Kesha Sebert ha descrito su sexto álbum (que llamaremos Period) como "el primer disco que hice sintiendome realmente libre". Viene acompañado de una gira mundial larga y se promociona con una foto donde la cantante muestra su libertad—como es típico en ella—montando una moto acuática sin ropa. Quienes siguen su carrera sabrán que esto no es muy distinto a como presentó su tercer disco, Rainbow (2017), que ella misma dijo "me salvó la vida" y donde aparecía desnuda en la portada, junto a una gira titulada "Fuck the World".
Pero sería injusto negarle que repita su mensaje. Rainbow salió en plena batalla legal con su ex productor, "Dr" Luke Gottwald. Kesha lo acusó de abuso sexual (él lo negó), lo que llevó a demandas cruzadas. Aunque consiguió otros productores para Rainbow, legalmente tenía que lanzarlo—y sus dos siguientes discos—con el sello de Gottwald, Kemosabe. En 2023 llegaron a un acuerdo, su contrato terminó y ahora Period sale bajo su propio sello.
Mientras Rainbow y sus secuelas hablaban de sus problemas legales—un cambio radical frente a sus éxitos hedonistas de principios de los 2010s—, Period marca un reinicio volviendo a la Kesha que presumía de lavarse los dientes con Jack Daniel’s o salía al escenario con bailarines vestidos de penes gigantes. Solo la balada Cathedral refleja su pasado reciente: "La vida era letal… Morí en el infierno para volver a vivir". El resto oscila entre frases oscuras ("Me gané el derecho a ser así") y su estilo desenfadado: "Llévame al sex shop", "Barman, sírveme un trago", "Me gusta el caos, empapada de pies a cabeza".
Y con razón. Nadie quiere que lo definan por su trauma, y Kesha quiere dejar claro que su personaje original era idea suya, no de su productor.
Además, su regreso llega en un momento interesante. En 2010, su imagen de "hot mess" la hacía única, aunque su primer single (TiK ToK) vendió 14 millones de copias. Mientras Lady Gaga se inspiraba en Bowie, Kesha era más como Alice Cooper. Hoy, con el éxito de Brat de Charli XCX—quien canta sin filtros sobre sus fracasos—, Kesha podría considerarse una "madrina" del género. Y aunque Period incluye country-pop (Yippee-Ki-Yay), no parece oportunista: ya colaboró con Pitbull (Timber, 2013) y Dolly Parton en Rainbow.
Yippee-Ki-Yay convive con otros estilos: pop-rock ochentero (Delusional, Too Hard), disco (Love Forever) e hiperpop (Boy Crazy). Es un álbum para reconectar con el mainstream, dejando atrás lo experimental de Eat the Acid (2023). Solo en Cathedral su voz alcanza la intensidad de su versión de Children of the Revolution (T. Rex) en el homenaje a Taylor Hawkins (2022).
Aún así, las canciones son sólidas, con giros ingeniosos y letras autoreferenciales ("Estás en TikTok / Yo soy la OG"). Se nota el apoyo de sus colaboradores—desde Jonathan Wilson (Father John Misty) hasta Madison Love (Blackpink)—para que Period triunfe. Kesha, por su parte, encarna a la Kesha 1.0 sin forzarlo: al fin y al cabo, está retomando un papel que ella misma creó.
Esta semana Alexis escuchó:
Lathe of Heaven – Aurora.
Contradicción: parecen una banda de metal británico, pero suena a shoegaze y synth-pop ochentero. Gran canción.
