Análisis de la tercera temporada de ‘The Diplomat’: El thriller político de Keri Russell es un placer absurdo y trepidante

A lo largo de dos temporadas de mucha tensión, este drama sobre una embajadora estadounidense en el Reino Unido que termina trabajando en secreto para el presidente y para todo el departamento de estado ha demostrado ser una rara avis: un thriller político que es frecuentemente excelente, a menudo erudito (un personaje una vez llamó a otro “la Hécate de Highgate” en vez de simplemente decir que era una alborotadora), pero que también requiere que suspendas tu incredulidad por completo. Si cuestionas algo por un segundo – como me pasó en el episodio final de esta tercera temporada, cuando el nuevo presidente de EE. UU. le pregunta al primer ministro británico si Chequers es la sede ancestral de su familia – todo el edificio se desmorona. Pero si lo clasificas firmemente en la categoría de un sabroso culebrón geopolítico… ¡Dios mío, que bueno es!

Retomamos donde lo dejó la segunda temporada, con las consecuencias de una bomba en un coche que dejó gravemente herido a Hal (Rufus Sewell), el marido intermitente de Kate (Keri Russell). Mientras tanto, el primer ministro británico Nicol Trowbridge (Rory Kinnear) sigue apopléjico por las acciones de la manipuladora conservadora Margaret Roylin (Celia Imrie), que resultó ser no solo una molestia con una línea directa al Daily Mail, sino la cerebro de una operación de bandera falsa que implicaba a Rusia. Por supuesto, lo que nuestra astuta diplomática Kate sabe es que Roylin actuaba en nombre de alguien aún más influyente: la vicepresidenta de EE. UU., Grace Penn (Allison Janney), cuyo trabajo Kate codiciaba la temporada pasada. Sin embargo, todos tienen preocupaciones más urgentes: cuando el presidente Rayburn descubrió la verdad sobre Penn, falleció en los últimos momentos de la segunda temporada, dejando a Penn asumir el cargo y creando una vacante para la vicepresidencia. Seguro que Kate es la candidata ideal para ser la segunda de Penn, especialmente con toda la ventaja que tiene.

LEAR  Clasificación del GP de Mónaco: Charles Leclerc, Lewis Hamilton explican el sábado más especial de la temporada de F1 | Noticias de F1

Por supuesto, al haber ocho episodios que llenar, Kate no simplemente empaca su gran colección de trajes de pantalón y se va a la Casa Blanca para dedicarse a papeleo. Sobre todo porque Penn no la elige a ella para la vicepresidencia – elige al notorio hombre-niño de Hal. Él acepta el rol pero insiste en que encontrará algo para que Kate haga; en lugar de sugerir algo en la línea de, digamos, la campaña ‘Be Best’ de Melania Trump, decide que quizás ella pueda liderar la reconstrucción de Ucrania o tal vez unirse a la OTAN.

Lo que sigue es una historia cada vez más ridícula, mientras Kate intenta mantener su rol de embajadora y también aparece por Washington de vez en cuando para sus deberes como segunda dama. Supongo que no habría realmente una serie llamada ‘La Diplomática’ si la protagonista ya no es una diplomática, pero es tan estresante verla rebotar entre los dos países, dejando plantado al director de la CIA porque olvidó revisar su Calendario Google. Todo el asunto es – como dice la agobiada jefa de gabinete de la Casa Blanca, Billie Appiah (Nana Mensah) – “un arreglo disparatado”, aunque tú quizás prefieras términos más fuertes. Kate, al menos, consigue un novio en el camino, interpretado por Aidan Turner de ‘Poldark’, que dice cosas como “en un día o dos, [Hal] va a volver a Washington, y yo voy a quitarte toda la ropa”. No es el diálogo más sexy del mundo, pero ahorra tiempo limitado, debido a todo lo anterior y a una nueva amenaza militar.

Me complace informar de que hay algunas actuaciones excelentes, especialmente de los ex-alumnos de ‘El Ala Oeste de la Casa Blanca’ Janney y Bradley Whitford, quienes se reencuentran aquí entre ellos y con la productora Debora Cahn. Se reúnen como Penn y su marido, Todd, un “amo de casa cada vez más insignificante casado con una supernova” que reprime toda su frustración bajo una sonrisa forzada, al estilo de Connor Roy en ‘Succession’. Keri Russell vuelve a hacer derrotada, estresada y enfadada todo a la vez con maestría, especialmente cuando le dice a su doble que se compre un cepillo para el pelo. Me cuesta preocuparme demasiado por la continua dinámica de “¿lo harán o no lo harán?” entre el mano derecha de Kate, Stuart (Ato Essandoh), y la jefa de la CIA, Eidra Park (Ali Ahn), pero aún así me alegra verlos a todos allí, como viejos amigos (aunque del tipo de amigos que solo hablan de conspiraciones políticas y de si deberían besarse o no). También aprendemos más sobre el matrimonio de Kate y Hal, y el flujo de poder entre estos dos que ayuda a contextualizar frases frívolas de antes en la serie, como cuando Kate mencionó distraídamente que su media mitad una vez fue secuestrada por Hezbolá.

LEAR  Shai Gilgeous-Alexander nombrado MVP de la NBA para la temporada 2024-25.

Los dos últimos episodios nos llevan hacia una conclusión sorprendentemente similar a la de la temporada pasada, y hay momentos en los que empieza a arrastrarse. Pero, en general, ‘La Diplomática’ sigue siendo un placer. Mantén esa incredulidad cerca, y en ocasiones se sentirá más como una comedia. Pero manténla a raya, y – al igual que nuestra propia política en el mundo real – es un thriller que te muerdes las uñas.

‘The Diplomat’ está ahora en Netflix.