Tras una semana en la que mi vecino tuvo que llevar a su perro de urgencia al veterinario por haberse comido las luces de Navidad –cuando el veterinario le dijo que no sería nada, ¡su carita se iluminó!–, el icónico centrocampista del Real Mallorca Dani Rodríguez, de 37 años, dejará de formar parte de la plantilla tras haber acordado la rescisión de su contrato tras casi ocho años.
El jugador, natural de Betanzos en Galicia, firmó el acuerdo para romper todos los vínculos con el RCD Mallorca el pasado jueves y el comunicado del club señaló que ha renunciado a una parte sustancial del salario restante que debía percibir hasta junio del próximo año. Su deseo es tener la oportunidad de volver a jugar al fútbol después de que nuestro entrenador, Jagoba Arrasate, lo sancionara por dos mensajes publicados en redes sociales en los que Dani criticó al técnico.
El club incluyó en el acuerdo una cláusula de confidencialidad, junto con otra que le impide jugar contra el Mallorca en caso de firmar por otro club de La Liga, una práctica bastante habitual en el fútbol español. Dani ha sido uno de los jugadores más importantes en la historia del club, logrando dos ascensos a Primera División y disputando una final de Copa en Sevilla hace dos años, encuentro en el que anotó el primer gol. Su contribución a la causa del Real Mallorca se refleja en 282 partidos disputados, con 32 goles y 39 asistencias.
Resulta muy difícil comprender por qué un jugador tan emblemático ha tenido que marcharse de esta manera, bajo una nube de controversia. Incluso unos minutos en el terreno de juego para despedirse habrían sido mucho más dignos. El castigo impuesto por el intransigente entrenador Arrasate durante los últimos cuatro meses, negándole la posibilidad de jugar con el equipo a pesar de haber pedido disculpas y seguir acudiendo a los entrenamientos, resultó excesivo para algunos.
Era idolatrado por la afición y, como el propio Arrasate comentó: “Con esta situación todos hemos perdido; no hay vencedores”.
Nadie en la cúpula del Real Mallorca pareció brindarle apoyo, compañía o, verdaderamente, ninguna asistencia. Un comentario en redes sociales señalaba que, si este incidente hubiera ocurrido cuando estaba involucrado nuestro expresidente y dueño Mateu Alemany (ahora director deportivo del At. Madrid), el asunto se habría resuelto satisfactoriamente para ambas partes en un par de semanas.
En un emotivo discurso, Dani rindió homenaje a todos sus compañeros, cuerpo técnico y empleados del club, afirmando: “Quiero agradecer a todos los empleados del club, los utilleros, fisioterapeutas, médicos, personal y trabajadores de mantenimiento. Espero que guarden un buen recuerdo de mí. He intentado ser un buen profesional y un buen compañero, y cuando me tocó, un buen capitán. He aprendido mucho de cada uno de ellos, tanto del fútbol como de la vida”.
Los mallorquinistas tienen mucho que agradecer a Dani Rodríguez, pero yo siempre lo recordaré como nuestro número 14, arrancando desde el área propia con el balón controlado y avanzando con potencia hacia el área rival. Fue el mejor jugador de banda a banda que se ha visto en Son Moix en muchísimos años. Su nombre quedará para siempre tejido en la esencia del Real Mallorca.
El club se encuentra ahora en el parón navideño para recargar energías de cara a un año nuevo que, se espera, ofrezca un mejor rendimiento. Con la apertura del mercado de fichajes el 2 de enero hasta el 3 de febrero, es muy probable que el Mallorca incorpore algunos refuerzos. De momento, hay tres plazas disponibles en la plantilla, siendo la prioridad un extremo derecho.
El empate que el equipo logró en Mestalla ante el Valencia (1-1) ya está demostrando su valor. Gracias a la derrota del Girona por 0-3 ante el At. Madrid, el Mallorca afronta el parón con tres puntos de ventaja sobre la zona de descenso. El equipo tiene la oportunidad de aumentar esa ventaja a seis puntos, ya que el Girona será su rival en el primer partido del año nuevo, el sábado 4 de enero a las 18:30. El Mallorca debe recuperar la confianza de los aficionados que se han distanciado y quizá logremos que vuelvan a Son Moix, ya que en los dos últimos partidos como locales apenas hubo 15.000-16.000 espectadores en un estadio con capacidad para más de 23.000, de los cuales unos 20.000 son abonados.
Y PARA TERMINAR, un hombre entra en un restaurante en Nochebuena y pide calamar. El camarero le dice que vaya al tanque y elija cuál quiere.
El cliente señala a un pequeño calamar verde con bigote. Jervaise, el camarero, le dice: “Oh, no, ese no puede ser. Es mi favorito; es tan pequeño y amigable. Seguro que prefiere uno de los más grandes y carnudos”.
El cliente insiste: “No, tiene que ser ese”. Así que Jervaise saca al pequeño calamar verde y lo coloca en la tabla. Al alzar el cuchillo, el calamarito lo mira y sonríe, moviendo su poblado bigote con una amplia sonrisa.
“No puedo”, dice Jervaise. “No soy capaz. Tendré que llamar a Hans, el friegaplatos; él es un hombre duro”.
Sale Hans mientras Jervaise se retira llorando. Hans levanta el cuchillo y está a punto de cortar la cabeza al calamar cuando este le sonríe, moviendo su pequeño bigote. Hans tampoco puede hacerlo. La moraleja: ¡Hans que friega platos es tan blando como Jervaise con el suave calamar verde de labios peludos!