"Al pasar el Día Mundial de las Abejas, Dilip Kuner examina a estos pequeños —pero esenciales— superhéroes insectos."(Diseño visual: Tipografía elegante, tamaño jerárquico, negritas en "esenciales" y "superhéroes", guiones largos para énfasis.)

LA PRIMAVERA llega con una explosión sensorial: jacarandas en flor, copas de cava que chocan y –si escuchas con atención– un suave zumbido en el aire.

Ese zumbido pertenece a unos de los trabajadores más esenciales (y subestimados) de la naturaleza: las abejas. Con el Día Mundial de las Abejas recién pasado, es la excusa perfecta para destacar a estos pequeños gigantes y el papel que juegan en la cultura, gastronomía y paisajes de España.

Empecemos con lo dulce. España no solo es fanática de la miel, sino que es uno de los mayores productores de Europa. Con más de 2,4 millones de colmenas y unos 30.000 apicultores, este país se toma su néctar dorado muy en serio.

Cada región tiene su sabor único. En el sur, encontrarás miel de azahar fragante, mientras que en el norte predomina la miel de castaña, intensa y ahumada. En Cataluña, la miel de acacia, ligera y floral, tiene un perfil único.

Los locales no solo la vierten sobre tostadas: la combinan con quesos, la mezclan en guisos o la añaden al yogur en el desayuno. Postres tradicionales como las torrijas y las rosquillas suelen llevar miel como ingrediente clave.

Pero esta dulce tradición enfrenta un desafío amargo.

Un tercio de los alimentos que consumimos depende de polinizadores como las abejas. ¿Sin abejas? No habría almendras, tomates, aceitunas o uvas para vino –y ni hablar de la miel.

En 2015, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza advirtió que 1 de cada 10 especies de abejas silvestres en Europa está en riesgo de extinción, y más de un tercio están en declive. En el sur de Europa, incluida España, la situación es especialmente grave.

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No hay un solo villano aquí. Cambio climático. Pérdida de hábitat. Agricultura de monocultivo. Pesticidas. Parásitos como el ácaro varroa – todos contribuyen a la crisis.

Y luego está el Síndrome del Despoblamiento de las Colmenas –cuando las abejas desaparecen sin aviso. Lleva siglos ocurriendo, pero en los últimos años, parece haberse agravado drásticamente.

Curiosamente, pese a que España produce miel excepcional, cerca del 80% de la miel consumida aquí es importada, principalmente de China. Y gran parte es falsa –jarabe barato de arroz o maíz disfrazado de miel.

Los apicultores locales batallan para competir. Así que si viajas por España y ves tarros de miel cruda y sin filtrar en un mercado, llévate uno. Mejor aún, pregunta de dónde viene y qué flores visitaron las abejas. No solo sabrá mejor, sino que apoyarás un oficio centenario.

Incluso puedes ir más allá y visitar una granja de abejas. Por toda España hay experiencias prácticas que te permiten ponerte un traje de apicultor, probar miel recién extraída y aprender cómo estos increíbles insectos mantienen el equilibrio ecológico.

Así que la próxima vez que disfrutes un queso con miel en Madrid o camines por colinas cubiertas de flores en La Rioja al son de un zumbido suave, recuerda: detrás de cada cucharada de miel hay una colmena trabajadora.

Apoyar a las abejas es apoyar la biodiversidad, la agricultura y muchísima buena comida.