Anthony Zurcher
Corresponsal en Norteamérica
Las conversaciones planeadas entre Trump y Putin sobre la guerra de Ucrania, que ya lleva casi cuatro años, han sido pausadas.
Parece que los informes sobre una futura cumbre de liderazgo entre Estados Unidos y Rusia fueron muy exagerados.
Solo unos días después de que el presidente estadounidense Donald Trump dijera que planeaba reunirse con el presidente ruso Vladimir Putin en Budapest “en dos semanas más o menos”, la cumbre ha sido suspendida indefinidamente.
Una reunión preliminar de los principales diplomáticos de los dos países también ha sido cancelada.
“No quiero tener una reunión inútil”, dijo el presidente Trump a los periodistas en la Casa Blanca el martes por la tarde. “No quiero perder el tiempo, así que veré qué pasa.”
Esta cumbre, que a veces se cancela y a veces se confirma, es solo el último giro en los esfuerzos de Trump por mediar un fin a la guerra en Ucrania. Este es un tema que ha regainedo importancia para el presidente después de que lograra un acuerdo de alto al fuego y liberación de rehenes en Gaza.
Mientras daba un discurso en Egipto la semana pasada para celebrar ese acuerdo de alto al fuego, Trump se volvió hacia Steve Witkoff, su principal negociador diplomático, con una nueva petición.
“Tenemos que resolver lo de Rusia”, dijo.
Sin embargo, las circunstancias que permitieron el avance en Gaza para Witkoff y su equipo pueden ser difíciles de replicar en la guerra de Ucrania, la cual lleva casi cuatro años de duración.
Menos influencia
Según Witkoff, la clave para lograr un acuerdo fue la decisión de Israel de atacar a los negociadores de Hamás en Qatar. Esta acción enfureció a los aliados árabes de Estados Unidos, pero le dio a Trump influencia para presionar al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu y lograr un acuerdo.
Trump se benefició de su largo historial de apoyar a Israel desde su primer mandato, incluyendo su decisión de mover la embajada de EE.UU. a Jerusalén, cambiar la posición estadounidense sobre la legalidad de los asentamientos israelíes en Cisjordania y, más recientemente, su apoyo a la campaña militar de Israel contra Irán.
De hecho, el presidente estadounidense es más popular entre los israelíes que el propio Netanyahu, una posición que le dio una influencia única sobre el líder israelí.
Sumado a los lazos políticos y económicos de Trump con actores árabes clave en la región, él tenía mucho poder diplomático para forzar un acuerdo.
En la guerra de Ucrania, en cambio, Trump tiene mucha menos influencia. Durante los últimos nueve meses, ha alternado entre intentos de presionar fuertemente a Putin y luego a Zelensky, todo parece con poco efecto.
Trump ha amenazado con imponer nuevas sanciones a las exportaciones de energía rusa y con proporcionar a Ucrania nuevas armas de largo alcance. Pero también ha reconocido que hacer esto podría dañar la economía global y escalar aún más la guerra.
Mientras tanto, el presidente ha criticado públicamente a Zelensky, cortando temporalmente el intercambio de inteligencia con Ucrania y suspendiendo los envíos de armas al país, solo para retroceder después ante la preocupación de sus aliados europeos, quienes advierten que el colapso ucraniano podría desestabilizar toda la región.
A Trump le encanta alardear de su habilidad para sentarse y negociar acuerdos, pero sus reuniones cara a cara tanto con Putin como con Zelensky no parecen haber acercado la guerra a una resolución.
La reunión de Trump y Putin en agosto no produjo resultados concretos.
Putin en realidad podría estar usando el deseo de Trump por un acuerdo – y su fe en las negociaciones en persona – como una forma de influenciarlo.
En julio, Putin aceptó una cumbre en Alaska justo cuando parecía probable que Trump firmara un paquete de sanciones del congreso apoyado por los republicanos. Esa legislación posteriormente fue pausada.
La semana pasada, cuando circulaban informes de que la Casa Blanca consideraba seriamente enviar misiles de crucero Tomahawk y baterías antiaéreas Patriot a Kyiv, el líder ruso llamó a Trump, quien luego promocionó la posible cumbre en Budapest.
Al día siguiente, Trump recibió a Zelensky en la Casa Blanca, pero se fue con las manos vacías después de una reunión que según los informes fue tensa.
Trump insistió en que Putin no lo estaba manipulando.
“Sabes, los mejores me han intentado manipular toda mi vida, y a mí me ha ido muy bien”, dijo.
Pero el líder ucraniano luego tomó nota de la secuencia de eventos.
“Tan pronto como el tema de la movilidad de largo alcance se alejó un poco para nosotros – para Ucrania – Rusia casi automáticamente perdió interés en la diplomacia”, dijo.
Así que, en cuestión de días, Trump pasó de considerar la posibilidad de enviar misiles a Ucrania, a planear una cumbre en Budapest con Putin y a presionar en privado a Zelensky para que cediera todo el Donbas, incluyendo territorios que Rusia no ha podido conquistar.
Finalmente, se decidió por pedir un alto al fuego en las líneas de batalla actuales, algo a lo que Rusia se ha negado.
Durante su campaña el año pasado, Trump prometió que podía terminar la guerra de Ucrania en cuestión de horas. Desde entonces ha abandonado esa promesa, diciendo que poner fin a la guerra está siendo más difícil de lo que esperaba.
Ha sido un raro reconocimiento de los límites de su poder – y de la dificultad de encontrar un marco para la paz cuando ninguno de los dos bandos quiere, o puede permitirse, dejar de luchar.
