Activistas del cambio climático en Bélgica coquetean con el extremismo

Por Olivier Acuña Barba
Publicado: 04 Jul 2025 • 23:43
• 3 minutos de lectura

Autoridades belgas están preocupadas porque activistas climáticos están virando hacia el radicalismo | Crédito: Shutterstock

El organismo de seguridad nacional de Bélgica ha lanzado una advertencia grave: el panorama del activismo climático en el país está experimentando una transformación peligrosa. La Agencia Federal de Análisis de Amenazas, OCAD, ya no se expresa con cautela. En un informe confidencial al que tuvieron acceso Het Laatste Nieuws y Belga, la agencia lo deja claro—lo que antes se consideraba desobediencia civil ahora roza el extremismo.

“Los métodos de acción de ciertos grupos se han vuelto más violentos; algunos difícilmente pueden etiquetarse como ‘activistas’, sino que merecen la etiqueta de ‘extremistas’”, señala el informe interno. Es un alejamiento directo y contundente de evaluaciones previas, reflejando la creciente preocupación en los círculos de inteligencia belgas por una corriente radical dentro de los movimientos climáticos.

Ya no se trata solo de encadenarse a un árbol o bloquear el tráfico con pancartas. Ahora hablamos de operaciones de sabotaje capaces de provocar explosiones mortales.

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En el centro de la investigación de OCAD está la acción mediática del 1 de marzo en el puerto de Gante. Organizada por Code Rood—una coalición de desobediencia civil cada vez más vista como una fuerza radicalizadora—la protesta apuntó a instalaciones operadas por Cargill, un gigante agroindustrial. Entre los cientos de manifestantes estaba la icónica sueca Greta Thunberg, cuya presencia atrajo a la prensa internacional pero también añadió tensión política.

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Según OCAD, los manifestantes no se limitaron a sostener pancartas. Sabotearon sistemas operativos presionando botones de emergencia y cortando cables de datos. El resultado? Una acumulación peligrosa de gases en ciertas instalaciones—suficiente para crear “un riesgo agudo de explosión”, afirma el informe. Esa frase ominosa ahora planea sobre la narrativa del activismo climático en Bélgica.

Un movimiento en la encrucijada

Code Rood comenzó como una iniciativa de base centrada en la resistencia civil. Sus primeras campañas, como el bloqueo de 2022 en el puerto de Amberes, eran protestas pacíficas. Pero en el último año, algo cambió.

“Se evidencia una evolución hacia métodos más radicales”, dice el informe. OCAD detecta una división interna, con elementos radicales marginando voces moderadas. El peso de lo que llama “actores extremistas” ha aumentado, y no solo gritan más fuerte—controlan la dirección.

La influencia de la izquierda radical belga también es más visible. Grupos como Gauche Anticapitaliste han ganado peso. En Gante, junto a consignas ecologistas, hubo ataques al capitalismo y simbolismo anarquista.

De la lucha climática al conflicto: el vínculo con Gaza

Lo más inquietante es la reorientación geopolítica reciente. Activistas han atacado empresas vinculadas al sector defensivo israelí bajo la consigna “Stop Arming Israel”.

OCAD ve esto como un “cambio táctico significativo”. El foco ya no es solo la economía del carbono, sino el comercio de armas y la política exterior—riesgo añadido en un contexto ya volátil.

Las autoridades temen que, si las protestas climáticas se mezclan con reivindicaciones políticas globales, el potencial de escalada crecerá exponencialmente.

Un toque de atención, no una sentencia

Nadie sugiere que todo el movimiento climático belga se ha radicalizado. La mayoría sigue comprometido con la acción pacífica. Pero el informe de OCAD advierte: el límite entre activismo y extremismo se estrecha rápidamente.

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Que Code Rood sea un precedente o una advertencia dependerá de sus próximos pasos. Lo claro es que la era del romanticismo ingenuo sobre la desobediencia civil terminó. Los riesgos son mayores, las tácticas cambian, y la línea entre protesta y delito quizá ya se cruzó.

Para Bélgica—y el movimiento climático europeo—ha llegado la hora de reflexionar.