“
Natalia Bueno fue presidenta de la asociación API de agentes inmobiliarios en las Islas Baleares durante varios años. Después de 35 años en la profesión, dice que “no puede más”. “Estoy sufriendo la presión inmobiliaria, y comprar una propiedad rural está más allá de mis posibilidades económicas. También estoy abrumada por la superpoblación. Así que me voy. Voy a abrir un hotel agroturístico en Viveiro, Galicia.”
Actualmente vive en una casa alquilada en Lloseta propiedad del llamado banco malo SAREB, que la ha puesto a la venta. La propiedad llegó a valorarse en 400.000 euros. Los precios han subido considerablemente. Podría mudarse a un apartamento, pero eso no es para ella. “Soy del campo”.
“Quiero mucho a las Islas Baleares. He vivido aquí casi 30 años”. Pero ahora no le sorprendería si hubiera una “alianza inmobiliaria” entre Mallorca y el norte de España. Mallorca está muy saturada, por lo que ella está escapando a la ‘España vacía’ y está convencida de que habrá un éxodo de mallorquines hacia la península.
Sobre la superpoblación, dice: “Hay que pensar muy bien a dónde vas si es un día nublado. En verano, sé que si no hago reserva en un restaurante, no voy a comer. No poder moverte afecta tu trabajo y vida personal”.
La ferocidad del mercado de la isla la afecta tanto como profesional como ciudadana. “No podemos limitar la población, y mientras siga aumentando, los precios de la vivienda seguirán subiendo. Hay alemanes que ahora compran apartamentos en Son Gotleu (Palma) como inversión. Sus ingresos son tres veces los nuestros.
“El sector inmobiliario es un refugio; es la gallina de los huevos de oro. Si mi vecino alquila por 1.000, yo quiero más. Y con todos estos precios al alza, hay personas que terminan en la calle. Al final, los inquilinos están pagando las hipotecas de los propietarios”.
Lo mismo sucede con los alquileres vacacionales. “Muchas personas pagan sus hipotecas alquilando a turistas, aunque ahora tienen miedo de las inspecciones. Pero no importa, ya que no lo publican en Airbnb y en su lugar lo anuncian en páginas web de Alemania, Suecia, o simplemente no lo publicitan en absoluto. Tienen clientes que los llaman cada año. Los taxistas en Sóller y Bunyola, que llevan a los turistas a estas casas de verano, pueden confirmarlo. Y todo esto es dinero negro, pagado en efectivo”.
Mientras tanto, ser dueño de una casa en Mallorca sigue siendo el sueño de alemanes y otros europeos del norte, lo que se traduce en una pesadilla para los residentes, que no tienen el mismo poder adquisitivo. “Luego están los inmigrantes que vienen a trabajar. Si tienen papeles, alquilan un apartamento. Si no, comparten habitaciones y se las arreglan. Alquilar por habitación es un negocio muy lucrativo. Cada habitación se puede alquilar por 600 euros. Cuatro habitaciones, eso son 2.400 euros al mes, 30.000 euros al año. Los que no pueden pagar esto se ven obligados a vivir en chabolas y autocaravanas. Y este problema solo empeorará”.