Un lunes cualquiera, como otro, y Pamela se acerca al Mercadona para abastecerse tras el fin de semana. Hay bullicio, como cada lunes, con todo el mundo reponiendo sus despensas en día laboral. Tras hacer cola y pagar, sale por la puerta principal, atraviesa las puertas de cristal deslizantes y, ¡zas!, Pamela se fractura la muñeca al caer sobre el duro suelo de mármol. ¿Quién iba a mirar hacia abajo, justo donde estaba aparcada la plataforma de uno de los miles de patinetes eléctricos urbanos?
¿Estaba correctamente aparcado? Por supuesto que sí. Era una zona de estacionamiento designada específicamente para patinetes eléctricos, según lo dispuesto por el arquitecto que diseñó la entrada de esta sucursal de Mercadona.
El patinete eléctrico ha supuesto una revolución en el transporte urbano – tan fácil de montar como de desmontar, y mucho más accesible que una bicicleta. Aquel bloque familiar en forma de L, de acero y goma, pintado de un gris oscuro para pasar desapercibido, con su manillar alto, sujeto con una cadena a una estructura metálica gris instalada por el supermercado. Su diseño refleja a la perfección la actitud de muchos de sus usuarios – prominente por delante, indiferente a lo que queda detrás.
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La rueda trasera y la plataforma sobresalían de la pared, una visión obstruída por los carritos de la compra. ¿Quién la habría visto cargada con sus bolsas? ¿Alguien? Pamela, francamente, tuvo suerte. Se fracturó la muñeca en la caída, fue trasladada en ambulancia al hospital y ahora pasará la Navidad con escayola. Pudo ser peor. Pudo ser una conmoción, una cadera, o algo más grave.
El usuario del patinete regresó, lo recogió y se marchó sin decir nada. El gerente del supermercado no comentó nada, y la policía local, … bueno, es solo la policía local. El marido de Pamela, Robert, llegó y acompañó a su esposa en la ambulancia hasta el hospital.
Esta es una historia sobre la consideración, sobre la empatía hacia los demás, sobre no ir tan deprisa que todo lo demás, incluidas las vidas ajenas, carezca de valor. Las personas mayores se enfrentan a este circuito de obstáculos potencialmente letal cada día en Albir. Por muy apacible que parezca la localidad de la Costa Blanca, la falta de consideración convierte cada jornada en una pista de asalto. Si ya era preocupante la circulación de patinetes en aceras, el absoluto desdén eleva los riesgos de una simple visita al supermercado a un nivel que puede terminar en un traslado en ambulancia.
Agradecemos enormemente a Robert, esposo de Paméla, por alertar a Euro Weekly News sobre este suceso.