Por qué Frank Sinatra juró nunca volver a España

El 19 de septiembre de 1964, la policía de Málaga impuso a Frank Sinatra una multa de 25.000 pesetas –aproximadamente 175 dólares– después de que el cantante provocara una trifulca en un bar.

No era la primera vez de Sinatra en la Costa del Sol. Una década antes, había irrumpido en Málaga presa de un ataque de celos. Se rumoreaba que su entonces esposa, la estrella de Hollywood Ava Gardner, disfrutaba de algo más que el flamenco; mantenía un apasionado romance con el joven torero Luis Dominguín.

Sinatra, que tenía vigilantes por todas partes, voló hasta allí para ponerle fin. Su matrimonio, que ya se resquebrajaba –acabarían divorciándose en 1957–, aún estaba en pie, y Frankie no estaba dispuesto a permitir que un matador le robase el espectáculo.

Para 1964, sin embargo, Ava era cosa del pasado. Sinatra estaba a punto de cumplir cincuenta años y acababa de conocer a Mia Farrow –un romance condenado al fracaso por los treinta años de diferencia que los separaban.

Se encontraba en España rodando ‘El expreso de Von Ryan’, una aventura de la Segunda Guerra Mundial filmada principalmente en Ardales. El crooner de Hollywood se alojaba en el lujoso hotel Pez Espada de Torremolinos –y le estaba amargando la vida al director Mark Robson. Sinatra se había encaramado al papel principal, exigía cambios en el guión e incluso intentó alterar el final.

Entonces estalló el escándalo. Los paparazzi merodeaban cuando sorprendieron a Sinatra en un momento íntimo con una actriz cubana. Las bombillas de las cámaras estallaron, y con ellas, su temperamento. Lanzó una copa de martini contra un fotógrafo y sus guardaespaldas se abalanzaron, enfrentándose con el personal del hotel.

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Normalmente, este tipo de altercados se solucionaban en silencio –con una disculpa rápida y una compensación económica. Pero Sinatra empeoró las cosas encerrándose en su suite, negándose a recibir a la policía y amenazando con llamar al embajador de los Estados Unidos.

Lo que podía haberse solucionado sin mayor problema se agravó rápidamente. Fue multado, se le advirtió que abandonase España tan pronto como concluyeran el rodaje y, en la práctica, se le prohibió la entrada en el país.

Antes de embarcar en su vuelo a París, el Señor de los Ojos Azules les espetó a los periodistas que le esperaban: “¡Jamás volveré a este maldito país!”.

Y cumplió su palabra –nunca lo hizo.
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