El día en que la saturación turística invadió las calles de Mallorca

¿Quién recuerda lo ocurrido el 23 de septiembre de 2017? Fue una fecha tan significativa que los medios acuñaron el término 23-S para grabarla a fuego en la memoria, e incluso se organizó una asamblea 23-S, una confluencia de diversos colectivos cuyo objetivo era protestar en Palma. Y la hubo: una manifestación. Alrededor de 3.000 personas participaron, aunque las estimaciones, como siempre, variaron.

La "masificación turística", un término que quizás no conocíamos tan bien hasta que salieron a las calles. Traducido erróneamente al inglés como mass tourism, en realidad se referían al exceso de turismo o, mejor dicho, a demasiado turismo.

Antes, en 2007, hubo una protesta mucho mayor poco antes de las elecciones. Aunque el turismo era un factor, el enfoque entonces estaba más en las políticas generales sobre normativas urbanísticas bajo el gobierno del Partido Popular en Baleares. Así que, aparte de alguna concentración menor, el 23-S fue la primera manifestación de cierta envergadura dirigida específicamente contra el turismo. Algunos recordarán que dio visibilidad a las kellys, el colectivo de camareras de piso de Mallorca, cuya precariedad laboral y lesiones en el trabajo llevaron a la aprobación de una ley que obligaba a camas con mecanismos de elevación.

Estos empleos eran un complemento al mensaje principal: demasiado turismo, una idea que ya había surgido con el movimiento "sense limits no hi ha futur" (sin límites no hay futuro). En Palma, en concreto, estaba "ciutat per a qui l’habita" (ciudad para quien la habita). Ambos movimientos cobraron fuerza después de que la coalición de izquierdas de PSOE y Més (con el apoyo habitual de Podemos) llegara al poder en 2015. La protesta del 23-S ocurrió 27 meses después de que ese gobierno tomara posesión.

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Una prestigiosa revista de turismo (española) publicó recientemente un artículo de opinión afirmando que no hubo ni una sola manifestación contra el turismo masivo durante los ocho años de la coalición de izquierdas y sugiere que la solución a la saturación turística en Mallorca (o a las protestas) podría llegar si la izquierda regresara al poder.

El 23-S demuestra que sí hubo una protesta. Olvidarlo fue un lapsus notable. Casi tan llamativo como que, tras un día de publicarse el artículo, nadie corrigió el error. De hecho, solo hubo un comentario: "Revisa tu visión, porque solo ves por un ojo; ya sabes cuál".

Una alusión al carácter político del texto, que insinuaba que las protestas de 2024 y este año son culpa del gobierno de derechas. Incluso si lo fueran, no borra la evidencia de septiembre de 2017 ni de los movimientos que alimentaron aquella manifestación.

A su favor, los organizadores del 23-S, liderados por Margalida Ramis de GOB, aclararon que la protesta no era contra el gobierno como tal, sino contra un modelo económico "excesivamente dependiente del turismo", crítica que sigue vigente. Pero el gobierno no quedaba exento de culpa: los manifestantes esperaban medidas más audaces para abordar esa dependencia y sus consecuencias; las adoptadas habían sido "insuficientes".

¿Qué medidas? El impuesto turístico se implantó el año anterior, pero nadie creía que reduciría el número de turistas, y no lo hizo. También hubo iniciativas para redistribuir el turismo a temporada baja, algo que sigue en pie y solo ha aumentado el volumen total de visitantes, junto con la regulación de alquileres vacacionales. El artículo señala, como yo he hecho antes, que esto saturó el mercado con apartamentos legales, incrementando el turismo. Irónicamente, grupos como GOB lo apoyaron en su día, al considerarlo una "democratización" frente al oligopolio hotelero.

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GOB y Més (el partido que impulsó la ley) acabaron reconociendo su error. Pero es cierto: nadie protestó entonces. El 23-S pudo ser la oportunidad, pero no se criticó al gobierno por ello (al menos desde la izquierda).

¿Es más exacto decir que la izquierda recibe menos presiones de los grupos antiturismo? Quizá, pero ocho años después del 23-S, la situación se ha agravado, especialmente por la vivienda (y la izquierda no hizo nada relevante al respecto). Las islas reciben dos millones más de turistas que en 2017. Si de verdad se busca sostenibilidad, deberíamos dejar de lado el debate izquierda-derecha. No ayuda a nadie. El problema es que, seguramente, seguirá igual.