Reseña del Álbum: Ethel Cain, ‘Willoughby Tucker, Siempre Te Amaré’

Willoughby Tucker, I’ll Always Love You se presenta como la precuela de Preacher’s Daughter, el álbum debut de Ethel Cain en 2022, que marcó el inicio de una trilogía sobre tres generaciones de mujeres. Antes de su lanzamiento, cuando Hayden Anhedönia promocionaba el EP Inbred, ya parecía ansiosa por terminarlo y lanzarlo, llena de ambición. Perverts, el EP ambient de 90 minutos que sacó este año, era tan diferente que uno se preguntaba si el éxito de Ethel Cain había disminuido su interés en avanzar la trilogía. Si Willoughby Tucker "cierra el capítulo" de su alter ego, como ella dijo, es un retrato tierno y asombroso, atrapado entre nostalgia y sueños de violencia, enredado pero firme en sus creencias románticas. Aunque ella presenta Perverts como un proyecto independiente, también sirve de puente musical al nuevo álbum, que equilibra su construcción atmosférica y narrativa. Cain no puede evitar trazar una línea del amor directo a la muerte, pero no sin sumergirse en él.

1. Janie
La historia empieza en 1986, en medio de una ruptura escolar. Con poco más que una guitarra suave y un bajo pesado, Ethel Cain nos enreda en una dinámica complicada, sugiriendo un giro inesperado: "Sé que ahora es tu chica, pero primero fue mía", canta, sorprendiendo al oyente antes de revelar que esa chica es su hermana. Hayden Anhedönia canta con un temblor inquietante y anhelo inocente, a veces en un mismo aliento, amplificando la inseguridad adolescente. "Puedo ver el final en el comienzo de todo, y en él, tú no me quieres". Los fans de Preacher’s Daughter conocen el final, pero claramente quieren más.

2. Tema de Willoughby
Un delicado tema de piano es devorado por sintetizadores ominosos y guitarra eléctrica, el espectro de la violencia. Como si su nombre fuera impronunciable pero provocara una tormenta que persiste hasta en las mañanas más silenciosas. Sabemos que el universo de Ethel Cain se concibió primero con imágenes, pero estos instrumentales son evocadores por sí solos.

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3. Fuck Me Eyes
Un retrato disfrazado de canción pop es el pan de cada día de Ethel Cain, pero aunque suena accesible, la letra asegura que no sea más comercial que lo demás. (A menos que ganes dinero con vibes, no con radio.) Los sintetizadores estridentes de los 80 nos sitúan en la década correcta, con baterías potentes que delatan influencias de Hysteria. La "Miss Holiday Inn" en cuestión ("Todos quieren sacarla, pero nadie quiere llevarla a casa") no es el objeto de deseo ni un espejo de la protagonista, sino un punto de referencia para su mundo interno inseguro y autodestructivo: "Nunca la culparé, casi la odio, nunca seré ese tipo de ángel, nunca seré lo suficientemente buena conmigo". La nostalgia glorificada aquí es más que empatía: es ese pedacito de ternura por quien queda atrapado en la Tierra, deseando sentirse bien.

4. Nettles
‘Nettles’ pudo ser la primera canción que Anhedönia escribió en la casa de Alabama donde terminó Preacher’s Daughter, pero está iluminada por una visión del futuro, las fantasías que Cain no puede soltar. En el álbum, es una introducción liminal a su relación con Tucker; describe una herida suya por un accidente laboral, suspendiendo su historia entre una crianza violenta y un matrimonio paradisíaco imaginado. Su arreglo bluegrass, con banjo, violín y pedal steel, contrasta tanto con el brillo y ruido circundantes que queda como la expresión más dulce y real de su amor, inseparable del sufrimiento. La voz de Cain nunca ha sonado tan hermosa como cuando canta "Todo esto fue por ti", manteniendo la imagen firme mientras el álbum entra en su segunda mitad.

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5. Tema de Willoughby
Este instrumental está más en la zona de Grouper, con vocales susurrantes sobre murmullos de guitarra. Aunque la intensidad crece, sus minutos más hermosos llegan después de la tormenta, cuando el piano gotea, oculto pero lleno de esperanza.

6. Dust Bowl
"Ethel Cain vivió y murió amando y rogando por ser amada", dijo Anhedönia a The Guardian. "Toda la trilogía de Preacher’s trata sobre el amor. Amor perdido, amor ganado, amor pervertido, amor robado". Tal vez en ese orden: tras ‘Nettles’, ‘Dust Bowl’ es "amor ganado". Es sublime y trance-like, recordando al chico guapo que la llevó a películas de terror en el autocine y no le quitaba la mirada de encima, "con todo Alabama frente a tus ojos". La canción lenta estalla al final: "Cociendo nuestros cerebros fumando lo que tu papá fumó en Vietnam", activando el trauma familiar de su historia. Quién sabe qué no habría sido Cain si no le hubieran dejado este infierno; pero la belleza en ello es innegable.

7. A Knock at the Door
‘A Knock at the Door’ parece un secreto escondido en medio del álbum, algo que hay que rascar para encontrar. La guitarra acústica suena cercana, chirriando con cada desliz, y la voz de Cain es casi irreconocible en su intimidad. "Todo lo que he amado, lo he amado hasta la muerte, así que aún temo ese golpe en la puerta", canta, como si no supiera que está abierta de par en par. Quizás él también, aunque más temeroso de mostrarlo, pero ambos se reconocerían al instante.

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8. Radio Towers
El tercer instrumental del álbum parpadea, como esa luz de hospital, como entrando a otro reino o un resto de Perverts. Pero desemboca en ‘Tempest’, dando un respiro necesario antes de dos epopeyas.

9. Tempest
Cain repite "Siempre te amaré" solo tres veces en el álbum; en la penúltima canción, grita "para siempre" durante tres minutos y medio. No lo ata al amor eterno, sino a una vergüenza abrumadora. "No me preguntes por qué me odio mientras giro en el desagüe", canta antes, sin dejar que analices su ansiedad y soledad sin sentirlas en las entrañas. Mientras las capas instrumentales se acumulan, con voces y lap steel de Angel Diaz (Vyva Melinkolya), oímos los pensamientos que cruzan su mente cuando su amante toca la puerta, o después de abrirla. Está convencida de no tener cura. Pero dejará que el remordimiento penetre hasta que esperar la muerte parezca mejor que forzarla.

10. Waco, Texas
Cain prueba la paciencia del oyente alargando la canción final a 15 minutos, pero con todo el peso que carga (o intenta soltar), se justifica. ‘Waco, Texas’ incluye algunas de sus letras más poéticas, y aunque presenta la conclusión con la partida de Tucker, sigue más allá del avance narrativo. A diferencia de las otras baladas del álbum, se siente como un suspiro de alivio, no precisamente una explosión. "El amor no basta en este mundo, pero sigo creyendo en soñar con Nebraska", canta, vinculándolo a ‘A House in Nebraska’. Nunca suficiente para igualar nuestra fe, quizá; pero aún lo es todo.