Pig, de Michael Sarnoski, no es exactamente una película que te haga sentir bien. Su protagonista, Robin (Nicolas Cage), es un ermitaño desaliñado que vive en el bosque con su cerdo. Robin no es fácil de llevar: un misántropo huraño que apenas tolera la presencia ocasional de Amir (Alex Wolff), el joven empresario que le compra trufas. No sabemos quién era Robin antes, pero está claro que la vida ya le ha quitado mucho. Y luego, alguien le roba su maldito cerdo.
Sale a rescatarla y pronto se ve envuelto en el lado oscuro de la escena culinaria de Portland, donde chefs y camareros participan en peleas clandestinas. Descubrimos que Robin fue un chef respetado y, al regresar a su antiguo mundo en busca de venganza, parece que Pig lo prepara para ser un John Wick desastrado. Pero, para Robin, la venganza es un plato que se sirve con cuidado.
En lugar de enfrentamientos violentos, tenemos diálogos tranquilos. Primero, desayunan unas tostadas francesas mal hechas. Amir le cuenta a Robin sus problemas familiares. Robin responde recordándole que Portland será destruida por terremotos pronto, así que sus problemas no son tan graves. "No tienes que preocuparte", le dice.
Podría verse como nihilismo, como una invitación a abandonar la humanidad, como hizo Robin. Porque no se equivoca: tarde o temprano, todo lo que amas desaparecerá. Quizá sea mejor no importarte.
Pero eso no encaja con el resto de la película. Aunque la escena del robo del cerdo es dura, Pig está filmada con una delicadeza especial. Los bosques se ven en planos largos que juegan con la luz y el agua. Una escena de cocina brilla con un tono ámbar que parece un recuerdo de infancia. Cada imagen está cuidadosamente compuesta, como un plato de un gran chef, acompañada por una música melancólica.
Al final, Pig no nos dice que no importe nada. Todo lo contrario.
Robin y Amir van a un restaurante de moda, donde sirven platos con espuma y humo, acompañados de explicaciones pretenciosas. Robin llama al chef y, con calma, le pregunta si de verdad le gusta cocinar eso. "No tenemos muchas cosas que realmente nos importen", le dice.
Lo hermoso de Pig—más allá de su música, fotografía y el acting de Cage—es que habla de elegir qué importa. El amor duele, como en la canción I’m On Fire de Springsteen que cierra la película. Preocuparte te hace vulnerable, como le pasó a Robin. Pero, poco a poco, él vuelve a vivir, primero por su cerdo y luego por los demás.
Hay muchas películas que me hacen sentir bien: Ponyo con su alegría, Airplane! con su humor absurdo, Cuando Harry conoció a Sally como un suéter cálido. Pero amo Pig porque reconoce todas las razones para sentirse mal… y aun así elige las razones para sentirse bien.
No tenemos muchas cosas que realmente nos importen, pero la lista incluye buena comida, buena compañía y películas como esta.
