con el exterior facilite la "fuga de pacientes". Pero las API no deberían verse como una amenaza, sino como una puerta hacia una atención más inteligente y receptiva. La salud no sería la primera industria en ver su modelo tradicional transformado por competidores digitales.
¿Cómo sería un mundo API-first para proveedores y pagadores? Imaginen a cada paciente con un modelo computacional de su salud, donde cada parámetro tratable (peso, presión arterial, frecuencia cardíaca, ejercicio, inflamación, química sanguínea) sirva tanto para diagnóstico como para tratamiento. Muchas de estas métricas, y las condiciones crónicas asociadas, podrían monitorearse mediante smartphones y dispositivos conectados.
Aunque parezca futurista, cabe destacar que muchas grandes tiendas online ya usan un enfoque similar con sus clientes. El estándar clínico HL7 FHIR finalmente permite un formato uniforme y computable para historiales médicos, haciendo posible este intercambio inteligente de datos a escala.
También hay oportunidades a corto plazo para que las API mejoren la atención, especialmente en entornos agudos donde los costos y riesgos son altos. Ahí es donde se gasta dinero ahora. Piensen en pacientes con insuficiencia cardíaca, en diálisis o sometidos a quimioterapia. Su condición podría monitorizarse mejor entre visitas, evitando costosas urgencias u hospitalizaciones.
Los pagadores también tienen acceso a gran parte de estos datos (o podrían obtenerlos mediante API FHIR) y están cada vez más incentivados a actuar, especialmente bajo modelos de riesgo capitado. Las nuevas directivas de HHS y CMS ya han señalado su intención de avanzar hacia modelos de atención más digitales, donde las API son esenciales. A medida que la salud adopte infraestructuras más inteligentes, la gestión de la atención cambiará radicalmente.
Foto: chombosan, Getty Images
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