CERVANTES: El genio de las letras españolas que vivió una existencia tan épica como sus novelas. Michael Coy analiza al hombre detrás de Don Quijote.

TODO el mundo conoce el Quijote, la novella más famosa del mundo. La mayoría incluso recuerda el nombre de su autor: Miguel de Cervantes. Pero, ¿sabías que el 19 de septiembre marcó un momento crucial en su vida?

Queda aún mucho por saber sobre Cervantes.

Nacido en el seno de una familia endeudada en Alcalá de Henares, cerca de Madrid, gran parte de su vida transcurrió en la pobreza y al margen de la ley. Aunque residió en Sevilla y Córdoba, buena parte de su obra temprana se ha perdido.

A través del Quijote y otros escritos, Cervantes legó al mundo la novela picaresca –un género que aún hoy influye en la narrativa universal.

El pícaro es una figura inocente, constantemente envuelto en un desastre tras otro, pero que jamás pierde su ánimo alegre, por mucho que el destino se empeñe en hundirle. En muchos aspectos, la propia vida de Cervantes fue un relato picaresco.

En septiembre de 1569, con 22 años, Cervantes se encontraba en Madrid. Tras herir a un hombre en un duelo, se emitió una orden de arresto contra él. En lugar de afrontar años de cárcel, optó por huir de España, apareciendo poco después en Roma.

Europa se hallaba entonces al borde de la guerra. El Imperio otomano había conquistado gran parte de Europa oriental y amenazaba Venecia y Viena. En una de las batallas navales más famosas de la historia –Lepanto– las fuerzas cristianas triunfaron, preservándose la civilización occidental. Cervantes, ávido por luchar por su fé, se alistó en la armada veneciana y participó en la contienda.

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Recibió graves heridas y perdió la movilidad de su brazo izquierdo. Apodado «El Manco», Cervantes pasó seis meses recuperándose en un hospital siciliano, solo para toparse de nuevo con la desgracia.

En 1574, fue capturado por piratas mientras navegaba de Nápoles a Barcelona y vendido como esclavo en la actual Argelia. Permaneció cautivo durante cinco largos años. Pero el 19 de septiembre de 1580, con 33 años, una orden religiosa pagó su rescate y lo liberó. Aunque sin un duro, Cervantes se mantuvo impertérrito, listo para embarcarse en nuevas aventuras.

De vuelta en España, recaló en Toledo, donde contrajo matrimonio con una mujer mucho más joven y tuvo una hija ilegítima. Su vida personal fue complicada –su esposa falleció pronto y Cervantes convenció a su hermana para que criase a su hija.

En la década de 1590, estaba de vuelta en Sevilla, trabajando como proveedor para la armada española. Cuando unos fondos desaparecieron misteriosamente, acabó entre rejas. Para entonces, Shakespeare comenzaba a alcanzar fama en Inglaterra, pero Cervantes, diecisiete años mayor, seguía lidiando con deudas e infortunios.

Cervantes y Shakespeare fueron contemporáneos.

Una placa en la sevillana Calle Sierpes marca el lugar donde probablemente estuvo recluido por deudas. Ya cuarentón, consiguió empleo como recaudador de impuestos –difícilmente el trabajo soñado, pero uno que lo mantenía en movimiento y lejos de sus acreedores. Afirmó haber visitado cada pueblo de España, y en muchos lugares los orgullosos locales señalan donde se hospedó Cervantes con la frase: «Cervantes durmió aquí».

El trabajo también le dio un tiempo precioso para escribir. Producía obras de teatro, poemas y novelas sin parar, pero fue el Quijote lo que realmente lo consagró. El libro tuvo tanto éxito que surgieron múltiples ediciones pirata, forzando a Cervantes a escribir una segunda parte para proteger su obra maestra –y sus regalías.

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Para 1616, Cervantes se acercaba al final de su vida. Con casi 70 años, ignoraba que su gran rival, Shakespeare, también había alcanzado la etapa final de la suya.

LECTURAS RECOMENDADAS:

En un extraño giro del destino, ambos murieron con apenas un día de diferencia –Cervantes el 22 de abril de 1616 y Shakespeare el 23.

Cervantes podría haber muerto en la relativa oscuridad, pero su legado como creador del Quijote y uno de los escritores más celebres de España perdura. Su vida, repleta de líos, escapes y un optimismo inquebrantable, realmente se lee como una aventura picaresca.

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