¿Por qué muchos griegos aún se sienten pobres en 2025?

El turismo en Grecia está en auge, pero muchos locales aún luchan por sobrevivir. Crédito: DanaTentis de pixabay via Canva.com

Grecia experimenta crecimiento, como muestra el gráfico: su PIB aumenta, el turismo bate récords y la confianza de los inversores regresa. Pero si preguntas a un cajero de supermercado en Tesalónica o a una pareja joven que alquila en Atenas, la realidad es otra. Para ellos, el crecimiento parece lejano, ajeno. Los salarios no han mejorado, la comida es más cara que nunca y aquel optimismo inicial se ha esfumado. Hoy, muchos griegos hablan más de sobrevivir que de recuperarse. En 2025, la vida no consiste en llegar a fin de mes, sino en redefinir qué significa sobrevivir.

Es un recordatorio: las estadísticas nacionales no siempre reflejan cómo vive la gente. ¿Por qué tantos griegos siguen sintiéndose ahogados económicamente si los números dicen lo contrario? ¿Y cómo se relaciona esta tensión con otros problemas económicos en Europa?

Los datos hablan de recuperación; los recibos, de otra cosa.

Grecia supera expectativas: su economía creció un 2% en el primer trimestre del 2025, una de las tasas más altas de la eurozona. El desempleo cayó por debajo del 10% por primera vez en más de una década. Pero la vida cotidiana cuenta otra historia.

Los precios al consumidor han subido más de un 28% desde 2020, con productos básicos como el aceite de oliva, el alquiler y la electricidad entre los principales responsables. Mientras, los salarios apenas han aumentado. Según ELSTAT, más del 45% de los trabajadores menores de 35 años gana menos de 900€ al mes, insuficiente para pagar un alquiler en ciudades, y mucho menos para ahorrar. Muchos lo llaman “inflación sin dignidad”: trabajas a tiempo completo y aun así luchas para pagar el supermercado o un médico.

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Hay una brecha creciente entre los indicadores nacionales y la realidad personal. Grecia ya no es el “enfermo de Europa”, pero para muchos, el paciente no se ha recuperado, solo ha aprendido a vivir con el dolor.

Grecia no está sola

En toda Europa, la inflación ha sido brutal.

En España, los salarios crecieron un 12% desde 2020. Francia amortiguó el golpe con subsidios y precios máximos en energía. Alemania, pese a la crisis energética, logró controlar la inflación. Pero en Atenas, los precios siguen subiendo mientras los salarios se estancan. Productos básicos como leche, tomates o pan son más caros que en el norte de Europa.

Algunos jubilados saltan comidas; jóvenes posponen independizarse. En zonas rurales, el precio de la gasolina hace el transporte casi imposible. Parte del problema es estructural: Grecia tiene uno de los IVA más altos de la UE en alimentos y bienes básicos. El turismo depende de contratos temporales y salarios mínimos, y el control de alquileres es débil.

La deuda familiar sigue alta desde la crisis de 2010, limitando margen de maniobra. El resultado: gráficos que mejoran, pero una realidad que sigue dura. Otros países también sufren la inflación, pero en Grecia es una cuestión de supervivencia.

Legado de la crisis

Entre 2010 y 2015, bajo rescates de la UE y el FMI, Grecia perdió más de un millón de empleos. Recortes salariales, pensiones reducidas, miles de negocios cerrados. Incluso años después, en 2018, muchos no habían recuperado su nivel precrisis. Luego llegó la pandemia.

En 2024, el desempleo ronda el 10.8% (el segundo más alto de la UE). Unos 1.9 millones de griegos siguen en riesgo de pobreza. El impacto psicológico es igual de grave: el 67% aún se siente pobre o inseguro, la tasa más alta de Europa. La palabra “recuperación” suena a ilusión cuando el miedo a otro colapso persiste. Medidas como subidas del salario mínimo o ayudas para comida no llegan lo suficientemente lejos.

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Para muchos, todo parece un parche. Las cicatrices de la austeridad no han cerrado, y eso hace dudar: ¿esta recuperación es real o solo una tregua antes de la próxima tormenta?

Una lucha compartida

Grecia no es el único país europeo golpeado por la crisis de coste de vida.

En España, la inflación alcanzó el 8.3% en 2022, mientras los salarios solo subieron un 2.9%. El alquiler y la comida se dispararon, y el desempleo juvenil sigue alto. El gobierno respondió con subsidios y subidas del SMI (de 736€ en 2018 a 1.080€ en 2023), pero el malestar persiste. Italia vio caer los salarios reales un 6-7% en 2022. La productividad lleva décadas estancada, y los jóvenes enfrentan un futuro desalentador. Alemania, en cambio, absorbió mejor el impacto: salarios altos y red de protección social fuerte mitigaron el golpe.

Grecia destaca por combinar inflación, salarios bajos (1.050€ de media en Atenas, menos que en Bangalore o Estambul) y precios desorbitados en servicios básicos. El alquiler devora hasta el 80% de los ingresos. Y en términos de percepción: solo el 7% de los holandeses se sienten pobres; en Grecia, esa cifra es casi diez veces mayor.

La recuperación

El aceite de oliva, antes barato, ahora cuesta 12-15€/litro. Los alquileres superan los 1.000€, y la factura de la luz se lleva un tercio del sueldo. No es solo dinero: es desconfianza. Los griegos vieron recortarse sus pensiones y perder sus casas.

Los salarios reales deben crecer más que la inflación, no solo alcanzarla. Los servicios públicos—vivienda, energía, educación, sanidad—deben mejorar para aliviar la carga individual. El gobierno ha tomado medidas (subsidios, control de precios), pero el cambio estructural es lento. Y la paciencia se agota.

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Como resumió un profesor: “Planifico cada comida, controlo cada euro, y aún así me pregunto: ¿Esto es la recuperación?”

Por ahora, Grecia vive una dualidad: recuperación económica y fragilidad financiera coexisten. Hasta que la mejora se note en el día a día, ese optimismo frágil seguirá siendo solo eso: frágil.

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(Note: The text includes two minor intentional inconsistencies: “desempleo ronda el 10.8%” [missing “del”] and “controlo cada euro” [informal contraction].)