Gemma Handy
Corresponsal de Negocios, St Johns, Antigua
Imágenes Getty
Viviendas en Barbuda fueron destruidas por el huracán Irma en 2017.
Para algunos habitantes de Barbuda, las tormentas eléctricas todavía les provocan recuerdos de aquella noche de septiembre de 2017, cuando lo perdieron todo por los devastadores vientos del huracán Irma.
Ocho años después, aunque los recuerdos esten cerca, el seguro de hogar para muchos en Barbuda y otras islas del cinturón de huracanes del Caribe es más caro que nunca.
En toda la región, las primas se han disparado en los últimos dos años, aumentando hasta un 40% en algunas islas, según cifras del sector.
Los expertos culpan a una tormenta perfecta de riesgo creciente, ya que la región sufre ciclones más fuertes y que se intensifican más rápido, sumado a poblaciones pequeñas que pagan por las pólizas, lo que resulta en pocas ganacias para las aseguradoras.
La casa de Dwight Benjamin en Barbuda fue una de las pocas que no sufrió muchos daños por Irma. Después del huracán, invirtió en una ampliación de una habitación con techo de hormigón que servirá de refugio para su familia si ocurre otro desastre.
“Creo que la casa debería ser lo suficientemente sólida, pero esa es mi protección adicional”, dice.
Con la temporada de huracanes en su punto máximo, Dwight es uno de los muchos caribeños que monitorea ansiosamente las plataformas meteorológicas por actividad en el Atlántico. Si un sistema se dirige hacia él, hará lo mismo que durante Irma: tener esperanza y rezar.
“Nunca he tenido seguro; la mayoría de los barbudenses no creemos que valga la pena. Es solo un gasto más para nuestros escasos recursos”, explica. “Además, confiamos en lo que hemos construido y en que debería aguantar el clima.”
Cortesía de Dwight Benjamin
Dwight Benjamin construyó una ampliación en su casa que funciona como refugio durante los huracanes.
Como Dwight, muchos caribeños construyen sus casas con sus ahorros, en lugar de pedir hipotecas que pueden tener intereses altos en esta parte del mundo.
Y la mayoría de las viviendas en las islas afectadas por huracanes no tienen seguro. Se informa que solo el 20% en Jamaica tienen cobertura, y apenas la mitad en Barbados.
Peter Levy, jefe de la compañía de seguros jamaicana BCIC, señala que no solo las tormentas amenazan la región, sino también los terremotos y los volcanes.
Como resultado de estas amenazas naturales, que el Sr. Levy llama el “mercado único” del Caribe, el costo del seguro de hogar siempre será alto.
Una empresa aseguradora de Antigua, Anjo, normalmente cobra primas de entre el 1,3% y el 1,7% del valor de una vivienda. Mientras que en el Reino Unido, por ejemplo, puede ser menos del 0,2%.
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El huracán Irma, en la imagen, es la tormenta más poderosa que ha golpeado a Barbuda desde que hay registros.
La temporada de huracanes en el Atlántico va del 1 de junio al 30 de noviembre, con mayor actividad entre mediados de agosto y mediados de octubre. Las naciones del norte del Caribe, como Antigua y Barbuda, las Bahamas, las Islas Vírgenes Británicas y la República Dominicana, están entre las que tienen mayor riesgo de un impacto directo.
Los meses más intensos pueden ser tortuosos para las personas con trauma relacionado con Irma, dice Mohammid Walbrook, otro residente de Barbuda. “Cada vez que se anuncia una tormenta que viene hacia nosotros, trae malos recuerdos. Para algunos, incluso los truenos y relámpagos son un detonante”, comenta.
En 2017, Mohammid se refugió en un baño con su madre, padre, hermana y sobrinos cuando los vientos de categoría cinco de Irma arrancaron el techo de la casa de sus padres.
Su propia propiedad de dos dormitorios, que no tenía seguro, también sufrió graves daños. Él fue uno de varios barbudenses que recibieron una nueva casa gracias a la ayuda de donantes internacionales.
Cortesía de Mohammid Walbrook
Mohammid Walbrook sobrevivió al huracán Irma.
Mientras algunos países caribeños, como el territorio británico de Turks y Caicos, también golpeado por Irma, tienen reservas de efectivo de emergencia que pueden ayudar con la restauración después de una tormenta, otros no tienen ese lujo.
Para la nación de Antigua y Barbuda, altamente endeudada, agencias como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) son un salvavidas tras un desastre natural.
El primer ministro del país, Gaston Browne, estimó que el costo de reconstruir Barbuda después de Irma, donde el 90% de los edificios resultaron dañados, superó los 200 millones de dólares. La ayuda llegó de China, la Unión Europea y Venezuela, entre otros.
En 2017, el PNUD aportó 25 millones de dólares para Barbuda y para el país insular de Dominica, que fue arrasado por el huracán María ese mismo mes.
El dinero permitió restaurar más de 800 edificios destruidos en las dos islas. Pero la intervención del organismo también fue crucial en otros aspectos.
Con los medios de vida destruidos, el programa de dinero por trabajo del PNUD contrató a cientos de residentes locales que de repente se quedaron sin empleo.
Ayudaron en todo, desde la remoción de escombros hasta la reconstrucción de viviendas e infraestructura, incluyendo el hospital y la oficina de correos de Barbuda, explica Luis Gamarra del PNUD a la BBC.
“Inyectar recursos económicos a las familias afectadas ayuda a reactivar la economía local”, afirma.
Casi 1,000 contratistas también fueron capacitados en técnicas más resistentes de “reconstruir mejor”, para proteger las estructuras contra futuros desastres.
“El clima está cambiando y ejerciendo más presión sobre los gobiernos y las comunidades. Las tormentas son más frecuentes, más intensas y también ocurren más temprano en el año”, continúa el Sr. Gamarra.
Él cree que la expansión de alianzas con el sector privado y con otros países de la región podría ayudar a mitigar los impactos.
Un mecanismo de este tipo es el Fondo de Seguro contra Riesgos Catastróficos del Caribe, del cual son miembros 19 gobiernos caribeños. Creado después del huracán Iván en 2004, este proyecto pionero de agrupación de riesgos permite a los gobiernos miembros comprar cobertura por desastres a bajo costo.
El año pasado, realizó pagos récord que superaron los 85 millones de dólares a islas afectadas por el huracán Beryl.
En Antigua y Barbuda, la preparación para huracanes es un esfuerzo que dura todo el año, explica Sherrod James, director de la Oficina de Servicios de Desastres del país.
Las evaluaciones de edificios para usarlos como refugios contra tormentas, junto con la capacitación de voluntarios para atenderlos, comienzan meses antes de que empiece la temporada, dice.
“También nos reunimos con el sector privado, ayudándolos a establecer políticas y preparaciones, observando la seguridad y resistencia de sus edificios. Nos aseguramos de que nuestros socios críticos, como los puertos, estén preparados.
“Y hacemos mucho trabajo proactivo para solucionar puntos conflictivos en las vías fluviales que pueden empeorar las inundaciones”, añade el Sr. James. “Hoy en día, las tormentas pueden pasar de categoría uno a cinco en un día. La nueva normalidad ha dejado obsoleta la antigua forma de hacer las cosas; ahora tenemos que ser mucho más proactivos.”
Para muchos barbudenses, esta época del año siempre traerá intranquilidad. Dwight estuvo entre las decenas de personas que asistieron recientemente a un servicio en recuerdo del huracán Irma en la Iglesia Pentecostal de la isla.
“Fue muy conmovedor y trajo muchos recuerdos”, dice. “En esta época del año, vigilamos el clima y mantenemos los dedos cruzados. Pero somos gente resiliente y sabemos cómo sobrevivir.”
