Análisis de Juego Sucio – El regreso de Shane Black a la comedia de acción es una explosión | Mark Wahlberg

Justo cuando Netflix cambió las reglas del juego al crear sus propias películas originales, inspirando a otras plataformas a hacer lo mismo, Shane Black estrenó su última gran comedia de acción, The Nice Guys, en la pantalla grande. Fue una de las mejores del director y guionista, tan emocionante como divertida, pero el ecosistema había cambiado desde su época de gloria en los noventa, y no logró encontrar un público amplio. La película se convirtió en uno de los fracasos más frustrantes del año por la poca gente que la vió.

En los años siguientes, la comedia de acción con grandes estrellas se ha vuelto el pan de cada día del streaming, y casi cada semana aparece otro intento flojo y mal filmado que intenta recordar los éxitos de Black, como The Last Boy Scout, Lethal Weapon y The Long Kiss Goodnight. Al mismo tiempo, mientras el público bostezaba con bodrios sin química como Ghosted, Back in Action y Role Play, The Nice Guys empezó a ser revalorada, mencionada frecuentemente en internet como una de las mejores películas que la gente quizás no ha visto. No parecía una coincidencia; cada escena de acción mal coreografiada y cada frase graciosa que hace que la gente gima hacían que el trabajo sin esfuerzo de Black pareciera aún más impresionante. Algo que él hacía ver fácil resultaba imposiblemente difícil para los que vinieron después.

Su regreso al género (la película de 2018, The Predator, tenía elementos de ambos pero era principalmente ciencia ficción) marca la primera película de Black para streaming, Play Dirty, que llegará a Amazon. Está muy lejos de ser su mejor trabajo, pero es notablemente mejor que lo que hemos tenido que aguantar últimamente. Es un recordatorio fresco de lo bien que Black puede equilibrar la acción y la comedia, una película con personalidad genuina en un mar de mediocridad. Es la otra adaptación de Donald E Westlake de la temporada, existiendo en el extremo opuesto del espectro a la oscura comedia de Park Chan-wook, No Other Choice, favorita para los Oscar y adorada por la crítica (este año también vimos cómo Memory de Westlake se convertía en el misterio poco visto The Actor, protagonizado por André Holland). La novela original, The Hunter, ya inspiró Point Blank (1967) y Payback (1999), e introdujo al personaje de Parker, quien también ha sido interpretado por Peter Coyote, Robert Duvall y Jason Statham.

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Ahora le toca el turno a Mark Wahlberg, un actor que ha sido parcialmente responsable de algunas de las peores comedias de acción de la era del streaming, desde The Union hasta The Family Plan pasando por la horrible Spenser Confidential, una arruina-veladas verdaderamente espantosa que hundió el género a mínimos históricos (yo diría que incluso la participación más mínima en esa película debería impedir que alguien vuelva a trabajar en el género, pero por desgracia no es así). En una arriesgada y impactante escena inicial que debería llevar una advertencia para los amantes de los caballos, él es traicionado después de un gran golpe, dejado por muerto por Zen, la ladrona traicionera interpretada por Rosa Salazar. Él está, como uno esperaría del género, obsesionado con la venganza, pero después de encontrarla, ella le ofrece una forma de enmendar las cosas: un nuevo golpe que le daría más dinero del que jamás ha robado. Es arrastrado a una alianza incómoda, suavizado por sus afirmaciones de que sus acciones fueron por “el bien mayor”, es decir, ayudar a derrocar a un dictador que tiene a su tierra natal bajo su control. El atraco es absurdamente elaborado, así que Parker recluta a su antiguo equipo, incluyendo a Keegan Michael-Key, a los actores australianos Chai Hansen y Claire Lovering, y al malogrado actor Grofield, interpretado por LaKeith Stanfield. Ah, y porque es una película de Shane Black, también es Navidad.

La película originalmente iba a reunir a Black con Robert Downey Jr, un dúo que funcionó muy bien en la maravillosa Kiss Kiss Bang Bang (2005) y en Iron Man 3 (2013), que impulsó la franquicia, pero él se retiró a un papel de productor, dejando a Wahlberg en su lugar. Una bajada de nivel considerable dado lo que se requiere del personaje. Black sí que saca más de él que la mayoría de directores en la última década, pero no logra del todo capturar el ingenio seco y sardónico del personaje, estando más cómodo con la acción que con la comedia (Stanfield, un actor cómico mucho más talentoso, es el que más destaca). En lo que a menudo parece una elección para conseguir que la película fuera aprobada, Black ha salpicado su cínico *noir* criminal con escenas de acción a lo blockbuster que a veces son alegremente descabelladas, al nivel de Mission: Impossible, y otras veces un poco cutres de ver. Una gran ambición frenada por efectos visuales de apariencia barata (es igualmente molesto que la película, grabada en Australia, intente engañarnos con una ambientación en Nueva York).

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Una queja importante sobre el género de acción y comedia tal como está es la falta total de esto último, con guiones desesperantemente sin gracia que necesitan urgentemente un escritor de comedia para darles un poco de vida. Black no tiene ese problema; su escritura aquí es rítmica y reflexiva, llena de detalles específicos y humor con un timing brillante. Alguien que constantemente busca formas de añadir más a escenas que, en manos de otros, se habrían quedado simples y superficiales. Sin embargo, su enfoque de “más es más” a veces puede dejarnos un poco abrumados, con una trama trepidante pero demasiado enrevesada que necesita una limpieza, como si le preocupara no poder hacer otra película de Parker y por eso metió dos películas en una. Espero que ese no sea el caso, porque Play Dirty es el tipo de cóctel entretenidamente agridulce (el final es frío pero merecido) con el que me emborracharía otra vez con gusto.