Los dolores del crecimiento: el desafío de crear una serie imprescindible para la Generación Z

Este año, sin ser fan del programa ni tener ganas, he pensado mucho en la escena inicial de Adults. Esta comedia de media hora de FX sobre graduados universitarios en Nueva York empieza, lógicamente, en el metro; un retrato muy estudiado de intimidad juvenil –lazos entrelazados, bromas internas– que rápidamente se convierte en un enfrentamiento entre un masturbador espeluznante y la instigadora del grupo, Issa (Amita Rao), que intenta superarlo para hacer un punto feminista bastante cuestionable. “¿Es este el mundo que quieres?!?” le grita, con la mano dentro del pantalón.

El momento busca ser incómodo, quizás demasiado. Aunque me gustan las sorpresas, la forzadez de este golpe me pareció memorablemente molesta. Pero también es revelador: grita implícitamente que este es un programa para captar la atención de los jóvenes. Una ansiedad similar recorre el inicio de I Love LA, la respuesta de HBO en la costa oeste a Adults. Conocemos a Maia, interpretada por su creadora Rachel Sennott, teniendo sexo con su novio, decidida a terminar antes de ir al trabajo, incluso ignorando un terremoto.

Ambas escenas contienen sellos de la TV sobre los veinteaños –relaciones intensas, narcisismo, optimismo ciego– pero al verlas, pensé menos en esa edad y más en la industria televisiva. La TV está desesperada por conectar con los jóvenes, que prefieren YouTube o redes sociales. Quizás por eso la industria apuesta fuerte por I Love LA, de forma incongruente con un show que aún parece un trabajo en proceso. Antes de estrenarse, Variety la declaró un “texto generacional” y HBO ya renovó una segunda temporada.

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Todo esto oculta un fenómeno extraño: la juventud domina la cultura, pero no en la televisión. La Generación Z es crucial para el futuro de la TV, pero el mercado para series sobre ser joven y salir con amigos está prácticamente vacío. Generaciones pasadas tuvieron comedias como Friends, How I Met Your Mother, o series de culto como Broad City. La Generación Z ha tenido fracasos como Generation, o intentos modestos como I Love LA, Adults y Overcompensating.

Lo que antes era un plato principal del bufet televisivo –series que reflejan la realidad juvenil– ahora es un subapartado pequeño. El éxito definitorio más cercano para la Gen Z es Euphoria, pero lleva cinco años fuera del aire. Mientras, el Friends de la Generación Z parece ser… el propio Friends. Según Nielsen, cuando eligen una serie, suelen ir al pasado: el 65% de lo que ven son series de archivo. Casi la mitad prefiere YouTube o TikTok sobre la TV tradicional, un presagio de lo que se ha llamado la MrBeastificación del entretenimiento.

Para ver reflejada su propia experiencia, muchos recurren a redes sociales: para ver historias de citas, influencers improvisando sobre salidas nocturnas, o series largas en TikTok como la de Kyle Chase y Veronika Slowikowska sobre situaciones de compañeros de piso.

Hollywood intenta conectar con un público acostumbrado a contenido breve, pagando para cortar sus series en microcapítulos para redes. The Ankler informó que un productor de Adults pagó $15,000 para lanzar 2,500 videos de la serie como marketing. Estudios invierten millones en compañías de video vertical, parte de una fiebre del oro por los “microdramas”.

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Pero conectar es difícil. La TV nunca podrá igualar la velocidad de las tendencias en redes sociales o la estética de la comedia en internet. Es notoriamente difícil plasmar la presencia de internet sin que parezca forzado. Como dijo Jeff Astrof a The Ankler, si Friends fuera hoy, “Chandler estaría con el teléfono todo el episodio”.

Aún así, deben intentarlo para ser fieles a la generación que retratan. I Love LA y Adults integran la vida online en sus tramas. Los resultados son dispares. En I Love LA, la sátira a los influencers es muy débil; Adults lo maneja algo mejor, pero aún con torpeza.

Debo decir que, como muchos veinteañeros sin rumbo, ambas series muestran promesa; sus segundas mitades son mucho mejores. Pero verlas me dejó nostálgico por las profundas reflexiones de Girls, las peleas amistosas de Insecure, o la calidez de Friends –series que conectaban con una experiencia común de crecer. Quizás la televisión tradicional, al pasar de arteforma dominante a medio de nicho, también lo logre algún día.

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