Su Alteza Real la Princesa de Asturias recibe explicaciones sobre el avión de entrenamiento PC-21 Pilatus del jefe del 792 Escuadrón, Alberto Guzmán Fernández.
San Javier, Murcia – La heredera al trono de España ha arribado a Murcia para iniciar un nuevo capítulo en su formación militar. La Princesa Leonor aterrizó poco antes del mediodía del lunes en un reactor Falcon, pisando la pista de San Javier con la serena seguridad que ya se ha convertido en su seña de identidad.
Este año, la Princesa de Asturias tendrá como hogar la Academia General del Aire y del Espacio (AGAE). Ataviada con un impecable uniforme azul de dicho cuerpo —con su nombre modestamente bordado como Alféreza Alumno Borbón Ortiz—, Leonor aúna formalidad y determinación. Incluso su traje de vuelo verde luce la misma personalización, indicando que la real de 18 años está preparada para abrazar la exigente vida de una alumna.
Tras dos años intensos de inmersión castrense —uno en el Ejército de Tierra, otro en la Armada—, Leonor centra ahora su mirada en los cielos. En San Javier se unirá a 481 alumnos, 74 de ellos mujeres. En su propia promoción de 75, 15 son futuras oficiales femeninas, lo que constituye un 20 por ciento; una señal de los tiempos cambiantes en una institución históricamente dominada por hombres.
Su llegada estuvo marcada por la ceremonia previsible. El coronel Luis Felipe González Asenjo, director de la Academia, encabezó la bienvenida junto a oficiales superiores, mientras el capitán Abel Marín Rodríguez, quien actuará como su tutor académico, se contó entre los primeros en saludarla. Tras un breve recorrido de saludos —protocolarios con la mayoría, pero cálidos con el Coronel—, la Princesa firmó en el libro de honor de la Academia, una tradición con más de ocho décadas de historia.
Luego llegaron sus primeros pasos en el mundo de la cabina de mando. Guiada por el capitán Alberto Guzmán, un instructor experimentado del programa del avión suizo Pilatus PC-21, Leonor accedió al simulador de vuelo. Guzmán había preparado tiempo atrás a su padre, el Rey Felipe VI, para esa misma aeronave; ayer, en una transmisión simbólica, comenzó a hacer lo mismo con su hija. «Tengo muchas ganas de volar, pero poco a poco», declaró Leonor después, resumiendo a la vez su entusiasmo y su característica prudencia.
Su Alteza Real la Princesa de Asturias se dirige al edificio de alojamiento acompañada del comandante jefe del Escuadrón de Alumnos, Carlos Puerta Juárez.
Por ahora, la paciencia será su copiloto más cercano. Antes de poder tomar los mandos de un Pilatus, Leonor deberá completar 50 horas en el simulador, progresando desde la formación básica informatizada hasta sistemas avanzados que replican emergencias y ofrecen una visión de 180 grados. Solo entonces recibirá la ansiada «suelta» —su primer vuelo en solitario—.
Su horario deja escaso margen para la ociosidad: levantarse a las 6:30 h, largas horas de estudio, intenso entrenamiento físico y nuevas materias en ciencia aeroespacial y proyectos satelitales. Compartirá cámara con dos compañeras, integrándose en la vida de la Academia en la medida que permiten los protocolos de seguridad. Mientras sus compañeros podrán disfrutar de paseos anónimos por San Javier, las salidas de Leonor conllevarán siempre una discreta presencia de seguridad —un recordatorio de que es tanto alumna como la futura Reina de España—.
No obstante, quienes la tratan en la Academia insisten en tratarla como una alumna más. Y esa quizá sea su mayor fortaleza: la capacidad de transitar entre el papel de heredera cumplidora y el de estudiante disciplinada, sin permitir que uno eclipse al otro.
Su presencia, desde luego, no ha pasado desapercibida. Multitud de cámaras se congregaron en su llegada, como siempre, ansiosas por captar a la joven real más seguida de España. Pero dentro de la Academia, lejos de los flashes, el enfoque de la Princesa Leonor está firmemente fijado en el horizonte —aprendiendo, poco a poco, a volar.
