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Imagina iniciar sesión en tu cuenta bancaria una mañana y encontrarte con todo congelado: las transacciones rechazadas, las órdenes permanentes detenidas y tus ahorros intocables. Sin alerta de fraude, sin cheques rebotados. Solo un breve mensaje: “Cerramos tu cuenta. Busca alternativas”.
Esto no es una pesadilla aislada. En todo el mundo, más personas y empresas están siendo “desbancadas”, quedando excluidas de servicios financieros básicos.
En la industria, esto se conoce como “debanking”, cuando los bancos cortan relaciones con clientes—o incluso sectores enteros—para evitar riesgos regulatorios o de reputación.
Aunque suene como un mero problema de cumplimiento, en realidad toca temas como la prevención del delito financiero, derechos políticos, flujos comerciales y el acceso al efectivo. Y el Reino Unido, EE. UU. y la UE adoptan enfoques radicalmente distintos.
EE. UU.: ¿Capitalismo “woke” bajo ataque?
Este mes, el ex presidente Donald Trump firmó una orden ejecutiva para impedir que bancos nieguen servicios por creencias políticas o religiosas. Prohíbe usar el “riesgo reputacional” como excusa para cerrar cuentas y exige revisar prácticas internas en 180 días.
Sus partidarios alegan que protege la libertad de expresión y frena la discriminación contra conservadores, quienes dicen ser blancos frecuentes. Críticos advierten que podría forzar a bancos a mantener clientes vinculados a delitos financieros.
El tema resonó por la experiencia personal de Trump: acusó a JPMorgan y Bank of America de rechazarlo tras su presidencia por sus posturas conservadoras. Alegó que JPMorgan le dio 20 días para cerrar su cuenta y que BoA bloqueó un depósito, aunque ambos bancos niegan motivos políticos.
Otro caso sonado fue el del Consejo Nacional para la Libertad Religiosa (NCRF), grupo que apoya políticos conservadores. Cuando JPMorgan cerró sus cuentas, alegó “documentación incompleta”, no razones ideológicas. Pero el NCRF lo usó para acusar “capitalismo woke” y presionar por normas más restrictivas.
La orden de Trump obligará a bancos a revisar cierres pasados y posiblemente reabrir cuentas, un dolor de cabeza logístico.
Reino Unido: El escándalo Farage-Coutts
En 2023, el banco privado Coutts cerró la cuenta de Nigel Farage, figura clave del Brexit. Documentos filtrados revelaron que sus opiniones políticas influyeron, desatando un escándalo que llevó al gobierno a exigir más transparencia.
Técnicamente, Coutts pudo actuar dentro de normas: Farage es una “persona políticamente expuesta” (PEP), sujeto a mayor escrutinio por ley. Pero el debate se centró en la censura bancaria.
Desde entonces, los bancos británicos deben avisar con 90 días de antelación y explicar cierres. En 2024, las quejas al Defensor del Pueblo Financiero subieron un 44%, y se cerraron 140 mil cuentas de pymes, generando alarma por el acceso a servicios básicos.
UE: Enfoque técnico, alto riesgo
Bruselas aborda el debanking como un desafío técnico. La Federación Bancaria Europea (EBF) subraya el equilibrio entre cumplir normas antilavado y evitar exclusiones injustas:
“Las decisiones deben ser proporcionales y basadas en riesgo, no prohibiciones indiscriminadas”.
La UE prioriza “banderas rojas” como identidades no verificables o transacciones sospechosas. Para bancos, es una ecuación coste-beneficio: si el riesgo supera lo tolerable, cierran.
Aunque el problema crece, la UE insiste en proteger la inclusión. La Autoridad Bancaria Europea emite guías para evitar exclusiones arbitrarias, un contraste con la polarización en EE.UU. y Reino Unido.
(Etiquetas: Banca • Unión Europea • EE. UU. • Reino Unido • Bancos centrales)
