Jake Lapham
BBC Noticias en Anchorage
BBC
Hanna Correa y su hijo Milán asisten a una protesta en Anchorage
"Putin debería estar en la cárcel, y así nomás viene a Alaska," dice Hanna Correa, quien se encuentra entre un mar de alaskeños ondeando banderas ucranianas en la carretera hacia la capital, Anchorage.
"Cuando entré por ese estacionamiento y vi a tantos estadounidenses apoyando, me hizo llorar," cuenta.
La señora Correa, de 40 años, dejó Ucrania en 2019 por amor. Seis años después, el futuro de su país podría decidirse en su nueva ciudad.
El presidente de EE.UU., Donald Trump, y su homólogo ruso, Vladimir Putin, aterrizarán en la Base Conjunta Elmendorf-Richardson, a media hora de distancia. El líder ucraniano, Volodímir Zelenski, no está invitado, algo que Correa califica de "muy triste".
Entre los que protestan está Christopher Kelliher, un veterano militar de 53 años y nativo de Alaska.
"Es asqueroso, te dan ganas de bañarte," dice sobre el encuentro. "Putin no debería estar en nuestro estado, mucho menos en nuestro país. Tenemos un idiota en la Casa Blanca que se inclina ante este tipo."
Cientos se reunieron en una calle de Anchorage el viernes para oponerse a la llegada de Putin.
La historia de esta región con Moscú añade importancia a la cumbre. EE.UU. compró Alaska a Rusia en 1867 por 7,2 millones de dólares.
Al principio, críticos llamaron a la compra "la locura de Seward", argumentando que era tierra congelada. Pero luego se descubrieron minerales raros, petróleo y gas, cambiando esa idea.
Las iglesias ornamentadas son un símbolo visible del legado ruso en Alaska. La Iglesia Ortodoxa de San Tikhon realizó tres días de oración antes de la llegada de los líderes.
El padre Nicholas Cragle, un estadounidense que vivió en Rusia siete años, dice que el conflicto es "especialmente doloroso" para los feligreses.
"Esperamos que esta reunión lleve a algo… a resolver este conflicto," dice Cragle.
Ese sentimiento lo comparten pescadores en las afueras de la ciudad, atraídos por el mejor salmón del mundo.
"Creo que es buena idea [la cumbre], ojalá Zelenski también estuviera… para terminar con esto," dice Don Cressley, quien vive en North Pole, Alaska.
Quiere que acabe la guerra "por la destrucción en las ciudades, dejando a todos sin hogar, sin comida ni suministros".
Sobre Trump, dice que está haciendo un "trabajo increíble" en las negociaciones.
Aunque Trump habla bien de su relación con Putin, las tensiones entre superpotencias persisten.
Aviones militares rusos vuelan cerca de Alaska. En enero, cazas canadiense-estadounidenses interceptaron jets rusos en el Ártico, según el Mando de Defensa Aeroespacial.
Esto genera inquietud en alaskeños que viven más cerca de Rusia que de Washington.
"Aunque la Guerra Fría terminó, patrullan nuestro espacio aéreo," dice Russell Wilson, pescando. "Si el presidente no actúa, podríamos ser el próximo Ucrania."
Otros alaskeños creen que volver a la Guerra Fría es una fantasía.
Pregunto a Christopher Kelliher si teme una invasión rusa. "No realmente, todos en Alaska tienen armas," responde.
Alaska atrae pescadores en busca del mejor salmón del mundo.
