Una valla publicitaria del Gobierno en catalán, situada en la Gran Vía de Madrid, ha desatado una **polemica** política mientras España conmemora el cincuentenario de la muerte del dictador Francisco Franco.
La gigantesca pancarta, instalada el 17 de noviembre como parte de una campaña nacional que celebra medio siglo de democracia, reza en catalán: ‘Poder posar un anunci en català enmig de la Gran Via. La democràcia és poder.’
El Gobierno sostiene que el mensaje simboliza el largo camino recorrido por España desde que el catalán, el euskera y el gallego fueron prohibidos en la vida pública bajo el régimen de Franco, quien falleció el 20 de noviembre de 1975.
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No obstante, el gesto ha resultado contraproducente, pues críticos de todo el espectro político han aprovechado la campaña para reabrir viejas batallas de aquella época que aún **estan** sin resolver.
Estas engloban toda una panoplia de asuntos delicados que, durante los últimos cincuenta años, han sido o bien reprimidos o bien silenciados, incluyendo los derechos lingüísticos, la identidad nacional y el legado de la guerra civil y la dictadura.
Comentaristas conservadores y cargos públicos de Madrid lo tacharon de “hipocresía” que el catalán pueda aparecer con libertad en la capital, mientras que la señalización en español enfrenta restricciones en Barcelona debido a las leyes de normalización lingüística de Cataluña.
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Una de las respuestas más difundidas decía: “Ahora intentad poner un anuncio en español en el Passeig de Gràcia y ya veréis qué pasa”.
Otros acusaron al Gobierno de Sánchez de emplear fondos públicos para congraciarse con los partidos nacionalistas catalanes, de cuyo apoyo parlamentario depende, justo antes de unas negociaciones sensibles sobre los presupuestos y concesiones.
Al mismo tiempo, algunos independentistas catalanes han tachado la pancarta de mero simbolismo vacuo, afirmando que celebra una libertad “concedida” por el Estado mientras se eluden disputas políticas más profundas sobre la autonomía y las secuelas del procés de 2017.
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La valla se ha convertido en un pararrayos de unas tensiones culturales más amplias que se remontan a la dictadura, cuando la cultura catalana fue suprimida y se prohibió el uso público de la lengua.
Su recepción tan dispar subraya cómo las cuestiones identitarias, lingüísticas y de memoria histórica continúan dividiendo a España, incluso cuando el país celebra cinco décadas de gobierno democrático.
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