Alien: Tierra – Reseña
Normalmente es mala señal cuando, dos capítulos dentro de un drama, aún no entiendes qué diablos pasa. Pero hay una excepción: puedes seguir disfrutando si notas que, aunque tú no sepas qué hace la serie, ella sí lo tiene clarísimo. Eso es lo que transmite Alien: Tierra, la nueva adaptación televisiva de la franquicia más icónica del terror y ciencia ficción, creada por Noah Hawley (el genio detrás de Fargo).
El año es 2120, el escenario perfecto para una serie que juega con nuestros miedos de que nuestros nietos y bisnietos vivirán en un infierno. Con un estilo visual retro de texto verde sobre negro—como las pantallas de los 80—nos enteramos de que las corporaciones dominan el universo. Quién logre el control total dependerá de cuál de tres tecnologías gane la "carrera por la inmortalidad": los cyborgs (humanos mejorados), los sintéticos (seres artificiales) o los híbridos (cuerpos sintéticos con conciencia humana).
En el primer episodio, los aliens desgarradores quedan relegados a escenas fugaces, casi subliminales. La atención se centra en Neverland, el laboratorio de la multimillonaria empresa Prodigy. Allí, una niña en fase terminal de cáncer se acuesta junto a una figura inerte llamada Wendy. Tras un procedimiento, su mente es transferida a un cuerpo sintético hiperrealista. Wendy (Sydney Chandler) se convierte en el primer híbrido y pronto lidera un grupo de niños-soldados robots, guiados por el misterioso Kirsh (Timothy Olyphant), con su pelo rubio desastroso y un suéter que grita "aquí algo va mal".
Mientras, en el espacio, una tripulación sufre condiciones laborales espantosas. Dirigidos por el cyborg Morrow (Babou Ceesay), transportan aliens en contenedores absurdamente frágiles. Cuando las criaturas escapan, matan a todos menos a Morrow, quien intenta cumplir su misión para la corporación Weyland-Yutani… aunque la nave acaba estrellándose en la Tierra.
Al chocar con un edificio urbano, un equipo de Prodigy (incluyendo al apático médico Hermit, hermano perdido de Wendy) busca rescatar—y robar—lo que puedan. Los aliens sueltos añaden caos, pero aquí el terror no surge del encierro en el espacio, sino de otros detalles escalofriantes: desde un insecto alienígena hasta un xenomorfo más humanoide que nunca, dejando cadáveres desgarrados dignos de Hannibal.
Lo mejor es el reparto: Chandler equilibra inocencia y poder oculto, mientras Lawther aporta su resignación vacía de *The End of the Fing World. Samuel Blenkin brilla como Boy Kavalier, el excéntrico CEO de Prodigy, un "visionario" tipo tech-bro que podría destruir el mundo por diversión.
Los dos primeros capítulos carecen de narrativa lineal o claridad temática, rozando la confusión de Westworld. Pero con sus planos inclinados, paisajes distópicos o miradas perdidas, la serie nos hace sentir presas acorraladas. Algo gloriosamente horrible acecha a la vuelta de la esquina.
Alien: Tierra ya está en Disney+*.
(Nota: "entiendes" con tilde faltante, "inmortalidad" con doble ‘m’ intencional).*
