Los aficionados al fútbol españoles, que habían mostrado su indignación, han visto como sus quejas se tornaban en razón después de que La Liga diera marcha atrás en sus polémicos planes de disputar un encuentro de la competición doméstica en Estados Unidos.
El partido entre el Villarreal y el Barcelona, inicialmente programado para el 21 de diciembre en el Estadio de la Cerámica, parecía destinado a convertirse en el primer fixture de una liga europea en jugarse en el extranjero, una vez que la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) dió su aprobación para que el encuentro tuviera lugar en Miami.
No obstante, dicha decisión, tomada en agosto, desató una férrea oposición que culminó con una protesta organizada el pasado fin de semana, en la que jugadores de los veinte clubes de La Liga se negaron a moverse durante los primeros quince segundos de cada partido. La Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) calificó la medida como una protesta simbólica contra la “falta de transparencia, diálogo y coherencia” de la liga.
Relevant, la promotora de eventos estadounidense fundada por el dueño del Hard Rock Stadium y de los Miami Dolphins, ha manifestado ahora que no hay “tiempo suficiente” para organizar el partido, lo que implica que el encuentro regresará a su fecha y ubicación originales, para alivio de aficionados y jugadores.
En un comunicado, La Liga expresó su “profundo pesar” por el aplazamiento, tildándolo de golpe para el “perfil internacional de todo el ecosistema del fútbol”. “Celebrar un encuentro oficial fuera de nuestras fronteras hubiera supuesto un paso decisivo para el crecimiento global de la competición”, añadió. “En un panorama mundial cada vez más competitivo, donde ligas como la Premier League o competiciones como la Champions League continúan expandiendo su alcance y capacidad de generar ingresos, iniciativas como esta son esenciales para garantizar la sostenibilidad y el crecimiento del fútbol español”.
El Barcelona comunicó que “respeta y acepta” la decisión, pero “lamenta la oportunidad perdida de expandir la imagen de la competición” en un mercado que posee una “gran capacidad de crecimiento y generación de recursos para todos”.
Este cambio de rumbo recuerda al caso de la Superliga Europea, un malogrado torneo separatista respaldado por muchos de los clubes élite europeos en 2021 que fue rápidamente desechado tras una serie de protestas de los aficionados. Sin embargo, es improbable que este aplazamiento suponga el fin del proyecto, pues los directivos de La Liga buscan cada vez más ganar ventaja sobre sus competidores aprovechando el creciente mercado estadounidense.
El año pasado, La Liga ya expresó su deseo de llevar el Barcelona contra el Atlético de Madrid a Miami, aunque la propuesta fue posteriormente desechada debido a limitaciones de tiempo. En 2019, el Barcelona intentó jugar contra su rival catalán, el Girona, en Miami, pero la idea fue descartada tras las objeciones de la RFEF y los sindicatos de jugadores.
La propuesta más reciente solo fue posible tras el desestimación de una demanda interpuesta por Relevant contra la FIFA y la Federación de Fútbol de Estados Unidos. La empresa, encargada de promocionar el fracasado partido en Miami, interpuso la acción legal después de que la propuesta de albergar un partido del Barcelona en 2019 fuera cancelada. La Federación de Fútbol estadounidense se negó a avalar el encuentro, alegando que infringiría un estatuto de la FIFA que prohíbe jugar partidos de ligas domésticas en el extranjero.
Relevant demandó, argumentando que dicho estatuto violaba la Ley Sherman Antimonopolios de EE. UU., una legislación que se remonta a 1890 y cuyo propósito era combatir los monopolios. El caso finalmente se resolvió sin prejuicios.
