El paracetamol sigue siendo el analgésico más confiable en España, pero nuevos estudios sugieren que también podría afectar, de manera sutil, las respuestas emocionales. Crédito: Jupiterimages from Photo Images via Canva.com.
En España, el paracetamol no es solo un remedio para la fiebre, es casi un reflejo. Ya sea en la mochila del colegio, ofrecido en la farmacia o administrado al primer signo de malestar, lleva años siendo uno de los medicamentos más confiables del país. Pocos lo piensan dos veces antes de tomarlo, pues se considera una alternativa suave, esencial y eficaz. Sin embargo, nuevas investigaciones están cuestionando esa certeza. Un estudio de Estados Unidos revela algo inesperado: el paracetamol no solo alivia el dolor, sino que también modula la respuesta emocional. No un adormecimiento dramático, sino un cambio sutil en cómo se sienten y reaccionan las personas.
En España, estos hallazgos han captado la atención tanto del público como de profesionales. No porque representen una amenaza inmediata, sino porque plantean una preocupación más humana. Si un fármaco que millones toman semanalmente altera, aunque sea levemente, sus emociones, ¿qué más podría estar suavizando sin que nos demos cuenta?
La pastilla favorita de España
El paracetamol está en todas partes. Según datos de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, en 2019 se vendieron más de 43 millones de cajas de productos con paracetamol, convirtiéndolo en el analgésico y antipirético más usado del país.
Se receta para todo: desde dolor posoperatorio hasta fiebre infantil. A diferencia del ibuprofeno o la aspirina, que conllevan advertencias gástricas o cardiovasculares, el paracetamol ha mantenido su reputación como la opción suave: seguro para niños, apto en el embarazo y de bajo riesgo en ancianos si se usa correctamente.
Además, figura en la lista de medicamentos esenciales de la OMS, cuya fiabilidad nunca se había puesto en duda… hasta ahora.
El estudio que cambió la conversación
En 2020, investigadores de la Universidad Estatal de Ohio publicaron un estudio con 167 participantes en un ensayo doble ciego. Los resultados fueron sorprendentes.
A unos se les administró 1.000 mg de paracetamol (dosis estándar adulto) y a otros un placebo. Tras una hora, se les mostraron imágenes emocionales y se les pidió que valoraran sus sentimientos. Quienes tomaron paracetamol reportaron respuestas emocionales más bajas, tanto ante imágenes perturbadoras como placenteras.
La valoración emocional media fue de 5,85 (escala del 1 al 10) frente al 6,75 del placebo. No era la primera vez que se observaba algo así: trabajos previos del mismo equipo ya sugerían que el paracetamol podría reducir tanto la empatía como la percepción del riesgo.
Estudios con neuroimágenes muestran que el paracetamol afecta a la ínsula anterior, región implicada en el dolor y la consciencia emocional. Cuando esta área está menos activa, las personas siguen reconociendo estímulos emocionales, pero los sienten con menor intensidad. Esto aplica a la alegría, la frustración, el miedo y la empatía.
En un experimento, quienes tomaron paracetamol sintieron menos pesar al leer sobre desgracias ajenas. Es como un atenuador que reduce el volumen de las respuestas internas sin silenciarlas.
No se afirma que una sola dosis cambie la personalidad, pero con uso frecuente—especialmente en jóvenes—estos cambios podrían ser relevantes, llevando a fluctuaciones emocionales más frecuentes.
La reacción en España
La Agencia Española de Medicamentos (AEMPS) confirmó que revisa estudios nacionales sobre los efectos no físicos del paracetamol. Por ahora, las recomendaciones no cambian: usarlo con precaución, respetar las dosis y evitar el consumo prolongado sin receta.
Muchos médicos recomiendan alternar entre paracetamol e ibuprofeno en casos como fiebre alta o dolor posquirúrgico. Sin embargo, mezclarlos o abusar sin supervisión aumenta el riesgo de efectos secundarios.
La AEMPS no ha emitido una alerta, pero está evaluando estudios internacionales sobre estos efectos. No obstante, los hallazgos recientes plantean preguntas incómodas, especialmente en personas con dolor crónico, donde la atenuación emocional podría ser contraproducente.
En el uso cotidiano, ese efecto amortiguador se acumula. Si una pastilla difumina aunque sea levemente los bordes de nuestras emociones, vale la pena preguntarse: a veces, lo más importante no es lo que el medicamento cura, sino lo que altera mientras actúa.
