Lo Más Destacado de la Semana en España: La Catástrofe del Petrolero Prestige

El 19 de noviembre de 2002, un buque se hundió frente a la costa española, provocando una catástrofe ecológica. MICHAEL COY nos recuerda lo acontecido.

ESPAÑA es particularmente vulnerable a la contaminación derivada del hundimiento de buques.

El país cuenta con más de 3,000 millas de litoral, y el cuello de botella del Estrecho de Gibraltar es a la vez de una congestión extrema y absurdamente angosto. Todo el tráfico marítimo con rumbo este-oeste debe canalizarse a través de él.

Equivale a reducir la autopista M1 a un solo carril – para todos los vehículos, en ambas direcciones.

Aunque hoy contamos con automóviles eléctricos y energía eólica, la sociedad sigue siendo sumamente dependiente del petróleo.

La demanda global de crudo no cesa de aumentar. Millones de coches, aviones y barcos lo consumen a diario. Y algo en lo que apenas reparamos es que todo nuestro plástico procede del petróleo.

Observe a su alrededor ahora mismo – bolígrafos, botellas, teléfonos, incluso los asientos y la ropa que llevamos, con sus fibras parcialmente sintéticas – todo es plástico.

Y transportar petróleo de un país a otro no es tarea sencilla, al menos no en las ingentes cantidades que consumimos.

Existen oleoductos, pero distan de ser viables: son blancos fáciles para el terrorismo y atraviesan fronteras donde un dictador puede extorsionar a sus vecinos. Así que transportamos el crudo por mar.

No es lo ideal, pero no hay una alternativa conveniente. El primer problema es que nadie es dueño de la alta mar. Cualquier normativa de seguridad que establezcamos deja de aplicarse una vez que un buque abandona las aguas costeras.

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Nadie vigila el océano abierto.

En segundo lugar, el petróleo y el agua no se mezclan. Si se vierte crudo al mar, este no se disuelve – flota y se desplaza a merced del viento y las corrientes.

Y en tercer lugar, los accidentes ocurren.

El Prestige era un buque tanque. En el otoño de 2002 tenía 27 años y sufría graves defectos estructurales.

Oficialmente, contaba con una tripulación griega (que resultó ser filipina) y estaba registrado en las Bahamas. Era propiedad de una opaca corporación constituida en Liberia.

Transportaba 77,000 toneladas de petróleo crudo. Un accidente, cabría pensar, a punto de ocurrir.

Y ocurrió.

A unas 160 millas de la costa noroeste de España, se desató una tormenta y uno de sus tanques de combustible se resquebrajó. El capitán suplicó permiso de emergencia para atracar en puerto – cualquiera. Portugal, Francia y España se negaron.

Durante una semana, el tanque averiado derivó a la deriva, vertiendo crudo al Atlántico. Finalmente, el 19 de noviembre, se partió en dos y se hundió.

Aproximadamente el 80% de su cargamento – 17 millones de galones de crudo – se liberó en el mar. (El pecio, aunque parezca increíble, sigue filtrando petróleo hoy).

Fue el peor desastre medioambiental en la historia de España. Los vientos empujaron la marea negra directamente hacia las costas gallegas.

El petróleo llega a las costas españolas tras el accidente

Galicia, en el extremo noroeste del país, depende de dos pilares – el turismo y los mariscos. Ambos quedaron aniquilados por la marea bíblica de petróleo espeso, negro y fétido.

Aves y peces murieron por millones. Se prohibió la venta de mariscos. Las prístinas playas gallegas, antaño las más limpias de Europa, quedaron sepultadas por un lodo negro y pegajoso.

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Se desconoce el coste exacto de la limpieza, pero una estimación lo sitúa en 100 millones de euros.

Por supuesto, hubo una investigación. Por supuesto, se prolongó durante años. Y por supuesto, dada la opaca estructura de propiedad del Prestige, nadie asumió responsabilidad alguna.

España demandó a la corporación que ‘poseía’ el buque, pero las aseguradoras se negaron a pagar. El caso fue desestimado en 2007. No obstante, las vistas judiciales develaron datos reveladores.

Al parecer, el barco había zarpado de Rusia. Su capitán original fue despedido tras señalar la debilidad estructural del buque.

No se realizó inspección alguna antes de la partida. De haberse llevado a cabo, quizás hubiera salido a la luz un dato curioso: los dos buques gemelos del Prestige, el Alexandros y el Centaur, habían sido recientemente desguazados porque la fatiga metalica en sus cascos los hacía innavegables.

El Fondo Mundial para la Naturaleza instó a todas las naciones mercantes a adoptar buques de doble casco.

Mejor aún, quizás, ¿no podríamos simplemente consumir menos petróleo?

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