La reticencia del presidente Donald Trump para autorizar una intervención militar directa en Venezuela subraya el dilema estadounidense de cómo reafirmar su dominio en su esfera tradicional, mientras maneja los riesgos de escalada en la rivalidad multipolar con China y Rusia, señalaron observadores.
Pero advirtieron que no se debe ver la hesitación de EE.UU. como una debilidad, señalando las sanciones intensificadas, los bloqueos navales y la presión diplomática desde Washington. Esto se complementa con una estrategia recalibrada para mantener influencia sin un compromiso excesivo, frente a la creciente presencia económica de China en América Latina.
La administración Trump ha perseguido una campaña de “máxima presión” contra el presidente venezolano Nicolás Maduro bajo la “Operación Lanza del Sur”, presentada como una lucha contra el narcotráfico y contra lo que Washington ha etiquetado como un “régimen de organización terrorista extranjera”.
Mas de una docena de buques de guerra estadounidenses y unos 15,000 soldados han sido desplegados en el Caribe. Aunque la Casa Blanca insistió en que las opciones militares seguían sobre la mesa, su enfoque principal han sido las sanciones “al máximo extento” para privar a Maduro de recursos, dijo el embajador de EE.UU. ante la ONU, Mike Waltz, al Consejo de Seguridad el martes.
Según Reuters, las fuerzas estadounidenses han recibido órdenes de hacer cumplir una “cuarentena” al petróleo venezolano por al menos los próximos dos meses, apuntando a todos los tanqueros sancionados que entren o salgan del país. Trump dijo el lunes que sería “inteligente” que Maduro renunciara.
Bloomberg informó que fuerzas de EE.UU. abordaron un barco no sancionado, llamado Centuries, propiedad de una entidad con sede en Hong Kong, el fin de semana pasado.
Caracas niega cualquier involucramiento en el narcotráfico, argumentando que Washington busca derrocar a Maduro para apoderarse de las reservas de petróleo venezolanas, las más grandes del mundo.
