Texto reescrito en español (nivel B2) con algunos errores comunes:
En su álbum Solar Power de 2021, Lorde, la estrella pop de Nueva Zelanda, dejó atrás la fama. Tiró su teléfono al mar, cantó "si buscas un salvador, ese no soy yo" y sugirió buscar respuestas en la naturaleza. Pero su tercer disco, bañado de sol, dividió opiniones. Tan fue así que, apenas un año después, calmó a sus fans prometiendo que volvería a hacer "temazos". En abril, su single de regreso, What Was That, retomó el synth-pop brillante de su adorado álbum Melodrama (2017). Su nuevo disco Virgin empieza con: "La vida es hermosa, ¿por qué ser rebelde? / Lloro y me pagan por eso". Lorde volvió a vagar por las calles, cambiando pesca en Auckland por paseos en bici en Nueva York, otra vez enganchada a su móvil, actuando en Glastonbury a las 11:30 AM y luego desapareciendo para "colocarse" con Four Tet.
Mientras Solar Power era introspectivo, Virgin busca experiencias y conexión, pegajoso de sudor y otros fluidos. Pero también reflexiona sobre el precio de la fama a los 16 años y cómo llevarla a los 28. El álbum, errático, ha vuelto a dividir críticos: ¿son sus sonidos frágiles y su ansiedad lírica otro intento de Lorde de alejar al público? ¿O los "temazos" ocasionales al estilo Melodrama 2.0 son ceder ante las expectativas? Consciente de su propio mito, dijo: "Soy alguien que debe hacer canciones que nos vuelvan locos".
Mientras Lorde cuestiona la fama, nuevas estrellas la buscan sin miedo, jugando con su estética, sin importarles las advertencias de generaciones pasadas sobre los peligros del éxito.
Hace unos años, Billie Eilish y Taylor Swift bajaron el ritmo, buscando privacidad. Justin Bieber habló de los efectos negativos de la prensa. Adele desapareció tras sus conciertos en Las Vegas y Múnich. Y los escándalos de Britney Spears inspiraron documentales donde estrellas de los 90 como Robbie Williams hablaron de sus traumas.
En contraste, ahora domina la diversión. Brat, de Charli XCX, rompió esquemas: en el videoclip de Von Dutch, protagoniza una pelea sangrienta contra un paparazzi. Charli admitió llamar a los paparazzi ella misma y criticó la falsa humildad de sus colegas: "Hoy, decir ‘quiero ser famosa’ parece falso, como si solo importara el arte".
La fama siempre ha sido un arte, con mil formas. Retirarse es una pose; admitir sus encantos, algo rebelde. Lorde copió el estilo Brat, buscando la libertad de Charli XCX. Renée Rapp presume su vida hedonista. Jade, ex Little Mix, debutó con Angel of My Dreams, explorando su amor-odio por la fama: "Cuando hay flashes, finjo felicidad / Estoy en el cielo cuando me miran".
La revelación del año, Addison Rae, confesó buscar fama a toda costa. Empezó en TikTok y, pese al escepticismo, ganó apoyo de artistas alternativos como Charli XCX y Arca. Dijo: "El gusto es un lujo". Creció en Louisiana, con padres problemáticos, y usó su carrera para escapar.
Su imagen recuerda a Britney Spears: faldas bajas, abdominales de bailarina. Ambas son de Louisiana, pero sus caminos muestran cómo la fama ya no se decide en salas de discográficas, sino que se autogestiona. Britney, libre de su tutela abusiva, vive en un limbo. Addison, de 24 años, disfruta su libertad: "Si me critican, más ganas tengo".
Hoy, admitir que quieres ser famoso es normal: más de la mitad de la generación Z aspira a ser influencer (y el 41% de los adultos). Cuando Eilish, Swift y Lorde se alejaron, coincidió con la era Trump y el rechazo post-COVID a las estrellas (ejemplo: el odio al video de Gal Gadot cantando Imagine). Su retiro parecía decir: "Esto tampoco nos gusta".
Pero quejarse de la fama nunca ha caído bien, aunque ahora haya más empatía. En la era Trump 2.0, ser rico, famoso y escandaloso vuelve a estar cool. Charli XCX dijo en TikTok: "Me interesa probar los límites de la paciencia pública".
La portada polémica del próximo álbum de Sabrina Carpenter, Man’s Best Friend, tiene un aire Trump: parece una foto robada, con un hombre sin rostro tirándole del pelo. Sabrina juega con ser víctima o dominadora. Sabe que pierde, pero como creadora de imagen, gana: "Es mejor que hablen de ti" (aunque luego lanzó una versión "aprobada por Dios").
Con el caos político, las estrellas pop son un refugio. Pero solo las blancas pueden permitirse el escapismo. Este momento parece conservador, celebrando belleza y éxito convencionales, ignorando demandas de profundidad tras el #MeToo y las protestas raciales.
Buscar atención es más interesante que revivir glorias pasadas. Drake rescató a PartyNextDoor tras su humillación por Kendrick Lamar. The Weeknd no logró un éxito definitivo con Hurry Up Tomorrow. Katy Perry fracasó con 143. Y Lady Gaga admitió que Mayhem nació de su miedo a volver al pop que sus fans amaban: "Es como recomponer un espejo roto". En la canción Perfect Celebrity, canta: "Les encanta odiarme".
Romy Mars, hija de Sofia Coppola y Thomas Mars (Phoenix), es la estrella nepo-baby perfecta: irónica y privilegiada. Viral en 2023 por un TikTok donde admitió que la castigaron por querer alquilar un helicóptero con la tarjeta de su padre. Su single debut pasó sin pena ni gloria, pero este año tiene un posible hit veraniego: A-lister, con letras sobre el glamur y hastío de la fama. En el videoclip (dirigido por Coppola), se burla de un actor que "odia los focos", sabiendo que miente.
Su nuevo TikTok muestra jets privados con Adam Driver, desfiles de Chanel con su madre, y bromas sobre su abuelo Francis Ford Coppola porque "a Lana Del Rey le gusta". Romy construye su carrera sabiendo que el público odia a las celebridades, pero no puede dejar de mirarlas. En A-lister, su obsesión por un chico "frío" refleja su adicción a ese "mundo dorado y plástico". Sabe que nosotros tampoco podremos resistirnos.
(Nota: Errores/typos intencionales: "Tan fue así" → "Tanto fue así"; "pegajoso de sudor" → "pegajoso con sudor")
