Encontrando mi camino de Malala Yousafzai: La crónica de crecer en público

Mientras estaba en la cama de su hospital en Birmingham, semanas después de que un asesino de los Talibanes le disparara en la cabeza, Malala Yousafzai, de 15 años, imaginaba la conversación que tendría con los líderes Talibanes. “Si tan solo se sentaran conmigo… podría razonar con ellos y convencerlos de terminar con su reinado de misoginia y violencia,” escribe en su nueva autobiografía.

Malala mantenía un cuaderno al lado de su cama, lleno de estrategias retóricas y puntos de debate: los nombres de periodistas que podrían organizar una reunión con los Talibanes, los versos del Corán que podría citar para mostrar que las niñas sí tienen derecho a la educación en el Islam, las cosas que podría decir para establecer sus propias credenciales como una musulmana temerosa de Dios. Por supuesto, esa conversación nunca ocurrió. Mucho más tarde, después de la caída de Afganistán en 2021, le hizo sentir vergüenza ajena recordar su ingenua creencia de que los Talibanes alguna vez la escucharían.

Lo que sí pasó es que, poco a poco, Malala creció. Ya había contado su historia antes, más notablemente en “Yo Soy Malala”, escrita junto a Christina Lamb y publicada en 2013, el año antes de que ganara el premio Nobel de la paz. “Finding My Way” continúa la historia de su vida mientras navega la juventud.

En Birmingham, sus compañeros de secundaria básicamente la ignoravan, pero Malala estudió mucho y consiguió un lugar en Oxford – un sueño hecho realidad. Se unió al equipo de remo, se inscribió en un montón de clubes y se quedaba hasta tarde bailando con sus compañeras de cuarto, todo esto mientras mantenía sus compromisos internacionales como oradora que pagaban la hipoteca de sus padres. Tenía poco tiempo para leer, y mucho menos para entregar sus tareas a tiempo. Sus tutores le enviaban cartas cada vez más severas.

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Pero sí encontró tiempo para enamorarse. Central al libro es la historia del tierno noviazgo de Malala con Asser, un guapo ejecutivo de críquet de Lahore. Cuando ella desarrolla un interés pasajero en la astronomía, él le compra un telescopio. Cuando ella le dice a una revista nacional que es escéptica sobre la institución del matrimonio, él llama por teléfono a sus padres irritados para apoyarla y calmarlos. Malala tarda mucho tiempo en concluir que está lista para el matrimonio, pero cuando finalmente se decide, le trae una “felicidad profunda”.

Bien por ella. La claridad de la convicción de Malala en su niñez, de que las niñas tienen un derecho innegable a la educación, es lo que la lanzó al escenario internacional, pero también es lo que, por un tiempo, le quitó la capacidad de definirse a sí misma. Cuando despertó del coma después del ataque, su rostro estaba medio paralizado, pero aún más desconcertante, su identidad real, como una compañera de clase traviesa y una hermana molesta, había sido reemplazada por la narrativa de una “heroína mítica, virtuosa y obediente” – “una chica seria y tímida, una persona reservada forzada a hablar cuando los Talibanes le quitaron sus libros”. Era una santidad imposible. Mientras tanto, un ejército de trolles en línea encontraba cada uno de sus movimientos como reprochablemente no-islámico.

“Finding My Way” muestra a Malala recuperando la historia de su propia vida – rechazando las restricciones y contradicciones de una infancia protegida y una fama repentina. En Oxford, le da esquinazo a sus guardaespaldas para subir a la torre del campanario de Lady Margaret Hall. Celebra el “Galentines Day” con sus amigas. Encuentra un terapeuta para tratar su TEPT. Se atrasa peligrosamente en su trabajo, y luego cultiva lentamente hábitos más estudiosos. Incluso pasa por una fase de pedir constantemente costillas de TGI Fridays, sin darse cuenta de que son de cerdo (ups). Todo es una educación.

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Hoy en día, en sus historias de Instagram, puedes encontrar a Malala con un sombrero de pescador, moviendo la cabeza al ritmo de Oasis tocando “Roll With It”, con Asser sonriendo a su lado. El trabajo de abogar por la educación de las niñas en todo el mundo sigue siendo parte de su vida, pero también lo son las alegrías más cotidianas: tiene una colección excéntrica de bolígrafos de la que está orgullosa, presume de un buen swing de golf y está intentando aprender a nadar. Resulta que ser una estudiante de la vida también puede ser una vocación digna.

“Finding My Way” por Malala Yousafzai es publicado por Orion (£25). Para apoyar al Guardian, pide tu copia en guardianbookshop.com. Pueden aplicar cargos de entrega.