Análisis: ‘Being Eddie’ – El documental reverente de Netflix dibuja un retrato limitado del cómico

El nuevo documental de Netflix, ‘Being Eddie’, no es la mejor película de Eddie Murphy, pero tampoco es la peor. Es un intento de justificar el contrato millonario que firmó el actor de 64 años, con la esperanza de que finalmente decida volver a sus raíces en el stand-up y entregue la tan esperada secuela de su especial de 1987, ‘Raw’.

Con acceso total al protagonista y su archivo personal, ‘Being Eddie’ puede centrarse en otros aspectos, comenzando con planos indulgentes de su mansión gótica y su techo retráctil. Mientras la cámara admira los lujos de su carrera de más de 40 años, Murphy se esfuerza por decir que su rutina diaria no es muy diferente a la del resto: va a trabajar, pasa tiempo con su familia y se duerme viendo ‘Ridiculousness’ de MTV. De hecho, piensa que es el programa más gracioso de la televisión y prefiere verlo antes que repeticiones de sus propios éxitos.

Esa sería una confesión valiente viniendo de cualquier persona, y más aún de quien para muchos es el cómico más gracioso de la historia. ‘Being Eddie’ no pierde tiempo en reforzar ese título. Para confirmarlo, el director Angus Wall consulta a otros cómicos con grandes contratos de Netflix: Dave Chappelle, Chris Rock, Jerry Seinfeld. Sin embargo, es difícil digerir tanta reverencia hacia Murphy por parte de comediantes que han perdido conexión con el público y se sienten cómodos atacando a grupos marginados.

Esta adoración ocurre mientras Murphy elogia a Muhammad Ali por inspirar a una generación fundamental de afroamericanos exitosos, como Oprah, Michael Jordan y Barack Obama. Los momentos más reveladores llegan cuando Murphy habla de su difícil infancia en Long Island (su primer recuerdo es una pelea de sus padres), su transición de cómico famoso a símbolo sexual, y cómo los medios lo enfrentaban con Richard Pryor – un ídolo al que luego dirigió en la comedia ‘Harlem Nights’.

LEAR  "NO estoy lesionado" – Campeón de la WWE en dos ocasiones emite un comunicado tras la interrupción forzada del combate.

Wall, el editor ganador del Oscar por ‘The Social Network’, muestra algo de psicología de sofá. Logra que Murphy conecte su hábito de pagar los funerales de amigos famosos (Redd Foxx, Rick James) con su dificultad para aceptar la muerte de su padre y padrastro, lo que generó una aversión a los funerales. No asistió ni al de su propio hermano, Charlie Murphy, quien falleció de leucemia en 2017.

Astutamente, la película usa tomas menos cómicas de las historias de Charlie en ‘Chappelle’s Show’ para completar el retrato de Eddie, quien resta importancia a esas anécdotas épicas. Wall deja que Murphy hable de autodiagnosticarse con trastorno obsesivo-compulsivo – un arma secreta para su humor – pero no lo desafía cuando afirma que se curó a sí mismo con su gran fuerza de voluntad.

El documental también omite otros hitos notables de su vida pública: el arresto de una prostituta transexual en su coche en 1997 (él dijo que solo era un “buen samaritano”), su matrimonio relámpago con la productora Tracey Edmonds, y su rechazo inicial a reconocer a la hija que tuvo con Mel B. Lo más llamativo es que el documental presenta su regreso a ‘SNL’ como un momento crucial, pero no incluye a nadie de ese episodio (como David Spade o Lorne Michaels) para dar su versión.

Que lo insultaran en el programa que lo hizo famoso se presenta como su punto más bajo. Pero es difícil aceptar eso cuando el propio Murphy crédita ese momento por impulsarlo a proyectos como ‘Dreamgirls’, que le valió una nominación al Oscar; ‘Shrek’, una de las franquicias animadas más exitosas; y ‘The Nutty Professor’, donde elevó el estándar del maquillaje y la actuación. De hecho, Universal era tan escéptica sobre su habilidad para interpretar a varios personajes que lo hizo audicionar para cada uno de los Klump.

LEAR  El rapero Offset actuará en Rusia a pesar del boicot de su sello discográfico | Música

No es hasta el final de las 103 minutos de ‘Being Eddie’ que se entiende por qué Netflix sigue esperando. Como regalo de despedida, los cineastas le regalan a Murphy dos muñecos de ventrílocuo con la apariencia de Pryor y Bill Cosby – un momento que surgió cuando el comediante improvisó cómo sería su regreso al escenario. Ya basta de provocaciones. Que lo haga de una vez.