Un monumento se retira, pero la tragedia de Bondi deja a Australia conmocionada, otra vez.

Tiffanie Turnbull
Playa de Bondi

Getty Images

Ha habido una enorme muestra de apoyo de la comunidad, pero la tensión permanece.

Mientras helicópteros circulaban en el cielo, las sirenas invadían su barrio y la gente corría gritando por su calle el 14 de diciembre, Mary sintió una horrible sensación de déjà vu.

"Fue entonces cuando supe que algo andaba muy mal… otra vez", dice, con los ojos llenos de lágrimas.

Mary —que no quiso dar su nombre verdadero— estubo en el centro comercial Westfield Bondi Junction el pasado abril, cuando un hombre en un estado psicótico apuñaló mortalmente a seis personas, una tragedia aún fresca en la memoria de muchos.

Los hallazgos de una investigación forense sobre el incidente debían publicarse esta semana, pero se retrasaron después de que dos tiradores desataran una lluvia de balas en un evento que marcaba el inicio de la festividad judía de Hanukkah hace ocho días.

Declarado como ataque terrorista por la policía, 15 personas fueron tiroteadas y asesinadas, incluyendo una niña de 10 años que aún tenia pintura facial alrededor de sus ojos.

El primer paramédico en llegar a la escena sangrienta del evento ‘Hanukkah by the Sea’ también fue el primer paramédico en llegar a las puñaladas del Westfield.

"Uno ni siquiera podría imaginar que algo así pasaría", dice Mary, de 31 años y originaria del Reino Unido, a la BBC. "Siempre le digo a mi familia en casa lo seguro que es aquí."

Este fue el sentimiento general en los días siguientes al tiroteo. Este tipo de cosas, asesinatos masivos, simplemente no pasan en Australia.

Pero puede pasar y ha pasado —dos veces, en la misma comunidad, en menos de 18 meses.

Un mar de flores dejado por personas conmocionadas y afligidas en Bondi está siendo retirado. Un día nacional de reflexión ha terminado. El domingo por la noche, los judíos australianos encendieron velas por última vez esta Hanukkah.

Pero las dos tragedias han dejado a muchos con cicatrices físicas y trauma, y la sensación de seguridad de la nación, hecha añicos.

‘Todos conocen a alguien afectado’

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Los funerales de las víctimas han reunido a miles de dolientes esta semana.

Bondi es la playa más famosa de Australia, un símbolo mundialmente reconocido de su estilo de vida.

También es una porción quintesencial de la comunidad australiana. Hay un poco de "todos se conocen entre todos" —y eso significa que todos conocen a alguien afectado por la tragedia del 14 de diciembre, dijo el alcalde Will Nemesh a la BBC.

"Una de las primeras personas a la que le envié un mensaje fue [el rabino] Eli Schlanger. Y le dije: ‘Espero que estés bien. Llámame si necesitas algo’", dijo.

Pero el padre de cinco hijos, nacido en el Reino Unido y conocido como el "Rabino de Bondi", estaba entre los muertos.

Los primeros respondedores, policías y paramédicos, habrían estado atendiendo a miembros de su propia comunidad. Otros tuvieron la tarea de tener que tratar a los tiradores que apuntaron a sus colegas.

"[Westfield Bondi Junction] fue horrendo, algo a lo que ciertamente no estamos acostumbrados. Y luego esto otra vez fue masivo, heridas catastróficas", dijo Ryan Park, ministro de salud de Nueva Gales del Sur, a la BBC.

"Han visto cosas que son como las que verías en una zona de guerra… No te sacas esas imágenes de la cabeza", añadió Park.

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El alcalde Nemesh teme que esto será para siempre una mancha en Bondi, y en Australia.

"Si esto puede pasar aquí en la Playa de Bondi, realmente podría pasar en cualquier lugar… el impacto ha repercutido por toda Australia."

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Ryan Park dice que los trabajadores sanitarios tardarán en recuperarse de lo que han visto.

‘Advertencias ignoradas’

Nadie siente esto más que la comunidad judía, para quienes Bondi se había convertido en un santuario.

"Nadé aquí todos los días durante años, lloviera o hiciera sol. Y esta semana… no pude entrar al agua. No se sentía bien. Se sentía sacrílego de alguna manera", dijo Zac Seidler, un psicólogo clínico local, a la BBC.

Muchas de las víctimas del ataque se mudaron aquí durante décadas buscando seguridad frente a la persecución, incluido Alex Kleytman, un sobreviviente del Holocausto de 89 años. En cambio, su vida estuvo enmarcada por actos violentos de odio antisemita.

El Sr. Seidler ha pasado los últimos dos años intentando convencer a sus abuelos, también supervivientes del Holocausto, de que mantengan su creencia en la bondad de la humanidad.

"[Mi abuela] seguía diciendo: ‘Estas son las señales. Yo he visto esto antes’. Y yo solo le decía: ‘No en Australia, aquí no. Estás a salvo’, solo intentando calmarla. Pero ahora me siento como el tonto".

Ninguna comunidad es un monolito, pero algo en lo que muchos judíos australianos creen es que se ignoraron las advertencias sobre un aumento del antisemitismo en los meses previos a este ataque.

El año comenzó con una serie de incidentes de vandalismo e incendios contra símbolos judíos en los suburbios cercanos a Bondi. Ha terminado con un asesinato masivo dirigido a su comunidad.

Mira: Judíos australianos sobre por qué Bondi es un ‘santuario’ para ellos.

Ha habido resistencia frente al miedo —algunos líderes instan a los judíos australianos a redoblar esfuerzos, ser más públicamente judíos y mostrar sus símbolos religiosos con orgullo.

Una mujer que miraba las flores fuera del Pabellón de Bondi el domingo admite que tiene demasiado miedo para hacer eso. Le tomó toda la semana reunir el coraje para visitar este lugar, que está a solo metros de donde murieron muchas de las víctimas.

"Nunca había sentido mi identidad judía antes. Nunca había experimentado antisemitismo en toda mi vida hasta ahora", dice MaryAnne. "Y ahora, no quiero llevar mi Estrella de David".

Comunidad, enojo y tristeza

El tiroteo desencadenó una enorme efusión de apoyo de todo el país.

Cuando se dio la noticia, muchos en la comunidad se unieron para ayudar.

Los socorristas —voluntarios y pagados— arriesgaron sus vidas. Los restaurantes abrieron sus puertas y esconderon personas en sus almacenes y congeladores, mientras los residentes acogían a niños perdidos en sus apartamentos.

Incluso la líder de la oposición de Nueva Gales del Sur, Kellie Sloane – que también es la representante local – estuvo en el lugar, ayudando a empacar heridas de bala.

En los días posteriores al tiroteo, miles de australianos comunes hicieron fila – muchos durante horas – para donar sangre, que se necesitaba urgentemente para tratar a los heridos.

Cada día, una alfombra de pétalos, notas escritas a mano, piedras conmemorativas y velas crecía desde las puertas del Bondi Pavilion.

Motivos de abejas – pegatinas, globos, incluso dibujos en el pavimento – están por todo el suburbio, en recuerdo de Matilda, la víctima más joven del ataque terrorista.

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El viernes, surfistas y nadadores remaron mar adentro más allá de las icónicas rompientes de Bondi para honrar a los fallecidos.

Un día después, socorristas y salvavidas se alinearon hombro con hombro en la playa en solidaridad con la comunidad judía.

Pero entre los lugares comunes, la tristeza y la conmoción se están transformando en ira y tensión.

Los ataques con cuchillo del año pasado en Bondi Junction fueron devastadores para la comunidad, pero una resolución compartida la unió.

Los expertos dicen que el atacante, que tenía esquizofrenia, estaba en un estado psicótico durante los apuñalamientos, y su familia ha dicho que estaba frustrado por no poder encontrar novia. La pregunta de si se enfocó en mujeres probablemente quedará sin respuesta. Pero se han identificado fallas claras en el sistema de salud mental.

El mes pasado, las familias de las víctimas pidieron al forense que denuncie al médico que lo retiró de la medicación con poca supervisión. También piden un gran aumento en el financiamiento de los servicios de salud mental.

Pero los eventos del domingo pasado generan sentimientos y preguntas más incómodas.

Hay una furia palpable hacia el gobierno, por una falla percibida – y admitida – en hacer más para detener el antisemitismo. El primer ministro Anthony Albanese ha sido abucheado esta semana. Al hablar con gente en el lugar del ataque en Bondi, no es raro escuchar que exigen su renuncia.

Muchas personas a las que la BBC entrevistó señalaron la decisión de su gobierno de reconocer el estado palestino, junto con países como el Reino Unido y Canadá, y las protestas regulares en Australia por parte del movimiento pro-palestino, que aunque mayormente pacíficas, han incluido cánticos y carteles antisemitas.

El estado de Nueva Gales del Sur – que ha endurecido las reglas de protesta – ya anunció que introducirá más legislación contra cánticos "de odio" y dará más poderes a la policía para investigar manifestantes. El gobierno federal ha prometido algo similar.

La culpa asignada a estas protestas no le parece correcta a muchos, incluso a algunos sectores de la comunidad judía.

"Necesitamos sostener múltiples verdades", dice el Sr. Seidler. "Podemos tener miedo, podemos sentir que hay una retórica antisemita profunda en ciertos círculos de Australia… mientras también entendemos que hay un derecho de la gente en este país – especialmente los australianos musulmanes – a preocuparse por lo que pasa en Gaza. Necesitamos mejorar en encontrar esa línea y denunciar cuando se cruza."

Para otros, hay enojo por lo que sienten es la politización de una tragedia.

"Es una maldita sesión de fotos", me dice una mujer el domingo, cuando una prominente empresaria australiana llega y comienza a posar con los tributos florales fuera del Bondi Pavilion.

Algunos – incluida la diputada federal local Allegra Spender – temen que el ataque se use para alimentar sentimientos anti-inmigración.

"No tendríamos al hombre que salvó a tantos australianos si hubiéramos cortado, por ejemplo, la inmigración musulmana", dijo.

El Sr. Seidler dice que estos argumentos no reconocen que las visiones antisemitas – y otras formas de intolerancia – también se forman aquí.

"Escuché a alguien decir el otro día que Australia cree que está de vacaciones de la historia, que somos inmunes a esto, que no se cría aquí, que se importa", dice el Sr. Seidler.

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Junto con la ira, también hay miedo: por otros ataques a la comunidad judía, y por represalias contra la comunidad musulmana por un acto de terror que han condenado enérgicamente.

Hay preguntas sobre cómo la agencia de seguridad australiana no controló a un presunto terrorista que estuvo en su lista de vigilancia, lo que provocó una revisión de la policía federal y agencias de inteligencia anunciada el domingo.

Hay frustración con la Policía de NSW, a la que la comunidad musulmana ha advertido durante años sobre predicadores de odio que reclutan a sus jóvenes.

Hay animosidad hacia los medios, impulsada por el dolor entre australianos judíos y árabes que creen que sus comunidades han sido mal representadas, y por la frustración ante lo que algunos sienten es incitación en su contra.

Pero también hay malestar por el trato a víctimas traumatizadas durante esta semana, algunas entrevistadas en televisión en vivo mientras aún tenían la sangre de sus amigos en las manos.

A través de todo esto, hay una corriente de desconfianza hacia las instituciones y entre las personas.

Hay opiniones diversas sobre cómo pueden sanar esas divisiones, o incluso si pueden hacerlo. Pero existe una determinación compartida de intentarlo.

El rabino Yehoram Ulman ha llamado a la unidad y el amor.

Un expatriado británico que estaba en la playa durante el tiroteo dice que todas las personas con las que habla están convencidas de que esto no cambiará a Bondi, ni a Australia.

"Es realmente único lo que tienen como nación… hay una magia especial", le dice Henry Jamieson a la BBC.

"Estoy traumatizado… y voy a tener que lidiar con eso por el resto de mi vida, lo sé… incluso las personas que no estaban allí quedaron traumatizadas.

"Pero no voy a permitir que me afecte y no permitiremos que afecte a esta comunidad.

"No podemos dejar que ellos ganen", dice refiriéndose a los presuntos terroristas.

En un emotivo memorial la noche del domingo, siete días después del ataque, se mostró el mismo sentimiento de desafío. Terminó con el encendido de la menorá, algo que las multitudes reunidas para Hanukkah la semana pasada nunca pudieron hacer.

La shamash, la vela central, fue encendida por el padre de Ahmed al Ahmed, en honor a su valentía al arrebatarle un arma a uno de los atacantes. Los hijos de los dos rabinos que fueron asesinados encendieron otra. Otras fueron encendidas por un representante de los socorristas y un médico de la comunidad judía que acudió rápidamente a la escena y comenzó a tratar a los heridos antes de que incluso cesaran los disparitos. La vela final fue encendida por Michael, el padre de Matilda, a quien han descrito como un fuente de alegría para todos los que la conocieron.

Después de que un desfile de australianos diversos hubiera encendido las llamas en cada brazo de la menorá, el rabino Yehoram Ulman de Bondi Chabad hizo un llamado a más amor y más unidad.

"Volver a la normalidad no es suficiente", dijo.

"Sídney puede y debe convertirse en un faro de bondad. Una ciudad donde las personas se cuidan unas a otras, donde la amabilidad es más fuerte que el odio, donde la decencia es más poderosa que el miedo, y podemos lograrlo", dijo, deteniéndose un momento mientras la multitud aplaudía.

"Pero solo si tomamos los sentimientos que tenemos ahora y los convertimos en acción, en una acción continua".

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