Eran las siete y pico de la mañana cuando dos agentes de policía en Torre del Mar se vieron inmersos en una de esas situaciones que no aparecen en los manuales de formación.
Un hombre, al parecer de unos treinta años y visiblemente alterado, se encontraba en un balcón de un segundo piso, balanceándose entre el pánico y algo más oscuro. Instantes después, se arrojó hacia atrás al vacío.
Sin embargo, no cayó.
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Escenas surreales en Torre del Mar
Los dos oficiales, que habían llegado momentos antes para auxiliar a los sanitarios, se abalanzaron hacia adelante, logrando agarrarlo por los tobillos justo cuando su cuerpo desaparecía tras la barandilla. Durante los siguientes veinte minutos, el tranquilo pueblo costero despertó con una escena surrreal: dos policías colgando de un hombre sujeto por las piernas, con los brazos ardiendo y las voces quebrándose mientras le suplicaban que dejase de patalear.
Abajo, los vecinos comenzaron a congregarse. Al percatarse de lo que ocurría, corrieron en busca de cualquier cosa que pudiese amortiguar la caída: colchones, cojines, lo que encontrasen rápidamente. Alguien pidió ayuda a gritos desde un edificio cercano; otro bajó un colchón por las escaleras aún envuelto en plástico. Era un caos, pero de esa clase de caos que salva vidas.
Se espera que el hombre se recupere completamente
Finalmente, la extenuación y la gravedad se impusieron. El hombre se les escurrió de las manos, pero aterrizó indemne sobre el montón preparado, magullado, conmocionado, mas con vida. Los agentes, ambos lesionados con fracturas en muñecas y brazos, observaron cómo los paramédicos lograron por fin hacerse cargo.
La policía confirmó posteriormente que es probable que el individuo se encontrasse bajo los efectos de drogas. En la actualidad se recupera en el hospital regional y se prevé que sane por completo en breve.
Lo que perdura, no obstante, es la estampa de los dos agentes aguantando durante veinte minutos. Sin discursos heroicos, sin titulares en el momento, tan solo el instinto humano más primario de no soltar a alguien. En un pueblo conocido por sus plácidas mañanas marineras, esta fue cualquier cosa menos ordinaria.
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