Si a alguien le sorprende que, en medio de una adicción de décadas a las pastillas, el alcohol y el crack, el esencialmente heterosexual Charlie Sheen ocasionalmente “diera la vuelta al menú” y tuviera relaciones con hombres, entonces me alegro. No sabía que aún existían esos rincones de inocencia en este mundo tan desgraciado. ¡Dulces criaturas, disfruten su momento!
Que este sea el hecho que ha acaparado los titulares (los pocos que ha habido) sobre el lanzamiento del documental de dos partes ‘AKA Charlie Sheen’ es una prueba de lo poca información nueva que ofrece. ¿Cómo podría ser de otra forma, en realidad? Cada una de las tres etapas –que en la película él etiqueta como “Fiesta”, “Fiesta con problemas” y “Solo problemas”– de su vida adulta ha sido documentada exhaustivamente por los medios en tiempo real. A veces mediante historias vendidas por sus compañeros de juerga, otras mediante hospitalizaciones públicas y conferencias de prensa convocadas por su padre, Martin Sheen, para intentar controlar el interés de la prensa. Otras veces fueron entrevistas o llamadas hechas por el propio Charlie a programas como Infowars de Alex Jones, o videos subidos a YouTube sobre su “sangre de tigre” y “ADN de Adonis” grabados bajo influencia, o resultaron de su largo divorcio de Denise Richards, ya que su abuso de sustancias hizo su vida juntos insostenible. Y a veces fue una mezcla, como cuando en 2015 dio una entrevista exclusiva al programa Today de NBC revelando su estado de VIH positivo, para poner fin a varios intentos de extorsión que había sufrido desde su diagnóstico cuatro años atrás.
Martin Sheen y el hermano de Charlie, Emilio Estevez, declinaron participar en la película. Nadie –incluyendo al propio Charlie, como él mismo dice– puede culparlos. Él es claro y está claro que solo es gracias al amor duradero de su familia que está aquí para contar su historia. Sin embargo, su otro hermano, Ramon, sí aparece, junto con su hija Lola, su hijo Bob y sus madres –Richards y Brooke Mueller, respectivamente, la segunda y tercera esposas de Charlie. Las mujeres hablan con honestidad y, en el caso de Richards, con mucha franqueza sobre él, pero el amor aún es evidente.
Se puede ver por qué. Charlie, ahora sobrio desde hace siete años, es inherentemente cálido y tiene un encanto natural durante su entrevista con el cineasta Andrew Renzi. Igualmente, en clips de entrevistas de principios de su carrera y en videos familiares, él y Emilio irradian carisma.
Nada de esto, por supuesto, significa que no fuera un monstruo cuando estaba drogado. No te das cuenta hasta después de lo suave que ha sido el tratamiento de Renzi hacia él, lo levemente que se han pasado por alto las acusaciones de violencia doméstica, las órdenes de restricción, sus fracasos como padre y las afirmaciones de que expuso a sus novias al VIH, y cuánto control narrativo se le ha dado a Sheen. Él rinde lo que parece ser un homenaje genuino a la paciencia y compasión de su familia y amigos –especialmente su amigo de la infancia Tony Todd, quien creció como vecino de los Sheen, nunca probó drogas o alcohol y casi llora al recordar las noches en casa de Charlie durante sus años de mayor vicio, esperando no entrar en su habitación a la mañana siguiente y encontrarlo muerto. Pero los signos de verdadero arrepentimiento o comprensión del sufrimiento que debió causar a tantos son cada vez más notorios por su ausencia.
Hay algún momento ocasional en el que la fachada brillante se resquebraja. Destacablemente con Heidi Fleiss, la madame contra la cual Sheen, único entre sus clientes, testificó en corte. “El llorón maricón cobarde”, dice ella, todavía vibrando con una rabia casi refrescante. Y está Jon Cryer, el coprotagonista de Two and a Half Men, cuyo profundo cansancio con “el ciclo” que el actor impuso al elenco y equipo tantas veces a lo largo de los años sigue siendo evidente. “Estaba teniendo una rabieta”, dice sobre la borrachera en la que Sheen se embarcó tras ser finalmente despedido de la serie. “Porque lo tenía todo y luego lo perdió.”
Hay muy poca auto-reflexión por parte de Sheen aquí –y demasiadas sonrisas nostálgicamente felices mientras recuerda sus días de fiesta– para que nos sintamos más apenados por él que por quienes lo rodearon. Quizás se guarda todo eso para su terapeuta y nos da solo lo superficial. Esperemos que sí. Sería el movimiento más saludable que ha hecho en su vida.
AKA Charlie Sheen ya está en Netflix.
