Llegó cuando la máquina reactivada de Stephen King todavía seguía produciendo adaptaciones, sin importarle la calidad, y El Teléfono Negro pareció un simple tributo de fan. Con su pueblo pequeño de los 70, reparto de instituto, niños psíquicos y un villano del barrio, rozaba el pastiche y, como lo peor de las historias de King, también estaba recargada de forma poco elegante.
Curiosamente, la llamada vino de dentro de la propia casa familiar, ya que estaba basada en un relato corto del hijo de King, Joe Hill, alargado en una película que fue un sorprendente éxito de 161 millones de dólares. Era la historia del Arrebatador, un asesino sádico de niños que disfrutaba alargando el ritual de sus muertes. Aunque nunca se mencionaba el abuso sexual, había algo innegablemente codificado como queer en el personaje y los pánicos morales que claramente debía representar, algo reforzado por Ethan Hawke interpretándolo con un cierto aire afeminado (incluso antes de su aparición, la palabra ‘maricón’ se usó mucho). Pero la película era demasiado opaca para admitirlo realmente e incluso sin esa incomodidad, tenía una trama demasiado enredada y estaba demasiado intoxicada con su agotadora y sucia maldad para funcionar como algo más que un combustible indescriminado para pesadillas de pijamas.
Su secuela llega cuando Blumhouse, antes creadores de éxitos de terror, necesitan desesperadamente un triunfo. Este año les ha costado hacer que nada funcione, desde Wolf Man hasta The Woman in the Yard y Drop, pasando por el desastre total de taquilla de M3gan 2.0. Así que mucho depende de si El Teléfono Negro 2 puede probar que un relato corto puede convertirse en una película que genere una franquicia. Solo hay un pequeño problema…
La primera película terminó con nuestro "chico final" Finn (Mason Thames) matando al Arrebatador, asistido y entrenado por los fantasmas de sus víctimas anteriores (y su hermana psíquica ayudando a localizarlo). Esto ha obligado al guionista y director Scott Derrickson y a su co-guionista C. Robert Cargill a llevar la serie y su asesino a un nuevo lugar, transformando a un villano de carne y hueso en uno supernatural, una ruta que los lleva por Elm Street con una habilidad para cruzar al mundo real a través de los sueños. Pero a diferencia de Freddy Krueger, el Arrebatador es notablemente poco ingenioso y totalmente carente de humor (esta vez Hawke también lo interpreta sin la misma teatralidad, quizás leyendo un poco la situación…). La máscara sigue siendo efectivamente inquietante, pero la película lucha por hacerlo tan aterrador como lo fue brevemente en la primera, atrapado por reglas enredadas y a menudo confusas.
Finn y su molesta hermana Gwen (Madeleine McGraw), que suelta muchos tacos, se encuentran con él otra vez mientras están aislados por la nieve en un campamento cristiano alpino para niños. La secuela también hace un guiño al antiguo némesis de Freddy, Jason Voorhees (ambos harían picadillo al Arrebatador). Gwen es guiada allí por una visión de su madre fallecida y de lo que podrían ser las primeras víctimas de su antiguo tormento, mientras que Finn, que todavía intenta procesar su ira y su nueva habilidad para defenderse, la sigue para protegerla. El guion es demasiado torpe en su escenografía forzada, necesitando de forma poco hábil dejar a los hermanos varados en un lugar que también añadirá historial tanto al protagonista como al antagonista, llenando detalles que realmente no necesitábamos ni queríamos saber (como misterio, no es tan interesante). En lo que también parece un movimiento más calculado para acercar la película al público que va a la iglesia y que convirtió a la franquicia de El Conjuro en un gran éxito, Derrickson añade un elemento religioso, asociando ahora el bien con Dios y el cielo, mientras el mal representa al diablo y el infierno, siendo la fe el arma definitiva contra un monstruo así.
Lo que todo esto hace es sobrecargar aún más una serie que ya estaba a punto de desplomarse, añadiendo complicaciones innecesarias a lo que debería ser un motor simple para el viernes por la noche (a menudo me encontraba demasiado ocupado preguntándome sobre los cómos y porqués de lo que podía o no podía pasar como para sentirme involucrado). Es un papel poco exigente para Hawke, cuya cara nunca llegamos a ver bien (podría ser, por lo que sabemos los espectadores, solo trabajo de voz) pero tiene una presencia genuina que falta en el resto del reparto. El escenario es a veces atmosféricamente grandioso, pero la mayoría de las escenas, consistentemente poco aterradoras, se ven perjudicadas por una textura granulada de 8 mm para diferenciar el sueño de la vigilia, una elección estilística ineficaz que se siente demasiado autoconsciente y construida para reflejar la impredecibilidad de estar en una pesadilla real.
Con poco menos de dos horas, El Teléfono Negro 2, al igual que M3gan 2.0 antes que ella, es un argumento innecesariamente largo y muy poco convincente para el nacimiento de una nueva franquicia. La próxima vez que suene, recomiendo no cogerlo.
