La ambición, una esfera punitiva para la mujer: Maggie Nelson y por qué Taylor Swift es la Sylvia Plath de su generación

Maggie Nelson es una fan incondicional de Taylor Swift y no se averguenza de admitirlo. Sabe toda su discografía, incluye letras de sus canciones en las conversaciones y cuenta que llevó a su familia al concierto de la gira Eras en Vancouver. Entonces, ¿es una ‘Swiftie’ de corazón? Aunque Nelson parece no sentirse del todo cómoda con las connotaciones exageradas de ese término, sí, su amor es real. Tanto así, que ha escrito un libro sobre la cantante y compositora billonaria, o mejor dicho, un análisis conjunto de Swift y Sylvia Plath, quien aparece frecuentemente en la obra de Nelson.

La idea de unir a estas dos titanas culturales, que parecen ser polos opuestos en su sensibilidad –una una poeta estadounidense melancólica, la otra la chica de poster perfecta– se le ocurrió cuando escuchó el álbum del 2024 de Swift, ‘The Tortured Poets Department’. Junto a sus referencias literarias a F. Scott Fitzgerald, Dylan Thomas y Shakespeare, hay fuertes ecos de Plath en su introspección y tumulto emocional. Pero el libro comenzó a tomar forma después de una charla con Alba, la amiga de su hijo de 13 años. “Estábamos haciendo pulseras y ella me preguntó ‘¿Alguna vez has oído hablar de Sylvia Plath?’ Me pareció gracioso porque yo había escrito mi tesis de licenciatura sobre Plath y le llevaba [casi] 40 años. Así que le dije: ‘Sí, he oído hablar de Sylvia Plath’. Mientras estaba allí sentada, pensé, estos chicos no quieren oírme hablar sobre este tema, pero yo tengo mucho que decir porque llevo un buen rato pensando en ello".

De ese momento clave surgió ‘The Slicks’, un ensayo extenso con tamaño de libro que está, dulcemente, dedicado a Alba. Nelson ya había escrito antes sobre músicos pop: hay reflexiones sobre Prince y Björk en ‘Like Love’. En este nuevo trabajo, ella argumenta a favor de Swift como poeta además de letrista. "Ella tiene la composición de canciones corriendo por sus venas", dice, refiriéndose a la gran productividad de la estrella. "Como dijo Plath, el chorro de sangre es poesía, no se puede detener".

Nelson también crea su obra desde ese ‘chorro de sangre’. Ella era poeta antes de dedicarse a la no ficción y convertirla en su propia marca idiosincrásica de arte formalmente experimental, a veces escrito en lo que parece ser una prosa con rasgos de verso. Ha reunido una enorme base de admiradores con libros como ‘Bluets’, un triste homenaje al color azul, y su memoir, ‘The Argonauts’, sobre la maternidad, la familia y la identidad queer.

Ahora, es Nelson quien es la fan. Sentada entre bastidores en el festival internacional del libro de Edimburgo a finales de agosto, ella tiene una informalidad y tranquilidad de cara lavada. ¿Qué tiene Swift que atrae tanto a los niños como a escritores consagrados? "Creo que una de las cosas más hermosas del fenómeno de Taylor Swift ha sido la celebración de su creatividad y su poder… Ella les está mostrando a estas personas (muchas chicas, pero no solo chicas) una forma de fama, de estar orgullosa de una misma y de lo que has logrado".

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La fama, y su relación con las mujeres, es el núcleo del libro. Aquellas que la desean con una desesperación ansiosa pero nunca la consiguen (Plath se suicidó sin saber cuán famosa se volvería), aquellas que la tienen en abundancia deslumbrante (Swift), y aquellas que la rechazan por completo (la poeta reclusa Emily Dickinson).

Ni Plath ni Swift ocultaron sus ambiciones; ambas apuntaron a una fama estratosférica. La sombra de una tercera mujer ambiciosa y sin nombre se cierne sobre ‘The Slicks’, la de Kamala Harris, quien, según Nelson, toma un camino más discreto. "Escribía el ensayo durante todo el proceso hasta las elecciones [que Harris perdió] y era una forma de escribir con el corazón en la garganta. Mucha gente señaló esto sobre Harris – que ella nunca dijo ‘Yo lo quiero’. Se lo dio [Joe] Biden al retirarse. Había algo en eso que evitaba por completo el problema de ‘Yo quiero esta gran cosa’. Me pareció fascinante. Escuché a algunas personas decir ‘Bueno, eso le dará una mejor oportunidad porque si realmente lo hubiera querido, la gente la odiaría por ello’".

Así que el libro apunta una flecha contra la arraigada creencia cultural de que la ambición femenina anunciada abiertamente –y la expresión– merece un castigo. Aquí es donde entra el descarado deseo de Swift de quererlo, y conseguirlo. Su productividad y perfil son analizados a través de la Antigua Grecia y las teorías de Freud sobre la "histérica" femenina. Esta historia está respaldada por la suposición misógina de que las mujeres que exploran sus vidas personales para su arte de alguna manera se están degradando. Silenciar a estas mujeres ruidosas es parte del proyecto patriarcal, sugiere Nelson, incluso ahora. "Hay algo en querer, y nombrar lo que quieres –que creo que tanto Plath como Swift hicieron– que generalmente sigue siendo un ámbito de castigo para una mujer".

No es muy diferente a los juicios que a veces rodean la íntima y difuminadora no ficción de Nelson, o más generalmente, los memoirs escritos por mujeres. "No sería una opinión polémica decir que en el campo de la autobiografía, las mujeres lo tienen diferente", dice Nelson. "De alguna manera se nos considera guardianas éticas de nuestros hijos, nuestros padres, de las personas que conocemos. La idea de hacer revelaciones por el arte está mucho más cargada éticamente porque se supone que las mujeres no deben tomar ese tipo de libertades sin considerar profundamente todos los demás factores de cómo todo lo que hacen podría afectar a alguien más".

‘The Slicks’ se sitúa junto a otro libro que Nelson publicó este año, ‘Pathemata: O, la Historia de mi Boca’. Su título (tomado del griego para "sufrimiento"), señala ella, guarda ecos lejanos de las palabras de Plath: "No quiero ser la boca de otros, quiero que otros sean mi boca". Sin embargo, la boca que es examinada aquí es la de la propia Nelson. Es una memoria mezclada con paisajes oníricos: el dolor crónico e inexplicable de Nelson en la mandíbula, pero también las fallas más amplias del sistema sanitario, y quizás incluso el dolor colectivo de la pandemia de Covid.

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Su creatividad se sentía aplastada por la experiencia del confinamiento, temía nunca volver a escribir, así que el libro fue concebido sin querer, como una distracción juguetona de la página en blanco: “Pensé que haría una broma con contenido feo que jamás publicaría”.

Parte de su material fuente vino de un diario del dolor que había mantenido por más de una década: un registro de sus innumerables visitas al médico, medicamentos y terapias junto con sus resultados – esperanzas creadas y destruidas, todo codificado en su ordenador. También había empezado a escribir sus sueños, y esos dos archivos se juntaron para formar la premisa de Pathemata. “Pensé que sería muy divertido unir estos documentos. Así que empecé a entretenerme con un proyecto de pastiche… Mucha gente que lo ha leído ha dicho ‘Me enfadaba mucho en nombre de la narradora enferma.’ Pero yo era muy consciente de un cierto género de diagnóstico y queja. Intentaba pensar ‘¿Cuál es la siguiente estación más allá a la que podría llegar?’”

Puede que no sea para reír a carcajadas, pero hay un humor incómodo y un absurdismo silenciosamente incendiario en las pruebas y promesas hechas por dentistas, doctores, terapeutas alternativos y “gurús”. “Quizás porque vivo en California soy más tolerante… Creo que mucha de esta gente realmente cree que está intentando ayudar. Para mí, hay más patetismo en que ellos piensen que podían ayudar. Y para cualquiera con dolor crónico hay una espiral de vergüenza en la que quieres ser el paciente que vuelve en tres semanas y dice ‘Hice todo eso y me siento mucho mejor y usted es genial’. Cuando sientes que entras en la categoría de los que no pueden ser ayudados, es un espacio muy triste para los dos [paciente y doctor]”.

Los libros de Nelson suelen ser delgados, como lo es Pathemata. Ella menciona a Plath “quemando todos los elementos periféricos” en su concisión, dejando ninguna palabra innecesaria en la página; se podría decir que Nelson busca esa misma reducción elemental. Sin embargo, paradójicamente, recuerda “hablar copiosamente” siendo una niña increíblemente habladora. ¿Cómo se ha vuelto tan austera en el papel? A través de “toneladas” de edición, dice. “Empecé como poeta donde haces largas sesiones de desahogo y luego literalmente tallas… Estás recortando para darle forma, así que probablemente hago algo similar. Estaba haciendo este libro [Pathemata] tan pequeño que me decía a mí misma ‘No lo talles hasta que desaparezca’”.

¿Así que realmente está quemando todas las periferias? “Sí, eso creo. Aunque en The Slicks defiendo el exceso de Taylor Swift”. Volvemos a la cantante, que en cierto modo presenta su propia paradoja en la vida literaria de Nelson. Como una brillante estrella totalmente estadounidense, junto con su famosa perspicacia para los negocios y su feminismo de empoderamiento, es una criatura de la corriente principal, mientras Nelson reside en un espacio mucho más alternativo. Eso, dice, es exactamente lo que le atrae: “Parte de la alegría es ser llevado a algo que, comparado con el mundo en el que me crié, que era más queer y punk, es muy normie… Insistir en estar allí para eso es una forma de continuar insistiendo en que eres parte de esta cultura”.

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El ejemplo que da es el del Super Bowl, ahora sinónimo de Swift y su prometido futbolista, Travis Kelce, pero también el corazón de la cultura popular estadounidense. “Me gusta el fútbol americano así que lo estaba viendo pero salieron estos anuncios antitrans que Trump estaba emitiendo. Estábamos en una fiesta viendo el partido y eso señalaba que ‘esto no es para ti’. Me interesa quién puede formar parte de esta corriente principal. No estoy dispuesta a renunciar a eso”.

Vivir en medio de la política trumpista y el terreno disputado de la identidad trans dentro de su familia – vive en California con un hijo y una pareja de género no conforme, el artista Harry Dodge – debe conllevar su propia disonancia. “No es terrible para mi familia ahora mismo, pero son arenas movedizas cada día en las que los cuerpos vulnerables van a ser brutalizados”, dice, llegando a un enfado educadamente expresado. “Me importa mucho la libertad. No voy a recibir lecciones sobre ella de gente que pretende quitarla. Escribí un libro sobre eso [On Freedom], sobre los dos discursos más grandes en Estados Unidos: uno sobre la abolición de la esclavitud/derechos civiles, y el otro de los supremacistas blancos. Siempre han estado presentes en Estados Unidos.”

¿Está Estados Unidos lidiando actualmente con la supremacía blanca? “¿Te refieres a Trump? Claro. Es muy obvio en lo que estamos aquí.” Quizás la capacidad de alegría que Nelson describe que Swift transmite en su música es una luz necesaria para ahuyentar esta oscuridad. Con ese fin, ¿irá Nelson a un concierto de The Life of a Showgirl? Dependerá de si su hijo sigue siendo fan de Swift, dice, y también de si puede justificar el coste de las entradas. El año pasado, hizo un intercambio directo con los derechos de un libro que vendió, por Bluets, que se adaptó a una obra de teatro en Londres. “Quería llevar a mi hijo y a su amigo al Eras Tour pero era demasiado caro”. Estaba indecisa sobre licenciar la obra, pero entonces me di cuenta de que costaba casi lo mismo llevar a todos a la gira. Con el espíritu de Taylor Swift, pensé: "Lo voy a vender e ire al concierto".

Así que, se ríe, si eso pasa otra vez, ella estará allí para Showgirl. Swiftonomía en efecto.

Pathemata: O, la Historia de Mi Boca de Maggie Nelson es publicada por Fern (£12.99). The Slicks será publicado el 13 de noviembre (Fern). Para explorar todos los libros de Maggie Nelson, visite guardianbookshop.com. Pueden aplicar cargos de entrega.