El intercambio de casas como modalidad turística existe desde hace aproximadamente treinta años, pero se dice que ha cobrado mayor impulso debido a la pandemia, la inflación y una conciencia más acusada sobre el turismo sostenible.
El crecimiento en Baleares para este verano ronda el 25% en comparación con el año pasado, con un total de 1.896 intercambios. HomeExchange es la plataforma líder en el mercado. Sus miembros pagan una cuota anual fija de 175 euros para anunciar sus viviendas, lo que les da derecho a intercambios ilimitados.
Pilar Manrique, portavoz de HomeExchange, señala que la pandemia alteró las preferencias de alojamiento debido a la necesidad de distanciamiento social. La inflación y el encarecimiento general de las vacaciones han impulsado la búsqueda de alternativas más asequibles. Además, el intercambio de casas reduce la huella del turismo. A diferencia de los alquileres vacacionales, no tiene connotaciones negativas, por ejemplo, sobre la vivienda.
Aunque no existe una comercialización como tal, sigue siendo una actividad turística y, por lo tanto, tiene un impacto en lo que respecta al número de visitantes. Manrique no lo niega: «Somos conscientes de que somos un actor turístico y de que tenemos cierta responsabilidad sobre el impacto, pero se trata de una forma de turismo más sostenible que creemos puede jugar un papel relevante en el futuro del sector».
En el esquema general, la escala es mínima: 113.000 pernoctaciones este año en Baleares frente a los 35 millones de los hoteles. Pero hay claras ventajas —evitar el incremento de los precios hoteleros es una de ellas—.
Manrique apunta un efecto positivo: las estancias más prolongadas. La media es de 17 días, tres veces más que la estancia media en hotel. Esto, a su vez, puede ser positivo para el sector complementario no hotelero: «Al eliminar el costo del alojamiento de la ecuación, puedes permitirte quedarte más tiempo y gastar más en actividades y restauración».