El BHV Marais acaba de tener un nuevo inquilino y no es Dior. Shein tomó un vuelo desde Asia hasta Europa y de alguna manera consiguió una dirección francesa. Impresionante, la verdad. Imagina contarle a Jeanne Lanvin que un día, cerca de su antiguo barrio, esta gigante abriría una tienda. Quiero decir, suerte con eso. Un lugar antes conocido por la artesanía lenta y los atelieres de otro tiempo ahora se trata de perchas de microtendencias, tops de poliéster de 5,99 € y ofertas relámpago. Es oficial. La marca de moda más rápida del mundo ahora llama hogar a la ciudad de la moda más lenta. Una locura.
Se dice que la marca funciona a la velocidad del pánico. La ropa se fabrica, se envía y se agota antes de que un espresso parisino se enfríe. Los informes sobre condiciones laborales duras y las piezas copiadas la persiguen como una mancha testaruda, mientras sus fábricas se mantienen discretamente fuera de la vista. Desde el desperdicio de agua hasta los vertederos textiles, toda esta operación termina interponiendose en el camino del arte verdadero. Los diseñadores locales le dirigen la mirada que París suele reservar para los malos conjuntos, y los ecologistas tampoco están contentos. París solía coser significado en cada prenda, ¿ahora parece estar cosiendo códigos QR?
Por supuesto, algunas personas no están exactamente enfadadas. Quizás son aquellos que vieron llegar cientos de nuevos pagos, o los que visitaron Le BHV Marais dispuestos a llenar los brazos por primera vez, o incluso los que recibierón tarjetas regalo de las tiendas de al lado. Algo muy astuto, en mi opinión, el equipo de marketing lo está haciendo bien, es bueno saberlo. Y luego están aquellos para quienes es menos divertido y más como “realmente puedo pagar esto”. La moda literalmente cuesta lo mismo que un croissant, en calles donde las marcas de lujo normalmente reposan tranquilas tras grandes escaparates. Y para ser justos, el espacio en sí se ve decente a primera vista. El revuelo es fuerte y el aire tiene un olor peculiar, pero quizás es solo el aroma del acrílico.
Sabemos que la seda brilla bajo los candelabros de cristal, ¡pero resulta que los hilos de plástico también! Una frase que nunca pensé decir en voz alta, pero aquí estamos. Años y años de artesanía probablemente moverían la cabeza, aunque honestamente, en este punto creo que solo conseguimos una ceja levantada. Pero al final, París sigue girando, como siempre lo hace. La seda aún cubre los maniquíes y los diseñadores siguen murmurando sobre sus bocetos. Shein puede haberse mudado, con bolsas llenas y cupones escaneados, pero la capital sigue adelante. Puede que proteste, sí. Entre divertida y horrorizada, pero sobrevive. El tiempo pasa, las cosas cambian, pero la ciudad de alguna manera mantiene su espíritu. Ríe y carga con su historia, luciendo sus años mejor que cualquier tendencia pasajera.