ANÁLISIS: La pasión de España por la lotería y cómo funciona realmente mientras se anuncian los ganadores de este año

Cada mes de diciembre, los televisores de toda España se sintonizan con un mismo sonido hipnótico: el de los niños del colegio cantando interminables series de números en una salmodia que parece eterna.

Los bares enmudecen, las oficinas interrumpen su labor y las familias se congregan en torno a radios y televisiones.

Es el sorteo de El Gordo –la lotería más grande del mundo– y encapsula a la perfección la obsesión única de España con este juego.

No obstante, El Gordo es solo la parte más visible de una afición nacional mucho más amplia. Los españoles juegan a la lotería durante todo el año, y de formas que suelen desconcertar a los foráneos.

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Desde la compra de fracciones de décimos hasta el compartir números con colegas, la cultura de la lotería en España tiene tanto que ver con la comunidad como con el dinero.

La primera sorpresa para los recién llegados es que los españoles rara vez compran un billete entero. En su lugar, los décimos se dividen en diez partes, conocidas como participaciones.

Cada participación cuesta una fracción del precio total, pero sigue ofreciendo premios sustanciales. Esto hace la participación más accesible y, crucialmente, fomenta el compartir.

Es común que amigos, familias, clubes de fútbol, oficinas, bares e incluso comunidades de vecinos compren juntos el mismo número. Cuando un premio sale, todos ganan una parte.

¿La desventaja? Cuando toca un número que casi compras, escuchas la frase que más teme un español: ‘Me tocó por poco’.

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El sorteo de Navidad de 2025 no defraudó. El primer premio, El Gordo, recayó en el número 79.432, otorgando 400.000 euros por participación –casi 4 millones para un billete entero–, gran parte del cual se vendió en Madrid y en la provincia de León.

También se repartieron premios menores, aunque igualmente transformadores: el segundo premio fue para el número 70.048, y el tercero para el 90.693 –ambos ampliamente distribuidos por pueblos y ciudades españoles.

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En muchas comunidades afectadas por recientes adversidades –como zonas castigadas por incendios forestales en Castilla y León– los premios han supuesto un palpable alivio y celebración.

En total, la lotería repartió 2.770 millones de euros en premios este año, 70 millones más que en 2024.

La Lotería de Navidad española se remonta a 1812 y sigue siendo el sorteo más grande del mundo en cuanto a dotación total de premios.

En lugar de un único bote gigantesco, el dinero se reparte entre miles de premios, lo que significa que pueblos enteros pueden transformarse de la noche a la mañana.

Esto es deliberado: el objetivo nunca ha sido crear a un solo multimillonario, sino distribuir la riqueza de manera amplia.

En un país con fuertes lazos sociales y una historia de penurias económicas, este modelo cala hondo.

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El propio sorteo es un espectáculo. Los niños del colegio San Ildefonso de Madrid cantan los números en directo por televisión en una ceremonia que dura horas. Para los españoles, marca el comienzo emocional de la Navidad.

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El amor de España por la lotería es en parte histórico. Las loterías estatales existen desde hace más de 200 años, y comprar un décimo se promovía a menudo como un deber patriótico, ayudando a financiar las arcas públicas durante guerras y crisis.

A diferencia de otros países, donde el juego puede conllevar estigma, la participación en la lotería nacional está socialmente aceptada e incluso se espera.

Para muchos españoles, comprar un décimo se ve como una esperanza inocua más que como un riesgo temerario, especialmente cuando se comparte entre amigos o compañeros de trabajo.

Más allá de la Navidad, los españoles juegan regularmente a sorteos semanales como La Primitiva, la Bonoloto o el Euromillones.

Incluso aquí, el juego en grupo es común, con quinielas organizadas en el trabajo o en los bares del vecindario.

Las administraciones de loterías son a menudo instituciones familiares, algunas famosas por haber vendido números agraciados en el pasado.

Estos establecimientos atraen regularmente multitudes de compradores ilusionados, con colas que serpentean desde la taquilla y se extienden durante cientos de metros.

Cualquiera que haya presenciado largas filas de personas esperando con paciencia en el gélido frío invernal de Madrid ha visto probablemente la cultura lotera española en acción –muchos aguardan para conseguir un décimo de una de las ‘afortunadas’ administraciones de la capital.

Pero, en última instancia, la obsesión lotera española tiene menos que ver con hacerse rico que con el optimismo colectivo.

Por unos euros, la gente compra un sueño compartido –uno que quizás se materialice, pero que, incluso si no lo hace, genera conversación, emoción y un sentido de pertenencia.

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¿Y si al final toca? La celebración rara vez es discreta. Fluye el champán, los pueblos estallan de alegría y la frase ‘Ha caído aquí’ se convierte en el titular que todos esperan leer.

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