Análisis Literario: La Larga Toma en Nuestra Cultura

En cuanto a la literatura sobre el aclamado cineasta japonés Akira Kurosawa, el mercado en inglés es afortunadamente rico. Hay desde estudios de su carrera (como *The Films of Akira Kurosawa* de Donald Richie) hasta tomos biográficos (por ejemplo, *The Emperor and the Wolf* de Stuart Galbraith IV). También existen traducciones de libros japoneses que nos permiten asomarnos a la mente del director y sus colaboradores, como el del guionista Shinobu Hashimoto o la autobiografía del propio Kurosawa, *Algo como una autobiografía*.

Sin embargo, menos conocido para el público occidental es otro libro donde el gran director escribió sobre sí mismo. Se publicó en Japón tras su muerte en 1998 y ahora llega a nosotros con el título *Long Take*.

Por razones personales, Kurosawa decidió terminar *Algo como una autobiografía* con el rodaje de *Rashomon* (1950), antes de su fama internacional. Ese libro hablaba de un inadaptado que sobrevivió al gran terremoto de Kanto y la Segunda Guerra Mundial, y cuya carrera comenzó en los estudios Toho. *Long Take*, traducido recientemente al inglés por Anne McKnight para la University of Minnesota Press, sigue a un cineasta maduro, con varias obras maestras a sus espaldas, que ahora descubre el mundo y cuyo reconocimiento lo lleva a nuevos lugares y personas.

*Long Take* no es una autobiografía tradicional, sino una colección de ensayos (algunos de Kurosawa, otros de su hija Kazuko) mezclados con conversaciones con el escritor Hisashi Inoue y el director Yoji Yamada. Kurosawa recuerda asistir a festivales internacionales y relacionarse con cineastas de otros países, mientras sus colegas japoneses se mantenían aparte. Sus viajes le permiten encuentros con contemporáneos como Andrei Tarkovsky o Werner Herzog. Todo el tiempo, describe sus impresiones sobre los directores que conoce y a veces comparte opiniones de otros japoneses sobre sus obras.

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Esto no significa que Kurosawa no hable de su propia filmografía; un momento destacado es cuando recuerda los desafíos del final lleno de barro de *Los siete samuráis* (1954). Asumiendo una actitud humilde, Kurosawa prefiere que lo llamen artesano en vez de artista y critica las películas que no entretienen y miran al público por encima del hombro. También ofrece reflexiones sobre la industria, como el impacto negativo de la televisión.

En el libro se publica una lista de las 100 películas favoritas de Kurosawa, resultante de charlas con su hija Kazuko. Ella escribe en sus ensayos sobre su trabajo en las películas tardías de su padre, habla de miembros veteranos del equipo y documenta cómo se convirtió en su cuidadora tras una caída que lo dejó en silla de ruedas. Kazuko pinta un retrato íntimo de quién era Akira Kurosawa fuera del estudio, revelando su encantadora ingenuidad y su actitud positiva hacia la vida. Esta última es especialmente inspiradora, viniendo de un hombre que sobrevivió a calamidades históricas, la pérdida de su esposa y un intento de suicidio en 1971. *Long Take* no revela el motivo de aquel intento, pero la filosofía con la que superó ese y otros momentos duros es algo que el lector puede aplicar a su propia vida. Esto hace que este tomo recién traducido sea tan inspirador como informativo.

Como todos los buenos textos sobre artistas —¡perdón, artesanos!— del cine, *Long Take* ofrece información de trás bambalinas mientras explora la mente y el corazón de su sujeto. Los lectores llegarán por las anécdotas, pero se irán sintiendo que llegaron a conocer a Akira Kurosawa: un hombre que hizo películas extraordinarias y tuvo experiencias extraordinarias, pero que sintió emociones que todos hemos sentido, que amaba el cine por las reacciones que produce en nosotros y que era, como él mismo señalaría primero, tan humano como cualquiera que lea este libro.

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