Un sismógrafo registrando los temblores detectados en las Azores. Crédito: menur, Shutterstock
Fue un jueves agitado en la isla de Terceira, en las Azores portuguesas, donde los residentes han sido recordados una vez más de que la vida en un archipiélago volcánico conlleva sacudidas ocasionales. Tres pequeños terremotos golpearon la isla en un lapso de aproximadamente dos horas, todos con epicentro cerca de la parroquia rural de Santa Bárbara, generando un escalofrío de ansiedad en comunidades que ya viven con una alerta volcánica de larga duración.
No se han reportado daños ni heridos – pero eso no significa que la gente no esté prestando atención.
Una mañana movediza para Terceira
El primer sismo llegó a media mañana. A las 10:13 horas, los sensores locales detectaron un temblor de magnitud 1.9, a unos 4 km al noroeste de Santa Bárbara. Fue suficiente para ser sentido, registrado oficialmente como intensidad III en la escala de Mercalli modificada – el nivel en el que los objetos pueden vibrar ligeramente y la gente definitivamente nota que algo sucede.
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Solo 22 minutos después, un segundo temblor se dejó sentir, registrando una magnitud de 2.0. La misma área general, la misma parroquia, pero esta vez marcado con una intensidad III/IV, lo que lo convierte en esa clase de sacudida en la que los objetos ligeros pueden vibrar y la gente podría interrumpir lo que está haciendo para preguntar: “¿Sentiste eso?”.
Luego vino el movimiento más fuerte de la mañana: a las 12:26 horas, otro sismo – de magnitud 2.6 – nuevamente en las inmediaciones de Santa Bárbara. Este se propagó más lejos, sintiéndose no solo localmente sino en parroquias cercanas como Cinco Ribeiras, Doze Ribeiras, Serreta, Raminho y Altares, e incluso hasta Biscoitos, en el municipio de Praia da Vitória.
Aquel que esperaba que fuese solo una casualidad recibió un firme recordatorio de los expertos: los tres sismos forman parte de una crisis sísmico-volcánica en curso que ha estado activa desde junio de 2022.
Nivel de alerta volcánica elevado – de nuevo
Santa Bárbara no es solo un bonito telón de montaña. Es un estratovolcán, el punto más alto de Terceira, y no ha estado completamente inactivo desde hace mucho tiempo.
A principios de este mes, el Instituto de Volcanología (IVAR) y el CIVISA, el centro regional de monitoreo sísmico, elevaron el nivel de alerta para el volcán nuevamente a V3 — lo que indica reactivación. Anteriormente había sido rebajado a V2, lo que significa inestabilidad sin una escalada clara, pero el reciente incremento de sismos – y signos de deformación cortical – obligó a las autoridades a ajustar nuevamente el nivel de riesgo.
En pocas palabras: el volcán está mostrando más signos de movimiento interno de los que a los científicos les gustaría.
Nadie está hablando de erupciones inminentes. El sistema de alerta llega hasta V7, reservado para erupciones de “explosividad colosal” – y por fortuna, estamos lejos de eso. Pero el V3 es suficiente para recordar a todos que la isla se asienta sobre algo poderoso.
Lo que sienten los residentes
El Instituto Portugués del Mar y la Atmósfera (IPMA) explica que la intensidad Mercalli IV – registrada durante el sismo más fuerte de hoy – típicamente se siente como:
“Un camión pesado pasando frente a tu casa —
las ventanas vibran, los armarios tintinean, las mascotas se ponen nerviosas.”
Para la mayoría de los lugareños, eso es solo otro día viviendo sobre un volcán. Pero el constante temblor puede desgastar los nervios.
Todos en Terceira saben que el mayor terremoto de esta crisis hasta ahora fue uno de magnitud 4.5 en enero de 2024 – lo suficientemente fuerte como para hacer saltar los muebles. Nadie está ansioso por repetir esa experiencia.
La vida continúa – con cautela
Las autoridades continúan con el monitoreo ininterrumpido, mientras se alienta a los residentes a mantenerse informados y tranquilos. En las Azores, los volcanes son un vecino con el que no se discute – pero al que siempre se vigila.
Por ahora, las escuelas permanecen abiertas, la vida cotinúa y se asegura a los turistas que la situación está bajo control. Aún así, cada temblor recuerda a la comunidad que Santa Bárbara no es solo paisaje – está viva.
