Cristiano Ronaldo durante un encuentro internacional con Portugal.
Crédito: Vitalii Vitleo, Shutterstock
Cristiano Ronaldo se vió inmerso en un círculo bastante inusual el martes 18 de noviembre, cuando cambió el terreno de juego por la Casa Blanca. El presidente estadounidense Donald Trump ofreció una cena de gala en honor del príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed bin Salman.
La superestrella del fútbol, actualmente uno de los rostros más reconocibles de las aspiraciones deportivas saudíes, acudió al evento durante la primera visita del príncipe heredero a Estados Unidos en siete años; un momento que Washington y Riad claramente quisieron destacar.
Una lista de invitados célebres que acaparó toda la atención
Ronaldo, quien se unió al club saudí Al-Nassr a finales de 2022 mediante un contrato que, según se rumorea, ronda los doscientos millones de dólares anuales, se ha convertido en un embajador global no oficial de la liga saudí. Recientemente acordó extender su permanencia, vinculando aún más su nombre a la ambiciosa incursión del reino en el deporte mundial.
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Por ello, cuando hizo su aparición en la cena de la Casa Blanca —celebrada especialmente en honor del Príncipe Heredero Mohammed bin Salman—, todas las miradas se dirigieron hacia él de forma natural.
Trump incluso aprovechó el momento para un gesto de complicidad familiar, presentándole a su hijo Barron, de diecinueve años, y bromeando:
“Barron pudo conocerlo. Y creo que ahora respeta un poco más a su padre.”
No era únicamente la realeza futbolística la que ocupaba la sala. La lista de invitados asemejaba un quién es quién de la influencia global moderna: el consejero delegado de Apple, Tim Cook; el fundador de Tesla, Elon Musk; y el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, se contaban entre los asistentes, cada uno de ellos simbolizando el fortalecimiento de los lazos entre Estados Unidos y Arabia Saudí.
Una visita cargada de peso político
La mera presencia del príncipe heredero marcó un punto de inflexión. Su última visita a la Casa Blanca tuvo lugar en 2017, antes de que el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en 2018 desatase una condena internacional y una congelación de las relaciones diplomáticas.
Aunque los servicios de inteligencia estadounidenses creen que el príncipe heredero aprobó la operación —una acusación que él niega—, Washington ha optado, por ahora, por cambiar de enfoque. Y la cena del martes dejó eso bien claro.
Antes del banquete, Trump mantuvo una reunión cordial con el príncipe heredero y eludió una pregunta sobre el historial de derechos humanos de Arabia Saudí. Cuando una periodista insistió acerca del asesinato de Khashoggi, Trump la interrumpió y espetó:
“No tiene por qué avergonzar a nuestro invitado con una pregunta de ese tipo.”
El momento subrayó las prioridades de la Casa Blanca: primero la diplomacia, la controversia después (si es que llega a plantearse).
Grandes inversiones y mensajes aún más grandes
Durante el encuentro, Trump anunció que Arabia Saudí invertiría cientos de miles de millones de dólares en los Estados Unidos; una señal de que, a pesar de los años de tensión, ambas naciones desean renovar y reforzar su alianza estratégica.
Y el poder mediático de Ronaldo encajó a la perfección en esa narrativa. Mientras el príncipe heredero impulsa el reposicionamiento global de Arabia Saudí mediante masivas inversiones en deporte, entretenimiento y tecnología, contar al flanco con uno de los atletas más famosos del mundo envía un contundente mensaje.
Para Ronaldo, fue otra velada que confirmó su papel singular en las aspiraciones globales de Arabia Saudí.
Para Arabia Saudí, supuso una oportunidad de exhibir el alcance de su poder blando.
Para Estados Unidos, fue una ocasión para redefinir las relaciones con un partner regional clave.
Una cena, un gran carga de simbolismo —y Cristiano Ronaldo, una vez más, en el punto de mira.
