La alerta fué activada el lunes por el Comité de Emergéncias de la Generalitat.
Los vendedores de paraguas, los meteorólogos y cualquiera que esperaba un selfie dramático de la tormenta se sintieron profundamente decepcionados en Alicante el martes. Las escuelas cerraron, se cancelaron eventos al aire libre y se advirtió a los residentes que permanecieran en sus hogares por una tormenta “épica”… que jamás llegó a aparecer.
La alerta naranja prometía lluvias torrenciales, granizo y vientos huracanados. En su lugar, la mayor parte de la Costa Blanca amaneció con cielos despejados y un día libre inesperado. Lo único que se inundó fueron las redes sociales, repletas de publicaciones sarcásticas preguntando: “¿Y entonces dónde está esta tormenta?”.
En Alicante, San Vicente, Orihuela y Elche, las aulas permanecieron vacías, las fiestas se aplazaron y los padres se vieron forzados a improvisar como cuidadores—todo por culpa de una tormenta que decidió no presentarse. Los niños lo celebraron. Los adultos, bastante menos.
Por supuesto, las autoridades no estaban siendo simplemente dramáticas. La catastrófica DANA de octubre pasado dejó coches flotando como juguetes de baño, así que esta vez no quisieron arriesgarse. Sobre el papel, el pronóstico sonaba aterrador: 40 litros de agua por metro cuadrado en una hora, o hasta 100 litros en 12 horas en la costa. Añádanse alertas por granizo y vendavales, y se comprende por qué se pulsó el botón de “más vale prevenir que lamentar”.
Y para ser justos, no todos se libraron. Redován y Callosa d’en Sarrià recibieron un empapado recordatorio de la realidad el lunes, y algunas zonas de la Marina Baixa acumularon más de 70 litros de precipitación. Pero fueron casos aislados en lo que, por lo demás, resultó ser un espectacular fracaso de asistencia.
Entonces, ¿qué salió mal? Según el Proyecto Mastral de Torrevieja, las tormentas “se desarrollaron más al este de lo previsto”, lo que en términos meteorológicos equivale a decir: “Uy, fallamos por unos cuantos kilómetros”. La mayor parte de la lluvia intensa descargó inofensivamente en el mar.
Jorge Olcina, director del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante, defendió los pronósticos: “No fue una tormenta de levante, donde la lluvia está garantizada. Estas tormentas surgen de forma súbita y descargan de manera aleatoria, sin un patrón fijo”. En otras palabras, predecirlas es un poco como intentar adivinar dónde se esconde tu gato—posible, pero humillante cuando te equivocas.
Para el miércoles, lo único de lo que Alicante tenía que preocuparse era de encontrar una buena sombra. Los cielos estaban despejados, las temperaturas rondaban los 30 grados y el verano recordó a todos con suficiencia quién sigue mandando aquí.
Los vendedores de paraguas, los más afectados.
