En la tenebrosidad del 1 al 3 de octubre, el mundo fue testigo de una nueva violación del derecho marítimo. Más de cuarenta embarcaciones que transportaban alimentos, medicinas y un mensaje de paz fueron interceptadas por israelíes justo en aguas internacionales.
A bordo viajaban 473 activistas de 57 países, miembros de la Flotilla Global Sumud (GSF), que buscaban quebrar el bloqueo de la Franja de Gaza y abrir un corredor humanitario estable.
Los organizadores describieron lo ocurrido como un secuestro en alta mar. Este ataque no fue un simple incidente: simboliza la naturaleza inhumana y prolongada del asedio israelí contra más de dos millones de personas.
La iniciativa Sumud encarnó una forma de desobediencia civil no violenta, una acción política y humanitaria al mismo tiempo. Su nombre, que en árabe significa perseverancia, resume el espíritu inquebrantable de quienes resisten la injusticia.
Una travesía de resistencia y solidaridad global
Desde finales de agosto, los barcos zarparon de puertos como Barcelona, Génova y Túnez. La Flotilla Sumud se convirtió en un ejemplo de internacionalismo activo: uniendo organizaciones del Norte y del Sur Global en torno a la causa palestina.
En cada barco viajaban activistas, médicos, sindicalistas, agricultores, académicos y líderes sociales que vieron en Gaza un espejo de su propia lucha por la justicia.
La travesía a Gaza fue una odisea marcada por obstáculos naturales y amenazas políticas. Los informes de ataques con drones e incendios provocados contra los buques en los días previos a la interceptación revelan una campaña de acoso militar.
Israel no solo intentó impedir la llegada de ayuda humanitaria, sino que incluso procuró desmantelar una red de solidaridad internacional desarmada.
Aunque los barcos no quebrantaron físicamente el asedio, lo lograron a nivel político y simbólico.
La enorme reacción israelí expuso al mundo la ilegalidad del bloqueo y mostró la desproporción entre un Estado armado y una flotilla civil decidida a salvar vidas.
Voces del Sumud: los rostros de la resistencia y la experiencia
La fuerza del movimiento radica en el calibre y la heterogeneidad de sus participantes, que representan la convergencia de las luchas progresistas.
Aquí no solo viajaban humanitarios, sino veteranos de la acción directa social dispuestos a poner su cuerpo en primera línea.
La presencia de Thiago Ávila, el brasileño socioambientalista, ilustra una convicción inquebrantable. Tras ser interceptado en la Flotilla de la Libertad en junio de 2025, sufrir aislamiento y emprender una huelga de hambre y sed en señal de protesta, Ávila zarpó de nuevo. Su sumud no es solo personal; es una revelación: el Sur Global no acepta la impunidad.
A su lado, Saif Abukeshek, el activista palestino establecido en Barcelona y líder de la Coalición Mundial Contra la Ocupación. Abukeshek ha sido un blanco constante de propaganda y represión, ya que anteriormente coordinó la ambiciosa Marcha Mundial a Gaza en junio. Las acusaciones israelíes contra él son un intento desesperado de criminalizar la solidaridad y la resistencia palestina, un esfuerzo que él y el GSF han rechazado sistemáticamente.
Aportando una perspectiva feminista de clase, Torkia Chaibi (Túnez), presidenta de la influyente organización Un Millón de Mujeres Rurales y Sin Tierra y figura esencial de La Vía Campesina, dotó a la iniciativa de una perspectiva profunda sobre la soberanía alimentaria. Su lucha por los derechos de las mujeres campesinas en el norte de África está directamente relacionada con la privación palestina de trabajar sus tierras y controlar sus alimentos. El hecho de que navegara junto a su hijo es un testimonio de que esta lucha es un legado generacional.
Desde Malasia llegó el líder humanitario, Muhammad Nadir al-Nuri, fundador de Cinta Gaza Malasia (CGM), en representación del poderoso apoyo del Sudeste Asiático. Su capacidad de movilización es inmensa, con más de 20 millones de dólares recaudados desde octubre de 2023 y medio millón de seguidores en las redes sociales, lo que demuestra que la solidaridad con Gaza es una causa mayoritaria en esta región.
Como núcleo político del GSF estaba Saif Abukeshek (Palestina/España), un activista con más de 20 años de experiencia organizativa. Abukeshek preside la Coalición Mundial Contra la Ocupación y articula la solidaridad dentro del ámbito sindical (IAC). Su trabajo unifica los movimientos de la diáspora con la lucha de base, enfrentando constantes campañas israelíes de criminalización que buscan deslegitimar cualquier resistencia palestina.
A estos perfiles se suma la historiadora financiera y social griega, Kleoniki Alexopoulou, que aportó rigor académico a la causa. La experimentada María Elena Delia de Italia, física, veterana fundadora del Movimiento Gaza Libre y ex coordinadora de la Coalición Flotilla de la Libertad.
Y la figura icónica de Greta Thunberg, que obligó a los medios a conectar el ambientalismo y la justicia social con el conflicto anticolonial.
Estas son algunas de las personas que formaron parte del elenco de 57 naciones, que incluso contaron con el apoyo de figuras como el presidente colombiano Gustavo Petro y la relatora especial de la ONU Francesca Albanese, demostrando que el GSF es la verdadera voz de una comunidad internacional que rechaza el *statu quo* y el exterminio del pueblo palestino.
Detención ilegal y tortura psicológica
La operación israelí culminó con la captura de los 473 activistas y la confiscación de la ayuda humanitaria.
Según informó el Centro Legal Palestino Adalah, los detenidos fueron privados del derecho a comunicarse con abogados durante las primeras horas de detención, mientras que las autoridades impidieron a los defensores legales la entrada al puerto de Ashdod.
Los testimonios recogidos son impactantes. Varios activistas denunciaron haber sido agredidos, amenazados y sometidos a técnicas de privación del sueño, despertándolos violentamente cada vez que cerraban los ojos.
Estas prácticas constituyen métodos de tortura psicológica prohibidos por el derecho internacional.
“Adalah exige la liberación inmediata de todos los detenidos y la devolución de sus pertenencias, junto con el cargamento humanitario confiscado”, afirma el comunicado legal difundido.
A pesar de la condena internacional, la mayoría de los activistas permanecen en prisión en el complejo penitenciario de Ktzi’ot en el desierto de Negev, una prisión de máxima seguridad destinada a prisioneros palestinos.
La operación, llevada a cabo en aguas internacionales, constituye un delito según el derecho marítimo: Israel actuó fuera de su jurisdicción y utilizó la fuerza contra civiles desarmados.
Este tipo de detenciones extraterritoriales demuestran el alcance de un régimen que busca silenciar la disidencia por cualquier medio.
El mensaje es claro: para el Estado israelí, la ayuda humanitaria es una amenaza política. Pero para los activistas, cada acto de resistencia pacífica reafirma el derecho de las personas a vivir libres del asedio y del hambre.
Voces de denuncia y una comunidad vigilante
Las reacciones no se hicieron esperar. Diversas organizaciones como Human Rights Watch, La Vía Campesina Internacional y la Asamblea Internacional de los Pueblos exigieron la liberación de los detenidos y el fin inmediato del bloqueo a Gaza.
En las redes sociales, el hashtag #FreeThe473 se convirtió en tendencia mundial en menos de 24 horas, impulsado por mensajes de artistas, periodistas y movimientos sociales.
En América Latina, colectivos feministas, campesinos y obreros expresaron su solidaridad activa con los miembros del Sumud, señalando la interdependencia entre colonialismo, extractivismo y represión.
La detención desató un movimiento de apoyo global que revivió el debate sobre la responsabilidad de los gobiernos occidentales que continúan respaldando el bloqueo mediante el silencio o la complicidad.
El legado de ṣumūd y “Nunca más”
Más allá de la tragedia inmediata, la Flotilla Global Sumud ha marcado un nuevo punto de inflexión en la conciencia internacional.
Su travesía, aunque interceptada, logró reabrir la conversación sobre la ilegalidad del bloqueo, la impunidad israelí y la necesidad de acciones colectivas más allá de las declaraciones diplomáticas.
El ṣumūd de los 473 voluntarios, esa perseverancia que no cesa ante el castigo, conecta con la memoria de Vittorio Arrigoni, el activista asesinado en Gaza en 2011, cuyo lema “Stay Human” inspira a quienes desafían la indiferencia.
El sacrificio de quienes enfrentaron el mar, los misiles y las prisiones israelíes es un desafío directo a la comunidad internacional: la neutralidad ya no es una opción.
Gaza resiste, y con ella, miles de voces de diferentes geografías también lo hacen, exigiendo un nuevo orden basado en la dignidad y el derecho de los oprimidos a existir.
La humanidad frente al apartheid
La Flotilla Global Sumud no fue derrotada, sino reafirmada por la represión que sufrió. Su valor radica en haber hecho visible que la causa palestina no pertenece a un solo pueblo, sino a toda la humanidad.
Cada barco interceptado, cada activista detenido, transforma la solidaridad en una herramienta política capaz de enfrentarse al poder colonial.
Mientras Israel busca silenciar la esperanza en el mar, el mundo una vez más expresa un lema que traspasa fronteras: “Libertad para Gaza, justicia para Palestina”.
Autor: Silvana Solano
Fuente: TeleSur
