¡Larga vida a Avatar! Cómo las películas de evento intentan resucitar el taquillazo de la gran pantalla

Si alguien sabe todavía como llenar las salas de cine, ese es James Cameron. Tras batir el récord de taquilla mundial en 1997 con Titanic y otra vez doce años después con Avatar, su trabajo es la cúspide del espectáculo cinematográfico.

Su última entrega, Avatar: Fuego y Ceniza, llega en circunstancias radicalmente distintas. Varios años después de la pandemia, está claro que la taquilla no va a volver a lo que era: la recaudación total en EE.UU. para 2025 es de 7.600 millones de dólares (frente a los 11.300 millones de 2019); a nivel mundial se esperan unos 34.100 millones, un 13% menos que antes del Covid. Más presión recae entonces en los pitufos hipertróficos de Cameron para atraer la caballería taquillera a final de año. Y, con suerte, para dar más pistas sobre el elixir mágico necesario para romper el dominio de Netflix y que la gente vuelva a los cines.

El entretenimiento por streaming lleva la ventaja. Con Netflix y compañía optando a menudo por un estreno en cines rápido o directamente anulándolo para sus películas principales, los estudios tradicionales están bajo presión para llevar sus productos a plataformas digitales. La ventana cinematográfica de 90 días antes de la pandemia se ha reducido a 45 si tienen suerte. Universal fue la primera en romper la tradición: en 2020, empezó a llevar al PVOD películas que no superaban los 50 millones en taquilla tras solo 17 días. Un colectivo "¡guau!" al estilo Keanu fue la única respuesta posible cuando Warner Bros. hundió The Matrix Resurrections –un IP muy querido– estrenándola simultáneamente en HBO Max en diciembre de 2021.

Frente a esta manguera digital de –perdón por el palabro– "contenido", ¿cómo decide Hollywood qué merece un estreno en cines? Lo que buscan los ejecutivos –al menos en Sony, según un productor colaborador con el que hablé– es "teatralidad". Con ese término, la compañía se refiere a películas con "la urgencia de sacar a la gente de la comodidad de su hogar". Descifrar qué significa esa urgencia –o "intención teatral", en jerga de marketing– es la obsesión actual de Hollywood.

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Tom Cruise, por ejemplo, interpreta la urgencia literalmente: confía en el peligro personal de los trucos tradicionales sin CGI para atraer público. Funcionó con Top Gun: Maverick (2022), la segunda película más taquillera mundial ese año (1.500 millones), pero no tanto con las dos últimas entregas de Misión: Imposible (ambas por debajo de los 600 millones). Su proselitismo de emoción real en cines reales es una forma de definir teatralidad, aunque el peligro es que se base solo en el recuerdo de los blockbusters del pasado. Pero la versión tecnológica de Cameron tampoco es una garantía infalible, especialmente para secuelas como Fuego y Ceniza, que suelen dar rendimientos decrecientes.

Con sus éxitos recientes enraizados en pedigrís de largo recorrido, ambos hombres parecen excepciones que confirman la nueva regla de volatilidad taquillera. Irónicamente, la excepcionalidad en pantalla era la ley en su auge de los 80 y 90: caras excepcionales (estrellas de primera línea) en hazañas excepcionales (una historia imperdible), impulsando la demanda mediante la escasez (estreno exclusivo en cine).

El revuelo por algo como el thriller de Harrison Ford El fugitivo parece anticuado ahora, pero era la definición de película evento en 1993. La premisa era imbatible. La película conserva energía para ser un clásico del streaming. Pero un equivalente en el siglo XXI se consideraría con falta de teatralidad.

Los motores tradicionales –IP, efectos visuales superlativos, estrellas, buena narrativa– aún pueden generar teatralidad en conjunto. Pero es más difícil, con muchos pilares tambaleándose. Muchas IP están muy explotadas, aunque queda territorio virgen (Warner lo hizo bien con Dune y Una película de Minecraft). La ubicuidad de los efectos visuales resta atractivo a su magia. El asombro de Parque Jurásico queda muy lejos.

En cuanto a estrellas, el dilema post-90s persiste: no hay garantía de que nuevas estrellas A como Margot Robbie o Timothée Chalamet tengan tirón constante si no interpretan personajes conocidos como Barbie o Paul Atreides. A nivel blockbuster, Hollywood solo confía en ellas bajo un IP adecuado; eso hizo de Spider-Man: No Way Home un éxito de la pandemia (casi 2.000 millones).

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La narrativa precisa, mientras tanto, se sacrifica en favor del empaquetado de IP en el que la industria confía para generar expectación. Demasiadas tramas de blockbusters –extendiéndose en secuelas interminables– recurren a enredos de telenovela, en lugar de ofrecer eventos inolvidables.

Los cruces de Rápidos y furiosos, las intrigas en Misión: Imposible, la terapia grupal en Vengadores: Endgame… poco de esto parece tan tenso y despiadado como Regreso al futuro o Mad Max: Fury Road. La tentación de inflar las franquicias es demasiado grande.

Mientras Hollywood lucha por definir lo adecuado para el cine, se reconoce que streaming y cine no son un juego de suma cero. En palabras del director de Disney+ y Hulu: "Cuanto mejor va en cines, mejor va en streaming". Por eso Amazon estrenó Red One en 4.000 cines de EE.UU.; aunque no fue rentable (185 millones), el marketing previo la impulsó a ser el mejor debut en su plataforma. Dos tercios del top 10 semanal de Netflix desde 2022 han tenido estreno en cines.

Más razones para que la industria necesite nuevas fuentes de teatralidad. Lo primero es redefinir las películas evento como aquellas que convierten en evento la novedad de ir al cine, una estrategia de varios éxitos post-pandemia. La incongruencia de elegir entre Barbie (1.440 millones) y Oppenheimer (975 millones) el mismo fin de semana de julio de 2023 –el fenómeno "Barbenheimer"– fue una situación ganadora para ambas.

Deadpool & Wolverine (1.300 millones) usó una participación del público diferente, con un humor interno radiactivo que invitaba a la fiesta en pantalla. Conectar con la vibra participativa del espectáculo en vivo es el objetivo de las adaptaciones de Broadway, esperando que la energía del canto en grupo se traslade al cine; las dos películas de Wicked (759 y 223 millones) han logrado buenas recaudaciones así.

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Pero son eventos aislados. Las películas infantiles en vacaciones parecen intocables, como reaffirmó Zootopia 2 en Acción de Gracias. ¿Qué más puede asegurar el futuro del cine? Servir bien al público significa una oferta más diversa –y películas como Sinners (90 millones) y Weapons (38 millones) nos recordaron este año que las producciones de presupuesto medio-alto, si están bien concebidas, pueden hacerse un hueco tan bien como los grandes estrenos.

Hay señales de que esta actitud se extiende a presupuestos más bajos. En lugar de usar películas pequeñas como gancho para suscripciones en streaming, hay una mayor disposición a que apuestas menos caras sean rentables en cines (aunque los estudios solo se quedan el 50%, frente al 80% en PVOD). Paramount ha sido más claro que otros en su compromiso con una cartelera diversa. Smile (2022), por ejemplo, iba para streaming, pero tras buenos test se estrenó en cines y recaudó 217 millones con un presupuesto de 17.

Una oferta variada es buena noticia, y fortalece el atractivo general de los cines. Pero mantenerla requiere controlar los presupuestos: 42 millones hicieron viable el remake de The Naked Gun (y ha sido rentable); One Battle After Another –aunque sea una obra maestra– parece una temeridad con 130-175 millones.

Los cines fueron palacios de ensueño, con nombres como el Million Dollar Theater o el Kino Babylon. Ibas allí para entrar en la fantasía. Recuperar ese glamour parece difícil cuando muchos cines son naves industriales con pisadas de gominolas donde la gente mira sus redes sociales mientras Rocket Raccoon exige atención. Pero la comunidad sigue siendo su verdadera ventaja única, el legado de cuando toda la sociedad se congregaba en ellos. Ya sean estrellas, ambiente de fiesta o historias que toquen la vida de la gente, la mayor esperanza del cine ahora es mantener a las personas en el centro.

Avatar: Fuego y Ceniza se estrena el 19 de diciembre.

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